Cuestionario literario: Guillermo Roz
Resulta difícil leer la última novela de Guillermo Roz, Malemort, el impotente (Premio Fernando Quiñones) sin recordar las páginas de la que sin duda es la gran epopeya argentina, el Martín Fierro. Algunos podrán considerar dicha relación algo forzada y sin duda errarán aquellos que consideren que la relación se sustenta únicamente por el origen argentino que Roz comparte con José Hernández; sin duda, Argentina es el nexo de unión, un nexo que relaciona también la novela de Roz con otro de los padres fundadores de la literatura argentina contemporánea: Domingo Faustino Sarmiento, sobre todo con el Sarmiento de Diaro de Provincias y con el Sarmiento cronista, aquel que escribió con espléndida prosa sus viajes por Estados Unidos y Europa. La conexión de Roz con estos dos autores, aparentemente tan dispares al autor de Malemort, el impotente, radica en la reconstrucción que realiza Roz a través del protagonista de la así denominada por algunos teóricos refundación de Argentina, que tuvo lugar en la segunda mitad del XIX y que se desarrolló, como bien evidencia Roz a través de una detalla ambientación histórico-geográfica, a partir de dos núcleos, opuestos, pero que termina dialogando: la población autóctona, los gauchos, y la población europea, que desembarca en un país aparentemente todo por construir. Unas maledicencias, una acusación infundada de impotencia –imposible no recordar al respecto Foco fatuo de Louis Malle– y la separación de una mujer de carácter y ambición, una especie de Madame Bovary, pero sin final trágico, llevan a Malemort hasta Buenos Aires y más en concreto, hasta una colonia – inspirada en la colonia francesa de Pigüé tras la “Conquista del Desierto”- donde el protagonista rehará su vida, convirtiéndose, en palabras de su propia hija, en uno de los hombres más poderosos. Sin embargo, el aparente triunfo está marcado por el desamparo y el desarraigo; Malemort es el inmigrante, es aquel que es obligado a marchar, a abandonar su tierra y a establecer unas raíces, nunca demasiado profundas, en una nueva tierra. Malemort asimismo es la metáfora de la huida, una huida constante, a veces incluso innecesaria -¿de qué huyo? Se pregunta en alguna ocasión el protagonista-, pero marcada precisamente por la sensación de estar tierra hostil, en un lugar que no le pertenece, pero en el que inevitablemente construye su existencia. Malemort puede incluso pensarse como una metáfora de Argentina, sobre todo de esa Argentina o, más concretamente, de ese Buenos Aires descrito en sus aguafuertes por Roberto Arl o por la Argentina del extranjero, aquella de Gombrowicz o de Gómez de la Serna. Escrita a modo de diario –la hija de Malemort reconstruye a la vez que investiga la vida de su padre- Malemort, el impotente es una novela que juega con los géneros; es posible acuñarle distintas etiquetas genéricas, pero independientemente de ellas, de lo que no cabe duda es que se trata de una novela que reconstruye el género de la epopeya argentina: con gran maestría Guillermo Roz consigue reconstruir a través de Malemort los orígenes de la Argentina contemporánea, un país al que todo lector se siente ineludiblemente unido gracias a sus letras. Malemort es Argentina, Malemort es Gombrowicz, es Zambrano, es Gómez de la Serna… Malemort es el exiliado que escribe una historia, que es la de todos.
¿Cuál es su idea de felicidad perfecta?
¿Perdón? ¿Feliciqué?
¿Cuál es su gran miedo?
Que les pase algo malo a mis dos hijos hermosos.
¿Cuál considera que es la virtud más sobrevalorada?
La coherencia. Se dice como un elogio: “Fulano es un hombre coherente”. Los nazis también lo eran: pensaron que había una raza superior que era la propia y que el mundo sería mejor sin las razas inferiores. Sólo actuaron en consecuencia. Fueron coherentes con su abominable modo de pensar. La coherencia no es una virtud, como creo que queda demostrado.
¿En qué ocasiones recurre a la mentira? (en el caso que confiese mentir)
Para comer: hago creer a mi agente y a editores que mi literatura tiene algún valor. Para gozar: escribiendo ficción, esa mentira clásica. Para educar: les hago creer a mis hijos, sin poder remediarlo, esas cosas que me hicieron creer mis padres y que eran todas mentira.
¿Se muerde la lengua antes de expresar determinadas opiniones por temor al qué dirán?
No quisiera opinar, mejor me muerdo la lengua… por lo que dirán, ¿entiende?
¿Cuándo fue la última vez que tuiteó o publicó algún comentario en las redes sociales con plena libertad?
Hace cinco minutos.
¿Qué es para usted la libertad?
Escribir con la ventana abierta, a la noche, música en los cascos, los niños soñando con los angelitos.
¿Siente el ser una persona reconocida públicamente le resta libertad con respecto a la persona anónima?
No soy una persona reconocida públicamente, apenas he publicado algunas novelas y algún que otro periodista se siente interesado por lo que escribo y algún que otro fotógrafo me retrata. La literatura es anónima y yo también, en alguna medida.
¿Hablar y expresar públicamente opiniones políticas o silenciarlas?
No creo demasiado en que sume mucho a mi vida mostrar mis ideas políticas o dejar de mostrarlas. Tengo una visión humanista de la vida y trabajo por ello desde mi lugar, desde mi familia. No tengo tan claro que a alguien le pueda interesar cuatro palabras mías por Twitter. Todo lo que digo o escribo sale de un tipo que juega, no que piensa en un sentido complejo del pensamiento.
¿Activismo público o compromiso privado?
Compromiso privado.
¿Informarse o ser informado?
Informarse lo justo para que los crímenes mundiales y las catástrofes naturales no se te metan en los sueños y en el primer café de la mañana y no te permitan respirar más que gracias a fármacos. Ser informado para que no te vengan a contar una milonga y te la creas a la primera.
¿Qué es para usted y qué valor tiene la información?
Soy un adicto a la prensa desde chico. Quiero saberlo todo. Soy un zapping humano. Dicho esto, todo tiene un límite y la verdad es que la experiencia intelectual más enriquecedora de mi vida es la creación… y le debe más a mi vuelo interior, a las delicias de la imaginación, que a la información general acumulada.
La cultura, ¿cuestión de esnobismo o conocimiento transversal?
¿Me repetiría la pregunta…?
¿Todo es cultura? O, mejor dicho, ¿qué no es cultura para usted?
El aroma a sudores de cuerpos hermosos del sofá de Gran Hermano no es cultura. Por poner un ejemplo.
¿Sus referentes culturales son literarios, musicales, artísticos, cinematográficos…?
Todos esos.
¿Un autor para releer?
Jorge Luis Borges.
¿Un autor recién descubierto?
Javier Expósito, excelente su libro de relatos “Pájaros en los bolsillos”.
¿Una película, una obra de teatro o un espectáculo recientemente visto y que no olvidará?
Lo último que vi y me ha dejado conmovido es Breaking Bad. Y envidioso del maldito que escribió esa obra maestra.
La creación, ¿un arte, una pasión o un oficio que se puede aprender?
La creación es un destino.
¿Todos podemos escribir un libro?
Todos podemos, pero no debemos. Una materia obligatoria del colegio debería ser: “Aprende a saber cuáles son tus habilidades y cuáles no lo son pero puedes desarrollar. No insistas con todo lo otro que la vida es corta. ¿Has entendido?”.
¿Todos podemos publicar?
Si.
¿Todos podemos ser artistas?
No.
El éxito, ¿personal o profesional?
Los dos, en ese orden.
El éxito, ¿fama, dinero, reconocimiento o no necesariamente?
Tiro de frase de famoso, de uno que no recuerdo: “El éxito es que te quieran los que quieres que te quieran”.
¿Cuál considera que es su gran logro?
No haberme quitado del medio una noche en la que una me dijo que ya no me quería. Es verdad. Fui lo suficientemente fuerte para salvarme de mi propio desconsuelo. Gracias a esos ratos en la vida que a todos nos tocan, esos de apretar los dientes y dejar que la oscuridad no nos atrape del todo, nos merecemos los soles de muchas mañanas venideras.
¿Cuál es su lema?
No hay lucha.