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White God (2014), de Kornél Mundruczó

 

Por Jaime Fa de Lucas.

white god cartelWhite God, dirigida por Kornél Mundruczó, director húngaro prácticamente desconocido para mí. Lo primero que llama la atención es que la película se llevó el primer premio en la sección Un Certain Regard del Festival de Cannes 2014. Y dice así: una niña tiene que irse a vivir con su padre porque su madre y su padrastro tienen que ir a dar unas conferencias a Australia. El problema es que la niña tiene un perro y el padre es bastante intolerante, y más cuando una vez metido el perro en su casa aparece un señor exigiendo el pago de una tasa puesto que el perro no es de pura raza. El padre abandonará al perro y a partir de ahí se desarrollarán dos odiseas: la de la adolescente y la del can.

El director intenta fusionar el paso a la adolescencia de la niña –su proceso de “madurez”– y las aventuras y desventuras del perro, como dos historias paralelas que de alguna manera se complementan. Desgraciadamente, esto no ocurre, puesto que la parte de la niña es totalmente banal y no tiene la intensidad suficiente como para equipararse a la del perro. Más bien funcionan como dos argumentos diferentes que están conectados por esa relación amo-mascota. No obstante, la historia del perro tampoco es para tirar cohetes. Lo más elemental que se le puede ocurrir a alguien al hacer una película con un perro como protagonista, eso es lo que aparecerá –añado detalles más adelante–. Además, peca de efectista y de querer levantar emociones a un nivel demasiado facilón. Hagamos el mismo proceso, imaginemos lo que se puede hacer con un perro para despertar emociones en el espectador, lo primero que se nos ocurra ahí estará.

Lo de la fotografía es un mundo aparte. Entiendo que el director quiere dar realismo echándose la cámara al hombro y que ésta se agite ligeramente y se mueva con los personajes, pero es que hay momentos en los que la imprecisión es inadmisible, tanta agitación molesta y resulta desagradable. Incluso llega a haber escenas en las que se aprecia cierto desenfoque y dudo mucho que sea algo voluntario. También es reprochable el manejo del zoom, utilizado de forma muy inoportuna y con mucha torpeza. Lo que pone la guinda al pastel, y nos hace preguntarnos si estamos ante una película de serie b, es la música extradiegética que acompaña a las escenas de acción, creando una sensación de película de Steven Seagal que resulta cuanto menos irrisoria. Y de las actuaciones mejor no decir nada… podríamos salvar a la protagonista por los pelos, pero el resto del reparto… Los personajes tampoco están bien desarrollados y no resultan demasiado sólidos ni generan interés.

Zona Spoiler:

white godLa inverosimilitud campa a sus anchas por todo el metraje y el espectador lo tiene difícil para no salirse de la ficción que se plantea. Ya desde el inicio se engaña al espectador. Cómo es posible que la madre esté tan bien posicionada como para ir a Australia a dar unas conferencias y no pueda pagar una tasa por el perro. En caso de que el padre no tuviera suficiente dinero, ¿no podría éste pagar la tasa y luego pedir el dinero a la madre? Claro que no, se nos desmonta la película, es preferible que el padre sea cruel con su hija, a la que no ve muy a menudo, y abandone al perro.

Entre otras inverosimilitudes destaca la personificación de los animales, la idea de que los perros forman un ejército que lidera el perro de la protagonista y poco a poco se van vengando de los humanos que le trataron mal. Es imposible que un perro se tome esa venganza de forma tan fría. Si la película hubiera transmitido desde el principio un ambiente fantástico o surrealista, podríamos aceptar que esto sucediera, pero no es así, es más, la película pretende ser realista, por lo que la conducta de los perros, al estar tan cerca de lo humano, resulta demasiado falsa. Entre otras perlas de inverosimilitud: el perro está entrenado para atacar a otros perros en peleas, pero cuando entra a la perrera no ataca a ninguno, sólo ataca a los humanos, y no sólo eso, sino que los perros se convierten en sus súbditos; el segurita que deja entrar a la niña en la discoteca y ésta se mete unos lingotazos de vodka mientras le guarda la droga a un amigo, acabando ella en la comisaría por esto; etc.

Sobre el tratamiento de la figura del can… lo más elemental que se puede hacer con un perro para ponerlo al servicio del efecto fácil. Estamos ante el perro doméstico que es abandonado y vaga por las calles hasta que se hace amigo de unos perros callejeros, y escapan de los hombres de la perrera, y de pronto lo atrapa un hombre maligno que le pega para prepararlo para peleas de perros y éste se convierte en un asesino, etc. Claro, no falta la crueldad hacia los animales, algo que inmediatamente despierta emociones en el espectador, pero de una trascendencia nimia. Luego el perro se hincha a matar humanos y hay más sangre y más violencia y el espectador pasa a sentir miedo y repulsión. En esta película el perro no es más que un impulsor de efecto, funciona para generar emociones fáciles en el espectador, lo cual me parece de una superficialidad considerable. Si nos ponemos tontorrones, el propio director utiliza al perro como un objeto, lo cual cosifica al animal y banaliza su trascendencia para la comunidad humana, es decir, cae en una crueldad más sutil que la de la sociedad de ficción.

Mi interés por esta película residía en la idea de que los dueños de perros que no eran de pura raza tenían que pagar una tasa. A partir de ahí yo me imaginaba una alegoría que podría criticar desde el tema de la raza aria hasta la división de clases, pero se queda en mera anécdota, no hay ningún tipo de reflexión que oriente al espectador hacia esa posibilidad. Muy a mi pesar, la superficialidad predomina y estamos ante una conglomeración de efecto, culminado con esa última escena que posiblemente sea lo mejor de la película, pero que no lanza ningún significado más allá de esa asociación con El flautista de Hamelín. Mi más sentido pésame. Una película decepcionante.

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