«Duet for one»: María y Juan Pastor en un duelo interpretativo brutal
Por Julio Damián Herrera Vera
Tras haber sido premiado con el Premio Max a la Mejor Producción Privada de Artes Escénicas, el teatro Guindalera repone por unos días una de sus funciones más logradas y aplaudidas: Duet for one, de Tom Kempinski.
Al teatro de La Guindalera quería yo ir desde hace mucho.
Este «espacio escénico» creado por el matrimonio de actores Teresa Valentín-Gamazo y Juan Pastor junto a su hija, la también actriz María Pastor, llevan desde 2003 funcionando como un teatro independiente, casi sin ayuda estatal, recibiendo la mayor parte de la ayuda económica de las propias entradas en taquilla más donaciones de los propios espectadores.
Varias veces a punto de desaparecer (la última vez que casi echan en cierre fue el pasado diciembre), el Teatro Guindalera programa tanto teatro de monstruos de la escena como Chejov así como obras de autores españoles contemporáneos como Juan Mayorga.
La sala esta situada en el hall de un edificio de pisos, al que se accede por un patio, a modo de entrada, donde hay unos bancos llenos de flores y, a la entrada, un coqueto y minúsculo recibidor donde la propia Teresa te cobra la entrada y en donde puedes esperar rodeado de fotos de obras anteriores y recortes de prensa.
El espacio escénico es un cuadrado donde unas gradas movibles se oponen a un escenario a pie del suelo, sin elevación y sin toldo.
Tom Kempinski, actor y dramaturgo inglés, escribió esta obra en 1980 y fue un éxito inmediato en Londres y Nueva York y no ha dejado de representarse en todo el mundo desde entonces.
La trama trata sobre Stephanie, famosa y adinerada violonchelista aquejada de esclerosis múltiple, postrada en una silla de ruedas y deprimida porque ya no puede tocar. Su marido, ante una depresión cada vez más severa, le insta a que visite a Dr. Feldman, un prestigioso psiquiatra.
La historia está basada en la violonchelista inglesa Jacqueline Du Pré que, a mitad de los sesenta despuntó como solista excepcional, especialmente de Elgar y Brahms, de brillante técnica lo que, unido a su esplendorosa belleza y a que se casó con el director y pianista argentino, hijo de inmigrantes rusos, Daniel Barenboim, le confirieron una fama que trascendía el elitista mundo de la música clásica. Fueron la pareja de moda en el mundo de la música hasta que Jacqueline empezó a tener problemas con los dedos de sus manos en 1971. Para 1973 tuvo que dejar de tocar de manera profesional y murió, finalmente, en 1987, con tan solo 42 años.
Esta obra ahonda en la extraña e intensa relación entre los dos protagonistas, acentuándose la diferencia de caracteres entre la impulsiva, nervioso y desordenada Stephanie, quien no acepta su enfermedad ni la merma de sus capacidades, frente a un flemático, tranquilo e imperturbable doctor Feldman.
La puesta de escena es austera: un sofá con dos butacas y una pequeña mesa a la izquierda del espectador y, a la derecha, un escritorio antiguo tipo buró. Más a la derecha, y fuera casi del campo de visión, una percha con varias chaquetas que el protagonista irá quitándose y poniéndose a lo largo de la obra.
La protagonista entra y sale desde el foro en cada acto o escena, que representa sesiones diferentes en días diferentes, en una silla de ruedas eléctrica.
El duelo interpetativo Stephanie-Feldman (y el de padre e hija, María y Juan Pastor) es brutal, especialmente cuando «se calientan» hacia la mitad de la representación (la función dura las casi dos horas, ininterrumpidamente), manteniendo entonces toda la tensión para luego soltarlo todo con una carga emocional tan tremenda que uno no sabe si estos actores podrán desprenderse de sus personajes al final del día.
La verdad es que el esfuerzo es tremendo y es admirable cómo en un único escenario, dos actores y casi nada más se puede mantener el pulso narrativo, la acción y el sentido del ritmo durante la mayor parte de la representación.
Aunque para mí (solo soy un espectador sin formación específica en el mundo de la escena pero que lleva toda la vida yendo al teatro y pagando su entrada) María andaba un poco sobreactuada y con exceso de muecas, especialmente en la primera media hora y Juan se pasaba de parco y de seco, en realidad las dos interpretaciones son sublimes y es muy difícil que esta obra y estas interpretaciones no hagan mella en el duro corazón de los espectadores.
Ah, y al final de la obra, cuando sale el público, te obsequian con un licorcito… de guindas, y salen los actores a mezclarse con el respetable.
Como yo no soy de interactuar con los actores, por vergüenza gomera y porque yo tengo dificultades en separar actor/actriz de sus personajes, hice un discreto mutis y prometí volver pronto.
Duet for one
Autor: Tom Kempinski
Dirección: Juan Pastor
Intérpretes: María Pastor y Juan Pastor
Ayudante de dirección: José Bustos
Asesor terapeuta: Ignacio Jaenicke
Espacio escénico: Juan Pastor
Vestuario y ambientación: Teresa Valentín-Gamazo
Iluminación: Sergio Balsera
Teatro de La Guindalera, Madrid.
Hasta el 28 de junio de 2015.