Pensando como Sherlock Holmes
Por Tery Logan
El universal detective destaca por su inteligencia extraordinaria, su hábil uso de la observación y el razonamiento deductivo. ¿Se corresponde más con talento que con aprendizaje? ¿Cuestión de aptitud o actitud? ¿Nos encontramos ante ficción o es posible llegar a pensar como Sherlock Holmes?
El razonamiento deductivo (un subtipo del método científico) parte de unas premisas sobre las que va formulando las hipótesis para llegar a la conclusión. Nada queda sujeto al azar, por lo que hay que recopilar el mayor número de datos sobre el hecho en cuestión, ya que la falta de información nos puede llevar a una conclusión errónea. Paradójicamente, el método deductivo realmente es sencillo y simple. Quizá no queramos ser detectives, pero pensar como Holmes nos puede llevar a un pensamiento más claro y un conocimiento del entorno más profundo que pueda facilitarnos la vida.
Según la psicóloga Maria Konnikova, existen dos modelos de pensamiento humano que, a su vez, son opuestos. Uno se identifica con el de Sherlock Holmes y otro con el de Watson, cuyo cerebro es torpe, impreciso y convencional. La mayoría de nuestros juicios se mecanizan a través de un sistema rápido, intuitivo y reactivo que no exige ni esfuerzo ni pensamiento consciente y actúa de forma automática. Esto es más cómodo pero más proclive a la distorsión y al error (lo que se denomina sesgo en psicología). Por ello, Holmes primera observa, superando la tendencia natural de nuestra materia gris de ir en contra de la observación, pues es un proceso más lento, riguroso y costoso, y el cerebro prefiere entrar en acción en situaciones excepcionales. Este examen preciso y sistemático de los sucesos inalizan en un resultado preciso, brillante y visionario, no sin el peaje de un gran esfuerzo por parte del consciente.
Frente a una situación aparentemente irresoluble, Holmes concluye que no hay nada nuevo bajo el sol. Afirma que es necesario dedicar tiempo a codificar los recuerdos correctamente, pues son éstos el material que usa el cerebro para formar los pensamientos, nuestras preferencias y decisiones. ¿De qué sirven los datos si no los sabemos recuperar o están mal almacenados? Aprender a ser selectivo y filtrar los instintos del cerebro en vez de dejar que “todo pase” se fundamenta en desactivar la pasividad natural del cerebro para comportarse como una esponja sin criterio y alejar el riesgo de quedar sepultados bajo la avalancha de información inútil que recibimos a través de tantos impactos cada día.
Con entrenamiento y una estrategia podemos reprogramar nuestro cerebro para potenciar el pensamiento holmesiano y arrinconar los hábitos perezosos, ingenuos y automáticos de Watson. El primer paso para pensar como el detective es observar, que es tener los sentidos activados y estar atentos. Cuando nos vemos obligados a atender a varias cosas a la vez, rendimos peor en todas ellas, la memoria se resiente y nuestro bienestar general también (nos estresamos). Por eso, es necesario volver a encauzar la atención, la llave de paso al estilo de pensamiento lógico o la cerradura que lo impida.
Cualquiera de nosotros, con autoconciencia y práctica de la atención plena (mindfulness), pude mejorar la percepción y resolver problemas más difíciles así como desarrollar la creatividad. Nuestra atención es normalmente parcial, por lo que trabajar el control consciente sobre la ella para hacerla plena mejora de forma proporcional nuestro rendimiento mental.
Cierto es que observar y deducir requieren un tiempo y una dedicación que no están de moda, pero el cerebro es plástico y es posible entrenar la mente, para lo que es indispensable la motivación. Si Sherlock Holmes hubiera nacido en nuestro siglo, nos animaría a salir del círculo de confort mental para interaccionar a otro nivel con el mundo, pues concluye en que es la mente serena la más poderosa. ¿Elemental o no, querido lector?