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Cuestionario literario: al poeta Alberto Acerete

 

 

quieroSu fecha de nacimiento, 1987, conduce a caer en el tópico y definir a Alberto Acerete como un joven poeta. Sin duda biológicamente lo es, sin embargo Alberto Acerete tiene a sus espaldas un más que amplio y encomiable recorrido poético. En 2010 publicó El último verano y, cuatro años después, en 2014 Cartas a la guerra. De entremedio, en 2011, fue incluido en la antología poética editada por Luna Miguel Tenían veinte años y estaban locos (La Bella Varsovia). Este año y de la mano de la editora Elena Medel que, con su editorial La Bella Varsovia, no sólo ha situado a la poesía contemporánea en el primer plano del mundo cultural, sino que ha conseguido dar reconocimiento, espacio y visibilidad a las voces más potentes de la poesía actual –Acerete, Unai Velasco, Luna Miguel, Berta García Faete…- Alberto Acerete regresa con un nuevo poemario: Yo quiero Bailar. Acerete se inscribe en la tradición de T. S. Eliot, cuya experimentación con el lenguaje buscaba construir otros mundos paralelos que, en diálogo crítico con el mundo empírico, permitieran la supervivencia –la escritura como lugar por antonomasia de la supervivencia- en un mundo difícilmente soportable, en un mundo que parece haber expulsado a quienes lo habitan. Acerete lleva a la máxima tensión el lenguaje y, como el propio Eliot, recurre a la tradición literaria, un tradición de la que se apropia de forma transversal y equiparando y mezclando tiempos y tradiciones, para hacer del lenguaje algo más que una mera experimentación: el lenguaje es el reflejo de la tensión y la imposibilidad de una existencia insostenible, el lenguaje se convierte en el lugar en el que no sólo expresar, sino también lidiar con un mundo complejo, un mundo que, como ya alertaban Eliot desde la poesía, Wittgenstein desde la filosofía y Beckett desde el teatro y la prosa, ya no puede ser dicho, un mundo que ya no responde a la claridad del lenguaje, definitivamente derrumbado. La desolación y sobre todo la supervivencia en un mundo hostil son los ejes de Yo quiero Bailar, un poemario cuyo título es, sin duda, una declaración de intenciones: a pesar de todo el poeta quiere bailar, a pesar de todo, el poeta quiere escribir, a pesar de todo, la poesía.

¿Cuál es su idea de felicidad perfecta?

         Fastfood y telebasura. Viajar en coche cuando tenía cinco años.

¿Cuál es su gran miedo?

            Que confundamos y justifiquemos el odio y la intransigencia y, además, los consideremos sentido común.

¿Cuál considera que es la virtud más sobrevalorada?

La sinceridad.

¿En qué ocasiones recurre a la mentira? (en el caso que confiese mentir)

            Cuando no funciona el ritmo de un poema.

¿Se muerde la lengua antes de expresar determinadas opiniones por temor al qué dirán?

No. Pero sí por temor a qué me dirán.

¿Cuándo fue la última vez que tuiteó o publicó algún comentario en las redes sociales con plena libertad?

            Nunca he tuiteado ni comentado sin plena libertad.

Creo que sobredimensionamos la exposición y la repercusión de las redes sociales. Que uno publique una tontería no significa más que eso, una tontería. Continuamente veo cómo la gente se esfuerza en construir una imagen de sí mismos de la que carecen; culta, sesuda. Una imagen tan irreal o parcial o condicionada como la que otro —pongamos que yo— puede dar compartiendo una cosa. Nos obsesiona crear una realidad virtual dentro de la misma realidad virtual. Nos esforzamos en convertirnos en una profecía autocumplida. Y a veces, parece ser, funciona.

¿Qué es para usted la libertad?

            Un abrazo de mi padre.

¿Siente el ser una persona reconocida públicamente le resta libertad con respecto a la persona anónima?

            Soy bastante inconsciente con respecto a esto. No me reconozco como una persona públicamente reconocida, por lo que actúo como una persona inconsciente que no lo es. A veces, claro, me sorprendo de la magnitud, seriedad e importancia que otros pueden darle a una estupidez momentánea (la cual es permanente en mi caso).

¿Hablar y expresar públicamente opiniones políticas o silenciarlas?

            Hablar, conversar, respetarse. Pero yo solo veo ganas de aplaudir aquello con lo que uno ya está de acuerdo y demonizar, a su vez, lo que abandone lo que uno ya cree y celebra. Veo continuamente (lo veo más en la izquierda, porque es la posición política más común en los entornos en los que me muevo —aunque lo supongo igual en la derecha—) cómo se consideran lúcidos, firmes o profundos análisis políticos —o meras opiniones, ya que confundimos unos y otros con constancia y ligereza— que no son más que repeticiones de discursos o, a veces, soberanas utopías o tonterías. Creo que es importante la posición y exposición política, pero veo continuamente dobles raseros al evaluar. Me molesta la cultura del insulto, que es ingenio cuando se ejerce contra lo que nos manifestamos y ofensa cuando ataca aquello que defendemos. Hay cosas que deberían dejar de apropiarse la derecha o la izquierda. Hay cuestiones que son de sentido común y, qué sé yo, inteligencia de especie.

            Las redes sociales sirven de encendedor, mecha, comunión y jaleo. También como punto de encuentro. Pero el compromiso político, económico o social, exigen un rigor, un trabajo y una extensión y seriedad que exceden las características de nuestra interacción social —al menos tal y como la estamos desarrollando. El compromiso político exige perspectiva, capacidad de diálogo y voluntad al ceder. Yo creo en la construcción común de un sistema, no en la destrucción ni en la ruptura. Y creo en la capacidad activa y necesaria del individuo. Así que no me interesa cómo, en general, estamos asumiendo el cambio. Y soy consciente de que mi postura puede no resultar agradable o jaleable. Pero ese es mi compromiso político, y así debo asumirlo, exponerlo y sentarme, con él, a dialogar y buscar zonas comunes. No me interesan, digo, las discusiones de niños pequeños. Como con la proyección de un ego ficticio en las redes sociales, me asombra y molesta que a nimiedades se les dé una dimensión y seriedad que, si somos serios, no tienen. Digo no a un país así. O a una especie así. Seamos adultos.

¿Activismo público o compromiso privado?

            JFK. Barack Obama. Qué puedes hacer tú por ti.

¿Informarse o ser informado?

            Informarse. Cuestionarse. Confundirse. Mejorar.

¿Qué es para usted y qué valor tiene la información?

            Necesaria, interesante, pero condicionada como lo es cualquier narración. Una especie de cálculo de estructuras.

acerete

La cultura, ¿cuestión de esnobismo o conocimiento transversal?

            Conocimiento transversal, a pesar de los esnobs que se pelean por apropiársela.

¿Todo es cultura? O, mejor dicho, ¿qué no es cultura para usted?

            No sé qué no es cultura, pero sí que contra ella va esa postura de canonización y desprestigio ante qué es y qué no es cultura. A mí me cansa que me digan: qué curioso lo que ves en la tele y lo que lees o escribes. Como si el entretenimiento tuviese algo que ver con el arte por definición —aunque muchas veces converjan. En España nos aterra el entretenimiento. No sabemos disfrutar, en muchas ocasiones de lo que conlleva. En la cultura del entretenimiento funcionan bien los arquetipos, las superficies; y estos pueden ser muy divertidos. Nos debería preocupar más, por ejemplo, cuando campos como la política terminan siendo folletines y la información sobre esta el ¡Qué me dices! Si separásemos bien entretenimiento puro de cultura más canónica, si supiésemos discernir entre unos contextos y otros, y disfrutarlos todos, nos evitaríamos muchos líos. Arquetipos, lo superficial o la frivolidad también denotan inteligencia, más si se sabe cómo y cuándo utilizarlos. Yo, por mi parte, leo lo que deseo; veo lo que me place. Disfruto con todo lo que puedo y, quizá, decido de dónde quiero y de dónde no quiero adquirir mi formación. La cultura, por otro lado, se compone —sobre todo con una perspectiva histórica— de lo que ha dado cuenta de una sociedad. Nos fascina lo cotidiano de Grecia y Roma, pero nos aterra lo cotidiano de nuestro presente. ¿Qué es y qué no es cultura? ¿Cuándo?

¿Sus referentes culturales son literarios, musicales, artísticos, cinematográficos…?

Depende de qué, con quién y para qué.

¿Un autor para releer?

            Santa Teresa.

Andy Warhol.

Mario Vargas Llosa, más cada día.

¿Un autor recién descubierto?

            No recién, pero casi: NoViolet Bulawayo.

¿Una película, una obra de teatro o un espectáculo recientemente visto y que no olvidará?

            Los olvidados de Luis Buñuel. El intérprete de Asier Etxeandía.

La creación, ¿un arte, una pasión o un oficio que se puede aprender?

            Talento, perspicacia, intuición. Pero perspectiva, autocrítica y, ante todo, trabajo, trabajo y trabajo.

¿Todos podemos escribir un libro?

            Sí.

¿Todos podemos publicar?

            Sí. Solo depende de, si no eres tú, alguien que decida invertir su capital en ti.

¿Todos podemos ser artistas?

            Parece que sí.

El éxito, ¿personal o profesional?

            Profesional. El éxito personal se llama vida.

El éxito, ¿fama, dinero, reconocimiento o no necesariamente?

            Según el mercado que ejerza de marco. Y sus variables.

¿Cuál considera que es su gran logro?

            Haber aprendido a permanecer donde he querido.

¿Cuál es su lema?

En plan travesti radical.

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