Nocturno insecto, de Beatriz Russo
Beatriz Russo
Tigres de papel
Por David Martínez Garrido (@dmgarri)
De nuevo, con Nocturno Insecto, Beatriz Russo ha vuelto para satisfacer al lector más exigente de poesía. Se trata de un título sugerente, que abarca varias temáticas, pero siempre con la curiosísima presencia de insectos y pájaros como telón de fondo, volando en un mundo exótico tan rico como complejo.
La poeta vuelve a demostrar un prodigioso nivel de confianza y control para perpetrar un libro peculiar, mordaz, crudo, agónico por momentos, acerado y en constante movimiento.
La capacidad de la autora para otorgar un impecable estilismo a su poesía, consigue situar al lector en el centro de la pureza de su método, con una imaginería casi zen que borra los límites entre la vigilia y el sueño
Como en sus demás poemarios, Beatriz concatena una serie de poemas sin nombre, que se interrelacionan y nutren entre sí para formar una historia. En muchos casos, escrito como prosa poética, pero siempre con una inconfundible y personalísima voz.
El libro se divide en tres partes fundamentales más una cuarta o conclusión final. Nocturno I, de índole algo menos irracional que el resto, es bastante duro por momentos, incluyendo un poema sobre una violación con versos demoledores, impactantes. «Intenté frenar el gozo primigenio, pero fui apuntalada en la cruz de mi lecho». En esta primera parte nos adentramos en un universo con claras referencias a la infancia, como si en algunos momentos la protagonista de la historia fuera en realidad una niña. «Entre la mujer y la primera niña hay un espacio de arena y vidrio».
También aquí comienza y permanece durante todo el libro, una apuesta clara por la libertad. «Ser líquida como el vino en los festines y correr en dirección opuesta al aliento de los siervos».
Nocturno II es la parte más evocadora, y la que transmite un mayor número de sensaciones, pero siempre con un halo místico, casi sagrado, flotando alrededor, que nos obliga a releer varias veces cada línea en busca posibles significados ocultos. Como una especie de magia que sólo tienen los textos de alto conocimiento, pero sin renunciar a la crudeza. «Saciaos todas, avispas carroñeras y reventad de gozo. Pero llevaos después el aguijón de la última tierra para que no sea yo quien incumpla a dentelladas con el impío protocolo de los insectos».
Nocturno III apuesta por la esencialidad y está compuesto por poemas cortos, ligeros, deliciosos, con una sensibilidad poco común. Todos ellos son excelentes, pero yo me quedo sin duda con este:
«¿En qué se tornará el ave cuando alcance el infinito de los cielos?»
El libro finaliza con un único y breve texto llamado Diurno infinito, donde la niña se despide de nosotros. «Yo me quedé inmóvil, como quien atiende la primera voz tras el silencio. Y la niña me miró con la misericordia de los ángeles redentores».