El ¿nuevo? espíritu del siglo XXI
Por Paola Rojas Roiz.
El problema no viene por el color del partido o la ideología política que defiendas. El problema viene cuando hay una diferencia abismal entre unas personas y otras dentro de un mismo contexto socioeconómico, político y cultural. La cuestión se torna delicada cuando muchos ciudadanos se preguntan por qué sus representantes políticos no se aprietan el cinturón igual que ellos. Por qué la clase política no reduce sus propios sueldos y privilegios y trabaja duramente para el bienestar social. Por qué deben ser los de siempre, la clase trabajadora, la que tenga que hacer el sacrifico, luchar y levantar un país que algunos parecen creer en los cielos cuando en realidad está en los infiernos.
La relación de poder entre sociedad y clase política, los pulsos que ha habido a lo largo de la historia entre estos dos sectores, queda bien reflejada en el documental cinematográfico El espíritu del 45, del director Ken Loach. Este film retrata muy bien el ambiente político de euforia que se vivía en los años 40 en Gran Bretaña. Creándose el bienestar social en la Gran Bretaña después de la II Guerra Mundial, la sociedad comenzaba a disfrutar un poco de la vida, literalmente, pues las enfermedades y las muertes prematuras habían reducido drásticamente con el nuevo sistema sanitario implantado por el gobierno laborista. La gente comenzaba a tener perspectivas de futuro e ilusiones, cosa que antes era impensable debido al complicado clima político que se vivía a nivel mundial.
Con una posición clara hacia el partido laborista y con una ideología socialista, Loach basa su trabajo en un recorrido histórico de aquellos años con una serie de testimonios de personas que vivieron en sus carnes todos esos cambios producidos.
En relación con el documental, hoy en día vemos un paralelismo político en torno a esa aplastante victoria del partido laborista en el año 40 y los numerosos escaños que Podemos, partido español de reciente creación y aún en gestación, ha obtenido en escasos meses tanto en las elecciones europeas (5 escaños) como en las regionales de Andalucía (15). Parece ser que el pasado sigue marcando el presente, la gente quiere cambios, quiere tener a un partido que de verdad se interese por ellos y les provea de lo necesario para vivir dignamente.
Hoy, es Podemos el partido con el que más gente descontenta se identifica. Este bipartidismo actual entre PP y PSOE se está disolviendo, así como ocurrió en los años 40 con el gran peso que tenía el partido Conservador en Gran Bretaña. Se requieren cambios y las movilizaciones sociales son el motor necesario para ese cambio. La gente lo sabe y los políticos lo saben.
El sistema económico británico pasó por momentos turbulentos hasta que logró un asentamiento alrededor de los años 70, antes de que Margaret Thatcher y sus políticas desreguladoras gobernaran el país. Cuando termina la segunda Guerra Mundial en 1945, comienza la reconstrucción de Europa. Este hecho lleva consigo numerosos cambios que, aunque lentos, comienzan a llegar con el paso del tiempo y las movilizaciones ciudadanas de la clase obrera británica.
La victoria laborista trajo consigo numerosas nacionalizaciones de los sectores básicos de la economía británica. Así pues, se produce la nacionalización del transporte en 1948, repercutiendo directamente en una subida de sueldo de los trabajadores. También le llegó el turno al importante sector de las minas en 1947. Las empresas privadas que controlaban y explotaban este sector quedaron apartadas con una nacionalización que proporcionó seguridad y agua en las minas, que estableció unas condiciones laborales y de seguridad mínimas. El gas también se hizo público en 1949. Como consecuencia del alto paro juvenil en esos años 40 y 50 y la gran dificultad que tenían los jóvenes para acceder a una vivienda y formar una familia (situación parecida a la actual), el partido laborista impulsó la rápida construcción de viviendas para esos miles de soldados jóvenes de la guerra que volvían y querían irse a vivir con sus familias. Se generó así una gran oferta de viviendas sociales.
Pero esta época llena de cambios y derechos logrados se fue viniendo abajo cuando, en 1970, Margaret Thatcher llega al poder. Para la primera Ministra todo versaba sobre el individuo, “hagámonos ricos”, era uno de sus lemas. Como consecuencia, los servicios públicos decayeron, la industria ya no tenía inversión. Todo se detuvo bruscamente. Se atacaron las ideas del keynesianismo y se abrieron las puertas a un libre mercado desregulado, con el consecuente desmantelamiento del estado de bienestar. Los ricos volvían a la carga y la brecha entre ricos y pobres, la cual se había reducido, volvió a crecer. Se redujeron los sueldos a la clase obrera. La economía privada se iba imponiendo a pesar de las numerosas huelgas. La policía no era neutral, y se posicionaba a favor del nuevo gobierno.
Tristemente vemos como Loach reivindica con este documental una realidad que en vez de haber quedado en el olvido, ha resurgido en nuestros días. La historia se repite, vivimos en un contexto de crisis encubridora del fraude económico cometido por ciertos políticos y banqueros. Asistimos de nuevo a esa lucha de la clase trabajadora para exigir sus derechos y decirle al sistema que no lo está haciendo bien. La sociedad se vuelve a poner de pie para reclamar bienes y servicios tan básicos como la sanidad o la educación y grita para que no vuelva a ser ignorada.