Lydia Davis a propósito de «Ni puedo ni quiero», su último trabajo
«Hace poco me negaron un premio literario porque, dijeron, yo era perezosa. Lo que querían decir con perezosa es que usaba muchas contracciones: por ejemplo, no escribía las palabras enteras cannot y will not, sino que en su lugar las contraía a can’t y won’t».
Con este breve relato en la portada arranca el último libro de Lydia Davis (Massachusetts, 1947). Considerada una de las escritoras estadounidenses más originales de la actualidad, esta novelista, ensayista y traductora publicó seis colecciones de cuentos, entre las que se destacan The Thirteenth Woman and Other Stories (1976), Break It Down (1986, finalista del PEN/Hemingway Award) y Varieties of Disturbance (2007, finalista del National Book Award). En 2009 se publicaron sus Cuentos Completos. En 2013 fue la ganadora del Man Booker International Prize y recibió numerosas distinciones.
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Ni puedo ni quiero. Lydia Davis. Traducción de Inés Garland. Editorial Eterna Cadencia. 320 páginas.
En esta colección de relatos, Davis se reafirma como una de las cuentistas contemporáneas más importantes. Como en un truco de magia, y por obra de su prosa siempre punzante, unos calcetines perdidos, una pequeña caja de chocolates, un trozo de pescado o los electrodomésticos de una casa se transforman en algo radicalmente nuevo, que deja ver esa grieta por la que se filtra el drama, la ansiedad y la ironía de la vida cotidiana, la preocupación por la muerte, el envejecimiento y el dolor. La pasión por la palabra exacta junto al ingenio, el humor y una extraña belleza en una libro que retrata la realidad como un collage, donde el orden lo da el lenguaje y el estilo finamente trabajado. Un libro extraordinario de una de las mentes más brillantes e inquietantes de la literatura norteamericana actual.
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P.- ¿Dónde encuentra la inspiración Lydia Davis a la hora de escribir sus estupendos relatos?
Últimamente, suelo encontrar mucho material a mi alrededor, en las conversaciones que escucho, observando las cosas y a las personas, y simplemente pensando después sobre todo ello. Suelo recopilar gran cantidad de este material así ‘encontrado’ y del que luego tengo que hacer una afinada selección. La cuestión es estar abierta a todo, no renunciar a nada.
P.- Vista la diversidad temática y el formato, ¿hace falta más imaginación y destreza para escribir cuentos que para escribir novelas?
Bueno, es un tipo diferente de habilidad. Escribir una novela, me parece algo muy complejo que trae consigo un tipo diferente de dificultad: teniendo en cuenta que es una estructura mayor, hay que mantener el impulso durante muchas páginas. Así que no, no creo que las historias cortas requieren mayor destreza, sólo un tipo diferente.
P.- ¿Qué marca en usted la extensión del relato? ¿Es algo que ya tiene claro desde antes de ponerse a escribirlo?
Normalmente tengo una idea desde el principio sobre la extensión y el tipo de historia que voy a escribir y luego se concreta de ese modo pero a vees las historias me sorprenden creciendo o porque piden ser recortadas. Intento responder a los requerimientos de la historia según va tomando forma.
P.- Especializada como está en la traducción de grandes autores franceses, ¿podría decirse que esa es una importante influencia formal y estilística? ¿De qué más fuentes literarias bebe?
Sin lugar a dudas. Los autores que he traducido me han influenciado en cierta medida, pero, por supuesto, de algunos de ellos he traducido poco, por lo que su influencia sería más superficial, supongo. Yo diría que las influencias más importantes han sido los autores que he leído desde muy joven, cuando tenía veinte años, como Kafka, Beckett, Joyce, Borges.
P.- A veces sus cuentos son tan cortos y armónicos que podrían pasar por estudios poéticos.
Creo que mis historias abarcan una amplia gama, de historias bastante largas, casi tradicionales, hasta pequeños fragmentos. Entre medias hay muchas formas diferentes de narrativa, y sin duda, algunas de las historias se podrían considerar poemas en prosa y podrían pertenecer a esa tradición.
P.- Está claro que le gusta experimentar con la escritura. ¿Qué busca con la serie de relatos de Flaubert o con la de sueño?
Siempre estoy abierta a nuevas ideas. Yo no había pensado en escribir las historias de Flaubert hasta que empecé a leer sus cartas. Entonces me di cuenta de las pequeñas historias que estaba contando en ellas. Pensé, ¿por qué no organizar estas historias de forma independiente como obras autocontenedoras de la imaginación? Traté de preservar el estilo propio de Flaubert dentro de lo que era posible. Estos textos constituían, en cierto sentido, la parte de material «encontrado”, aunque yo siempre selecciono el material a medida que defino la forma de la historia. Fue lo mismo que ocurrió con las historias de ensueño. Pensé, ¿por qué no llevar el material de un sueño y darle forma en una historia coherente? Pero, naturalmente, las historias de sueños tendrán contenido más surrealista e irracional que las historias formadas a partir de la vida y del día a día de Flaubert.
P.- ¿Son los silencios y los sobreentendidos valores clave en sus relatos? ¿Y el humor?
Yo estoy siempre abierta a ver el lado humorístico de los acontecimientos de mi vida o de los de la vida de otras personas (o incluso en un fragmento de escrito). Por supuesto que también tengo en cuenta los demás aspectos de cada situación (el pathos, la dificultad…), pero el humor se mezcla a menudo. El humor siempre ha sido una parte de mi vida que ha ido creciendo, y está presente en muchos de los escritores que más admiro: Kafka, Beckett, los cuentistas Gracia Paley y Lucía Berlín (esta última es una muy buena escritora que se publicará ampliamente este año y el próximo, por primera vez. ¡No deje de leerlo!).
En cuanto a los silencios, yo también leo mucha poesía, y como se puede imaginar admiro la brevedad, todo lo que se puede decir en unas pocas palabras. Es entonces cuando el lector puede ser más activo en imaginar lo que queda sin decir.
P.- Me da la impresión de que muchos de sus relatos respiran un aire ciertamente femenino, ¿puede ser?
Si te refieres a que las historias son contadas conscientemente desde el punto de vista de una mujer, creo que tal vez sí, pero tal vez no sería mi respuesta en este caso. Algunas son desde el punto de vista de una mujer o en la voz de una mujer, pero en otros casos, el narrador puede ser hombre o mujer, no importa, y en otros casos, el narrador es en realidad un hombre, a pesar de que es un hombre con una gran cantidad de cualidades femeninas. Me gusta pensar que todos somos una mezcla de lo femenino y lo masculino, o debería decir una mezcla de lo que consideramos tradicionalmente comportamientos y características femeninas y masculinas. ¡Y todos lo hacemos casi inconscientemente!
P.- De la vida cotidiana, a las paradojas que ésta oculta, pasando por los juegos del lenguaje, las cartas o los viajes… ¿existe en el fondo algún hilo conector que conecte los relatos?
Hay hilos que conectan las distintas historias, sin duda, preocupaciones constantes que siempre están ahí, incluso durante décadas. También hay conexiones más recientes. Por ejemplo, he estado viajando más en los últimos años, y también escribo mientras estoy de viaje, por lo que, naturalmente, esto se verá reflejado en el número de historias que se desarrollan en trenes o aviones. Y las historias de las cartas de Flaubert vienen directamente del hecho de que yo estaba traduciendo Madame Bovary cuando las descubrí.
P.- Aunque breves, algunas de sus historias golpean directamente y provocan a la reflexión, ¿buscando siempre la complicidad y participación del lector?
Creo que hay un sentimiento de complicidad por parte del lector, pero en el fondo no me lo he planteado así. No me hago la cuestión: ¿cómo podría a invitar a la participación del lector? Yo creo que el efecto probablemente viene de forma natural con mi actitud hacia las historias y para con los lectores. Sin duda me gusta compartir mis historias con otras personas, y quizá eso se traduce en una complicidad natural.
P.- ¿Tiene ya algún nuevo proyecto narrativo entre manos?
Por el momento, sigo a escribiendo historias breves. Todo el tiempo. El invierno pasado fue largo, frío y nevó mucho, y mis historias recientes reflejan las conversaciones que tuve con la gente dentro de las casas y las historias que me contaron. Pero aparte de seguir escribiendo relatos breves, voy a trabajar en la adaptación de las memorias de un antepasado mío en un largo (100 páginas) poema. Y todavía quedan muchos más proyectos en espera…
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Por Benito Garrido (@benitogarridog).
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