La mecánica del corazón (2014), de Stéphane Berla y Mathias Malzieu
Por Miguel Martín Maestro.
Deliciosa sería la palabra adecuada para mi gusto cinéfilo a la hora de definir este cuento animado, negro y tenebroso como un buen cuento infantil, romántico y sentimental, con su final apropiado alejado de la tiranía Disney que tiende a hacer pensar a l@s niñ@s que el mundo es un lugar lleno de juguetes, dulces y ningún revés. De Edimburgo a Andalucía (una Andalucía que parece La Mancha), pasando por París y Valencia para terminar en Edimburgo, la fábula de Jack, John y Miss Acacia se transforma en un verdadero homenaje, no sólo al cine romántico imposible sino al origen del cine. Al fallido intento de Scorsese de reivindicar y homenajear a Méliès le corresponde una obra magna e imaginativa como este film animado donde el propio Méliès aparece como mago de las imágenes en pleno proceso de invención del cine.
No es fortuita la correspondencia del título con la realidad del cine, en la mecánica del corazón inciden los sentimientos, y ésta es una película donde lo sentimental cruza una y otra vez la trama, sencilla y nada compleja, pero riquísima visualmente y atormentadamente imposible para nuestros protagonistas. La mecánica del corazón es lo que hace, muchas veces, grande al cine. A la mecánica del corazón sigue la reacción humana, la personalidad de cada uno termina dominando al sentimiento puro, en este caso los defectos de “fabricación” de nuestros protagonistas les impiden la plenitud amorosa, lo peor es que son conscientes de esa limitación, y sobre todo Jack, está dispuesto a que la maquinaria de su endeble corazón se desacompase y termine fallando si incumple las tres reglas necesarias para sobrevivir: no tocar las agujas del reloj, controlar la ira y no enamorarse nunca.
Y todo porque en la noche más fría de la historia, Jack, al nacer, nace con el corazón congelado, y la partera, la bruja Madeleine, en una intervención quirúrgica desesperada, sustituye el corazón frío como el hielo por un pequeño reloj de cuco, un corazón rítmico que, cuando pierde cuerda, provoca movimientos sincopados, un corazón del que hay que estar pendiente para que la marcha no se suspenda y provoque la muerte. El inconveniente, como el de los Gremlins, es que este corazón sustituto exige tres reglas: no tocar las agujas porque provocan movimientos involuntarios en el portador, no dejarse arrastrar por la ira porque se produce un recalentamiento de las piezas que daña la maquinaria, y tercero, la más importante, no enamorarse porque no se puede controlar el mecanismo del reloj, que corre el riesgo de colapsar. Para evitar el incumplimiento de las reglas, Jack es criado por la bruja, ya que la madre renuncia, consciente de su imposibilidad de atender al niño. Jack et la Mécanique du coeur es una película de renuncias: la de la madre, la de Jack temeroso de enamorarse, de John posteriormente, de Madeleine sacrificándose para que Jack no sea apresado, de Acacia que emprende una huida sentimental perpetua a la búsqueda de aquel chico con el que chocó ocasionalmente en una calle y con el que cantó un dúo, y a quien no puede reconocer porque no tenía puestas las gafas… Pero la naturaleza exige su tributo y cuando Jack cumple diez años pide ir a la ciudad y conocer lo que es la vida. Conocer la vida real es asumir la posibilidad de llegar a enamorarse, y en esa posibilidad el riesgo se transforma en realidad y en leit motiv trágico del comportamiento de Jack en el futuro.
El amor que sienten todos los personajes provoca discapacidades, uno perderá un ojo, a otro le saldrá humo del corazón, a Miss Acacia le saldrán espinas cada vez que sienta dolor o contrariedad por el comportamiento de los demás. La miopía de Miss Acacia fue provocada por tener que huir en una fría noche por vivir sin papeles en Edimburgo, a John la pérdida del ojo le sucederá por tiranizar a Jack al enterarse de que éste se ha enamorado de Miss Acacia de manera casual, a Jack el amor le hace perder la alegría y la estabilidad, el ansia y el desespero permanente por no encontrar a Miss Acacia, la reacción instantánea e incontrolable de su relojero corazón advirtiendo de las consecuencias funestas de su sentimiento. Y en medio, el cine, las veinticuatro imágenes por segundo, Méliès inspirándose en el mecanismo del corazón de Jack para terminar de perfeccionar su reproducción de la realidad en imágenes en movimiento, el cine como mecánica del corazón, el cine como expresión de sentimientos. Méliès insta a Jack a la aventura, recorrer Europa buscando el amor no hace daño a nadie, es reflejo de una rica percepción de la vida, quien no arriesga no gana. Poema visual y poema literario porque muchas de las conversaciones se desarrollan en verso, alguno de los personajes sólo se expresa con rimas, como John. Otros a través de canciones, en Jack puede reconocerse al pálido espectro del actor Pattison mientras que en el alto y delgado tuerto de John está presente el Louis Garrel de Les amants réguliers.
Una agradable joya del cine de animación que recuerda al Tim Burton de La novia cadáver y a los seres de Los mundos de Coraline, con una banda sonora que salta, asalta y combina ritmos, desde las melódicas canciones que enamoran a Jack y Acacia recíprocamente a los ritmos de rap sincopado del enigmático John, los ritmos aflamencados y mejicanizados de las canciones feriales de Acacia, los toques íntimos de los momentos de soledad, las resonancias románticas de la música clásica y la presencia casi constante del grupo Dionysos, encabezado por el propio codirector Mathias Malzieu, a la sazón novelista y creador de la obra literaria en la que se inspira la película, un “crooner” a la francesa. Recuerden, el amor rompe corazones, los mecanismos del corazón interfieren con las manecillas de los sentimientos, ser racional exige que la maquinaria no se sobresalte, pero quizás eso sea renunciar a vivir. En un final esplendorosamente bello, Jack detiene su tiempo y asciende por una escala de copos de nieve, no hay belleza tal como la de conseguir que tu amada recorra media Europa para devolverte la llave de tu corazón e impedir que el mecanismo se pare a bordo de trenes herederos del Nautilus de Verne, como acordeones gigantes que avanzan a velocidades imposibles en la Europa del XIX, sólo que el tiempo del amor es distinto al tiempo de la vida, a Jack ya todo le dará lo mismo porque han desaparecido las espinas del corazón de Acacia y John ha reconocido que su comportamiento vino motivado por los celos. Encantadora película adulta escasamente apta para niños con padres, demasiado tenebrosa, demasiado trágica, demasiado oscura, demasiado romántica y alegremente pesimista.