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Inger Christensen: Alfabeto

alfabetoInger Christensen: Alfabeto

Sexto piso, Madrid, 2014

 

Por Ricardo Martínez 

 

Siempre se ha dicho que una de las dificultades de la poesía nacía de su propia definición. Todas resultan, a la postre, una aproximación más o menos significativa, como la que expresa lo siguiente, en forma de diálogo: “Escribe lo que ves, dice el maestro. A lo que el alumno/a responde: pero lo que veo no me emociona. Entonces, responde el maestro, cambia lo que ves”.

El libro de esta autora danesa, fallecida recientemente y que nos ofrece una obra llena de palabras tan nítidas como elegidas y que vienen a otorgarnos una rara libertad como lectores, creo que podría ser un ejemplo plausible de buen aprendizaje en cuanto a lo que ella considera una forma distinta de ver la realidad, o sea, interpretarla, entenderla.

En uno de los poemas –respondan o no a una trama constructiva más o menos consciente, ya que al fin lo que se imponen son las propias palabras y sus hondos significados-, dice así (ve así, interpreta así): “el amor existe, el amor existe/ tan desmemoriado como tu mano acogida como un pajarillo/ en la mía, y la muerte imposible de recordar,/ imposible de recordar cómo una vida/ inalienable, tan fácilmente como con un movimiento químico/ sobre hierba cola de perro y palomas bravías, todo/ se pierde, desaparece, imposible recordar que desaparecen…” La poeta observa y, en su mirar-pensar interiorizante, mira- piensa por nosotros, y el lector lo agradece, creo, por cuanto de haber mirado-pensado él lo mismo no lo hubiera visto-pensado de la misma manera.

De ahí la sabia recomendación del maestro de transformar la realidad, pero no por deformarla, sino por observarla en todas sus caras, lo cual completa –y, acaso, embellece- la significación de lo mirado. La poesía tal vez, al fin, no sea sino eso: transformación, color, atributo y canción de la realidad más allá de lo obvio, de lo inmediato. O, dicho de otro modo, más claro y poético: “la nieve/ no es de ninguna manera nieve/ cuando nieva/ en pleno junio// la nieve no/ ha caído de ninguna manera/ del cielo/ en junio// la nieve ha/ surgido por sí misma/ y ha florecido/ en junio.

Yo, como lector, no había visto-pensado la nieve así como hasta ese momento, y solo por ello ya doy por bueno la existencia de este libro que me hace compañía y enseña más allá de cualquier inmediata realidad que tantas veces parece monótona, insignificante… Hasta que viene el/la poeta a redimirnos.

 

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