El primer encuentro de Julio Verne y Alejandro Dumas
Por Alejandro Gamero (@alexsisifo)
En 1847 un joven Julio Verne de 19 años se traslada de Nantes a París para comenzar sus estudios de derecho, siguiendo el deseo paterno. El sueño de ese joven provinciano era, sin embargo, llegar a convertirse en un gran dramaturgo y dedica más desvelos a la escritura que a los estudios. Durante esos primeros años la situación económica de Verne era precaria, pasaba hambre y, para colmo, el poco dinero del que disponía lo invertía en comprar libros y en asistir a tertulias literarias. En una de esas tertulias conocería a Alejandro Dumas padre, que por entonces ya se había convertido en toda una autoridad de las letras francesas gracias a la publicación obras de éxito como Los tres mosqueteros o El conde de Montecristo.
La forma exacta en que se conocieron Verne y Dumas sigue estando rodeada de misterio a día de hoy. Son varias las versiones sobre cómo se habría producido ese encuentro, siendo la más popular de ellas la mencionada por el biógrafo de Verne Bernard Frank. Según este más que de encuentro habría que hablar de encontronazo por la manera casual y un tanto cómica en que se produjo. En palabras del propio Bernard Frank habría sido así:
«En una de estas veladas en casa de la señora Barrère, mientras bajaba las escaleras, Julio se tropieza con un voluminoso señor que subía en forma agitada, el grueso señor agita su bastón furiosamente ante la cara del joven, pero éste en vez de excusarse ante el enojado caballero le pregunta:
‒¿Ha cenado usted señor?
‒Perfectamente joven, y nada menos que una tortilla de tocino a la nantesina y…
‒Las tortillas de tocino a la nantesina de París no valen nada señor, ¿me oye?, hay que echarles azafrán, para que se entere…
‒¿Así que sabe usted hacer tortillas, joven?
‒¿Que si sé hacer tortillas, señor?, sobre todo me las sé comer. ¿No llevará usted ahí alguna?
‒¡Que insolente es usted!, tenga mi tarjeta…es inútil que me dé la suya… vendrá usted este miércoles a mi casa…a hacer una tortilla…
De visita en casa de Hignard, Julio cuenta el incidente al joven compositor, y al llegar al lance del desafío, saca la tarjeta y…grita estupefacto: ¡Alejandro Dumas!».
En otras versiones, obtenidas a partir de entrevistas al propio Verne, el escritor habría conocido a Dumas por intermediación de terceros. En una entrevista realizada por el periodista Robert Sherard Verne declara haber conocido a Dumas padre a través de Dumas hijo, mientras que en otra del periodista Adolphe Brisson dijo haberlo hecho por mediación del célebre quiromántico d’Arpentigny ‒que, como Dumas, frecuentaba el Salón de la Señora Barrère‒.
Eso sí, independientemente de cómo se produjera ese encuentro, lo que sí se sabe con certeza es que a partir de ese momento ambos escritores mantuvieron una profunda amistad en la que Dumas se convertiría en protector, mecenas y consejero literario de Verne, ayudándole incluso a estrenar en alguna que otra obra teatral en París. Lo más probable es que el joven Verne viera en Dumas no solo al gran escritor que pudiera abrirle puertas en el mundo literario sino al padre que habría querido tener en lugar del que tenía, un estricto abogado empeñado en que siguiera sus pasos.
Por su parte, Dumas supo intuir el talento literario de Verne y apreciar sus incansables ansias de conocimiento. Ahora bien, lo que Dumas seguramente no llegó siquiera a sospechar es que su protegido provinciano lo llegaría a superar tanto en popularidad como en número de tiradas. Teniendo en cuenta su más que reconocida vanidad, es posible que de haberlo sabido no hubiera sido tan generoso con la joven promesa.