Hemingway Vs Callaghan: dos escritores a puñetazo limpio
Por Alejandro Gamero (@alexsisifo)
Aunque el tiempo suele poner a cada cual en su lugar, la historia de la literatura es a veces caprichosa y no es extraño que grandes escritores queden relegados a un segundo plano o directamente olvidados. Ese podría ser el caso de Morley Callaghan, a quien el crítico literario Edmund Wilson calificó de «el escritor más injustamente olvidado en lengua inglesa». A pesar de contar con una prolífica obra compuesta por novelas, relatos breves y alguna que otra obra de teatro, Callaghan es un autor poco leído hoy en día ‒y del que apenas existen traducciones‒.
Uno de los elementos más curiosos de la vida de Callaghan es su amistad con Ernest Hemingway, a quien conoció en la década de 1920 cuando ambos ejercían el periodismo, en los diarios Toronto Daily Star y The Kansas City Star respectivamente. En 1929 Callaghan pasó algunos meses en París, donde formó parte de la gran reunión de escritores de Montparnasse, que incluía a autores como Ezra Pound, Gertrude Stein, F. Scott Fitzgerald, James Joyce y, cómo no, el propio Ernest Hemingway. Este último dio buena cuenta de las andanzas del grupo en su libro de memorias París era una fiesta, publicado de forma póstuma en 1964. Un año antes, sin embargo, Callaghan había publicado su propio libro de memorias de esa misma época. Bajo el título de That Summer in Paris, las memorias de Callaghan, muy poco conocidas, son un complemento perfecto al libro de Hemingway.
Una de las anécdotas que Callaghan relata en su libro es el combate de boxeo que mantuvo con Hemingway después de aceptar su reto ‒y que dio lugar a una miniserie en 2003‒. Ambos eran aficionados al boxeo y solían ejercer de sparring en el Club Americano de París. Hemingway, que enseñó a boxear a Ezra Pound, era un auténtico peso pesado, grandullón y ancho de hombros. Frente a él, Callaghan era más bajo y ligero, pero contaba con más experiencia. El combate lo arbitró, cronómetro en mano, Scott Fitzgerald, encargado de controlar que se desarrollara en asaltos de un minuto con descansos de dos minutos entre uno y otro.
Callaghan, que tenía más técnica, «elaboró una rutina, entrando y saliendo con izquierdas rápidas a la cabeza», mientras que Hemingway, más rudimentario, «esperaba la oportunidad para darle un único golpe con fuerza». En un momento determinado Callaghan le partió el labio a Hemingway y este se enfadó tanto que le escupió una bocanada de sangre a la cara.
Fitzgerald, por su parte, estaba tan ensimismado con la pelea que olvidó el cronómetro y en uno de los asaltos, en el que Hemingway estaba en clara desventaja, se pasó dos minutos. Después de que Callaghan noqueara a Hemingway con un puñetazo en la mandíbula Fitzgerald se dio cuenta de su despiste y gritó: «¡Dios mío! ¡He dejado que la ronda llegue a cuatro minutos!». Hemingway, que tenía una relación agridulce con Fitzgerald, estaba convencido de que este había dejado pasar más tiempo del permitido para ver cómo Callaghan le humillaba. Según relataría Norman Mailer en 1966 un Hemingway lleno de desprecio contestó al improvisado árbitro: «Muy bien, Scott… si quieres verme noqueado en la puta lona, solo dilo. Pero no digas que has cometido un error».
Hemingway, en cambio, no hace mención a este episodio en sus memorias, lo cual no es de extrañar teniendo en cuenta que París era una fiesta recoge los sucesos que tuvieron lugar entre 1921 y 1926, y el fatídico combate de boxeo se produjo en 1929. Es más, Hemingway ni siquiera menciona a Callaghan por este mismo motivo. Pero, eso sí, Hemingway no estaba hecho para el fracaso y esa derrota, sin duda, tuvo que saberle muy amarga. De vuelta a Estados Unidos Callaghan publicó en el Herald Tribune una crónica del combate donde se ponderaban en exceso sus capacidades para el boxeo. Esa crónica no tardó en llegar a París y se sabe que Fitzgerald mandó un telegrama a Callaghan, en nombre de Hemingway, para que la rectificara. No hubo tal rectificación y Callaghan, cuya obra fue injustamente olvidada, pasaría a la historia como el escritor que noqueó a Hemingway.