The Interview (2014), de Evan Goldberg y Seth Rogen
Por Jordi Campeny.
Un ataque cibernético a Sony orquestrado por el gobierno de Corea del Norte y amenazas a los cines donde pudiera exhibirse la película hicieron que, durante unos días, la productora decidiera cancelar el estreno de The Interview. Su pareja protagonista, James Franco y Seth Rogen, dejaron de dar entrevistas. El mismísimo presidente Barack Obama salió en defensa de la película y de conceptos grandilocuentes como la libertad de expresión, llegando a manifestar que “Sony cometía un error al retirar la película” y que “el gobierno estadounidense respondería a Corea del Norte de forma proporcionada”. Se hizo un breve y tenso silencio. Parecía que el Apocalipsis estaba asomando la nariz justo a la vuelta de la esquina.
Al final, las aguas volvieron a su cauce y todo acabó según lo previsto. Estados Unidos, y el resto del mundo, estrenó The Interview. Con el ambiente y tensiones que la rodearon, obviamente, la gente ha acudido en masa a las salas de cine, y las descargas por Internet se han multiplicado hasta el delirio. Como era de prever, al gobierno de Corea del Norte le salió el tiro por la culata y el número de espectadores está siendo infinitamente mayor de lo que hubiera sido sin este grotesco e inquietante desaguisado.
A lo que importa: ¿merece la película el ambiente casi prebélico que creó? ¿Está a la altura del malestar generado? ¿Es una película realmente punzante y amenazante? La respuesta no podía ser otra: rotundamente no. Todo el conflicto que se generó alrededor de esta mediocre y chabacana sátira política de trazo grueso es tan grotesco y lamentable como la película en sí. La cordura en nuestro mundo está despeñándose por los acantilados, ya lo sabemos. Todo este penoso asunto no ha hecho más que recordárnoslo.
Y es que sobra decir que todos estamos a favor de la libertad de expresión, del riesgo y la provocación. La idea e intenciones iniciales de The Interview son loables: ridiculizar a un tirano y denunciar las penurias a las que somete a su pueblo. El problema es que, más que ridiculizar al régimen comunista de este país, el film en sí resulta ridículo y risible en el peor de los sentidos. Más allá de puntuales hallazgos (que curiosamente son los dardos que dispara contra la cultura pop estadounidense más que los que apuntan a la otredad norcoreana), la película se mueve entre patéticos gags de parvulario alrededor de la figura del tirano Kim Jong-un (reiteradas menciones escatológicas, por ejemplo) y el burdo y previsible estereotipo.
La historia va más o menos así: Dave Skylark (un histriónico James Franco), presentador de un conocido programa sensacionalista de entrevistas, y su productor, Aaron Rapaport (Seth Rogen, codirector de la cinta), consiguen una entrevista exclusiva con Kim Jong-un, dictador de Corea del Norte. Ante tal oportunidad, la CIA les pide un “favor”: asesinar a Kim. El problema es que no son las personas más cualificadas para realizar un magnicidio.
Con este estimulante y provocativo punto de partida, uno esperaba una parodia inteligente, divertida y venenosa. Había artillería suficiente para disparar con tino contra varios blancos: las dictaduras de nuestro tiempo, las calamidades de nuestras supuestas democracias, los medios de comunicación, conceptos como la (ausencia de) libertad de expresión etc. Nada. Ni rastro. The Interview es una suma de gags vergonzosamente pegados al estereotipo; es torpe, chabacana, imbécil y de mal gusto. Tiene, obviamente, momentos cómicos que consiguen arrancarnos sonrisas y alguna carcajada. Pero son exactamente las mismas risas que puede provocarnos, por ejemplo, y perdón por la vulgaridad, una señora ataviada con pieles y joyas de Dior a quien se le escapa un sonoro pedo mientras hacemos cola en el teatro. Éste es el nivel. El humor inteligente brilla por su ausencia. Es una comedia ligera, infinitamente menos satírica y punzante de lo que pretende ser. Se ve, te deja en estado de incredulidad por la nube tóxica y absurda que dejó a su paso, y se olvida.
Es incuestionable que The Interview, en el caso que alguien la recuerde en un futuro, será por lo que creó a su alrededor más que por la película en sí. Sucederá lo mismo (y disculpen la comparación) con la reciente masacre de Charlie Hebdo. ¿Recordaremos en un futuro las viñetas que desataron el espanto, o sólo permanecerán en nuestra memoria las nefastas consecuencias perpetradas por los fanáticos? El mundo está enloquecido y la frontera entre libertad de expresión y respeto a la otredad se halla más difuminada que nunca. El suelo que late bajo nuestros pies parece un campo minado. Hará falta mucha inteligencia y altura moral para seguir enfrentándonos a estos retos. Y el arte, más que nunca, debe saber estar a la altura. O eso, o el precipicio.