Novela

El héroe de nuestro tiempo, de Lermontov

Por David Martínez Garrido (@dmgarri)

Alba Editorial ha publicado recientemente una más que interesante edición de la que se considera la primera novela moderna de la narrativa rusa, y que además, contiene una antología poética del mismo autor. Lermontov escribió a la vez que otros grandes como Gogol y Pushkin, forjando una época dorada de las letras rusas, y preparando el terreno al por entonces adolescente Dostoievsky.

El mismo Gogol reconoció que nadie escribía en Rusia una prosa tan perfecta como Lermontov. Y es que, a pesar de ser un notable poeta y escribir magníficas obras de teatro, su obra cumbre es, sin duda, su única novela, considerada por muchos como el primer paso del romanticismo al realismo. El libro consta de tres partes, en las cuales se describen con incomparable belleza los paisajes del Cáucaso. Su personaje principal, Pechorin, está fuertemente inspirado por el hombre superfluo que su amigo Pushkin retrata poco tiempo antes en Eugenio Oneguin. El mismo protagonista confirma su naturaleza errante y byroniana: «mi alma es inquieta y mi corazón insaciable, todo me parece poco. Sólo me queda un recurso: viajar».

Lermontov reconoce en el prólogo que su héroe es un retrato compuesto por los defectos de su generación. Aunque algunos críticos, han llegado a la retorcida pero no improbable conclusión de que en realidad, Lermontov estaba pintando sobre Pechorin su propio retrato. A diferencia de Lord Byron, las raíces pesimistas de Lermontov habría que buscarlas en la sociedad de la época, donde los escritores soportaban la gran represión de Nicolás I. En el libro justifica la malvada actitud de su personaje, que tendría su fatal origen durante su infancia: «Todos leían en mi rostro el estigma de las malas inclinaciones, que no existían pero que, a fuerza de presuponerlas, terminaron por aparecer». Hay que recordar que, de niño,  Lermontov vivió graves enfrentamientos con sus profesores, propiciados por su genio precoz y una enorme cultura, impropia para su corta edad. Máximo Gorki también explica su condición pesimista: «El pesimismo de Lermontov es un sentimiento real: en ese pesimismo vibra claramente el desprecio a la sociedad que lo origina y lo condena».

Pechorin es sin duda uno de los grandes héroes de la literatura universal, un personaje perverso pero no en la manera clásica. Posee muchos elementos del Don Juan de Lord Byron como la contradicción, el cinismo, el dandismo y la ironía, pero también tiene virtudes nobles y una sensibilidad extremadamente evolucionada. Este contraste de cualidades le convierten en un seductor superlativo, adicto a las hiperbólicos sentimientos que provocan en él las mujeres, a las que concede un peso vital. Junto a ellas, vive emociones que subraya constantemente con un gran lirismo:  «Una chispa eléctrica pasó de su brazo al mío. Casi todas las pasiones comienzan de ese modo». Sus agudas reflexiones y análisis del sexo femenino regalan mucho placer a través de esta deliciosa novela. Pechorin vive grandes pasiones, aunque su corazón nunca se deja atrapar del todo, y al final siempre reniega del matrimonio. «Veinte veces me jugaría la vida a una carta, incluso el honor… pero no vendería mi libertad. ¿Por qué me aferraré tanto a ella? ¿Qué bien me proporciona?».

A pesar de ser un fatalista sin redención, Pechorin mantiene orgulloso un gran amor por sí mismo: «Los ojos, aunque cercados por una sombra oscura, tenían un brillo orgulloso e implacable. Quedé satisfecho de mí mismo.»

Estamos ante una obra maestra absoluta, breve pero intensísima, con un estilo que marcaría las pautas a otros titanes como Dostoievsky o Chéjov. La vida de Lermontov, no es menos extraordinaria que la de su personaje Pechorin. Durante sus últimos años, soportó constantes persecuciones a su alrededor, instigadas por Nicolás I, quien le consideraba un escritor demasiado rebelde y molesto para el régimen. Fue retado a duelo en más de una ocasión y encerrado en regimientos de castigo, donde coincidiría con el crítico Belinski, quien escribiría que había quedado fuertemente impactado por el gran espíritu de Lermontov.

 

 

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