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Entrevista a Irene Gracia por «Anoche anduve sobre las aguas», su nuevo libro

«–Dejaré que te cases con ella si me prometes que entre los dos la corromperemos y la convertiremos en la criatura más obscena y visionaria de la tierra –sentenció su prima Ulla, y miró el símbolo satánico que colgaba junto a la ventana ojival, tras la que se veía el Gran Canal».

Cubierta ANOCHE ANDUVE SOBRE LAS AGUAS:CUBIERTA NARRATIVA
Anoche anduve sobre las aguas, de Irene Gracia.

La escritora madrileña Irene Gracia cursó estudios de pintura y escultura en la Facultad de Bellas Artes de Barcelona. Ha publicado las novelas Fiebre para siempre (Premio Ojo Crítico, 1994), Hijas de la noche en llamas (1999), Mordake o la condición infame (2001), El coleccionista de almas perdidas (finalista Premio de Novela Fundación J. M. Lara 2006), El beso del ángel (2011) y El alma de las cosas (2014). Es también autora de cuentos, publicados en diferentes antologías, y de una abundante obra pictórica. Su obra narrativa la ha consolidado como una de las voces más personales y mágicas de la literatura española reciente. Su nuevo trabajo, Anoche anduve sobre las aguas, lo confirma Con él se ha hecho merecedora del Premio de Novela Breve “Juan March Cencillo”.

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Anoche anduve sobre las aguas. Irene Gracia. Editorial Pre-Textos, 2015. 180 páginas. 13,00 €

Elisa ha decidido renunciar al mundo y a sus tentaciones, buscando el misticismo y el acercamiento espiritual. El convento en el que ingresa será el escenario perfecto para ello. Sin embargo, Bruno, un aristócrata libertino decide secuestrarla para doblegarla a los delirios de la carne… pero sus caminos no acaban de converger, o sólo convergen en el abismo. San Petesburgo y Venecia como escenarios clave de una narración en dos dimensiones donde se cruzan mitos, abismos, espejos, cielos e infiernos… Los personajes se mueven de la mística del vicio a la de la virtud, persiguiendo una misma elevación. Novela envolvente y sensual en la que el Diablo tiene mucho que decir, toda ella atravesada por el rumor de Eros y el anhelo de proyectarnos en horizontes tan amplios como el mismo deseo.

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P.- Ángeles y demonios se enfrentan en tu novela retomando luchas que ya trataste en alguna de tus novelas anteriores. ¿Para escribir sobre ángeles hay que ser muy creyente, o quizás todo lo contrario?

Me considero agnóstica y espiritual al mismo tiempo. Amo los mitos paganos y cristianos porque son el origen de nuestra cultura, además los libros sagrados me parecen obras literarias bellas y complejas. Algunos son tan poderosos e hipnóticos, que los lectores creen que son hechos históricos y verdades absolutas. Los griegos cultos sabían que sus dioses eran símbolos que les elevaba el espíritu, y les ayudaba a comprender los misterios del alma humana. Basta con cambiar la palabra ‘Dios’ por la palabra ‘Conciencia’, para poder leerlos con inteligencia. Freud utilizó mitos para analizar la mente humana. En la historia del pensamiento femenino se encuentran varias religiosas entre las escritoras más antiguas e inspiradas, como Teresa de Jesús, Hildegarda de Bingen, Juana Inés de la Cruz, o María de Cazalla. Resulta paradójico pensar que las pobres mujeres que se encerraban en un convento tenían más libertad para pensar que las demás, pero no es extraño saber que también sufrieron el juicio de los inquisidores.

P.- ¿Cuándo y cómo surgió en ti la pasión por los seres celestiales y por su contrapunto maligno?

Me eduqué en un colegio de monjas, para bien y para mal, donde ‘lo milagroso’ era una realidad para mí. De niña, adoraba a los ángeles, me excitaba imaginar la épica de la primera batalla del génesis y la última batalla del Apocalipsis. Me fascinaban santos que presuntamente levitaron ante testigos como San José de Cupertino y Santa Teresa de Jesús. Mi milagro evangélico favorito era el de Jesús andando sobre las aguas, todavía me parece una imagen surrealista de arrebatadora belleza, por eso la he integrado en el título de mi nouvelle, y en la temática. A los catorce años perdí esa fe, pero tuve la buena suerte de que mi hermano del alma me regalase ‘Así habló Zarathustra’ de Nietzsche, que llenó ese vacío existencial, y me hizo creer en la libertad de pensamiento.

P.- Elisa y Bruno como muestras ejemplares de lo celestial y lo infernal. ¿Cómo nacieron estos personajes? ¿En qué o quienes te inspiraste para dibujarlos?

Elisa es una doncella mística y visionaria dotada con el don de la levitación, que anhela escapar a las graves leyes del cuerpo. Bruno es un caballero asesino protegido por su aristocrático rango, que regresa de las cruzadas sediento de sangre y redención. Bruno padece el extraño mal de carecer del sentido del tacto, y vendería su alma al diablo para sentir la piel. La irracional lógica de Bruno le incita a deducir que el diablo es más accesible que Dios, y convoca al demonio porque necesita probar la existencia de Dios. Elisa no duda en sacrificar la vida de unas niñas inocentes para conservar su virginidad. La primera vez que Elisa siente en su cuerpo la picadura del deseo es cuando se le aparece un ángel pelirrojo, que siempre oculta su rostro. El ángel enigmático de mi nouvelle está relacionado con Eros y con el Diablo, es un ángel maldito, pero es un ángel, y conoce todos los saberes y poderes de los ángeles celestes. Sócrates decía que Eros no es un dios, sino un demonio, un mensajero entre los dioses y los hombres.

Irene Gracia
Irene Gracia. Foto © Pablo Álvarez Mendívil.

P.- Venecia y San Petesburgo… ¿Qué representa estos escenarios en el desarrollo de la historia? ¿Por qué estas ciudades?

Son escenarios ideales para mostrar las construcciones más sublimes y aberrantes del hombre. Son ciudades de agua, áureas y aéreas. Están edificadas sobre millares de muertos, sus cimientos están formados por los troncos de los árboles devastados y por los huesos de los esclavos que las construyeron. Son un sueño y una pesadilla materializados. El círculo del tiempo también está representado como un espacio literario dentro de la nouvelle. Como Elisa desconoce el nombre del ángel deseable, lo llama su Angelus Novus, como el ángel de la historia de Walter Benjamin, con su rostro vuelto hacia el pasado. Pero a diferencia del ángel pintado por Paul Klee, que mira de frente, el ángel que Elisa ve está de espaldas, y su aspecto es clásico, parecido al Eros de las esculturas grecolatinas. El tiempo es circular, y me apetecía jugar con la idea de Oscar Wilde, cuando decía que todo lo moderno proviene de Grecia, y todo lo anacrónico de la Edad Media. En esta época tan confusa, creo que lo más moderno es mirar a la Grecia Clásica, especialmente en Arte. Al construir la nouvelle quise hacer este doble juego: dirigir la mirada desde el presente hacia el pasado, hacia Grecia… Pero retener la mirada en una Edad Media espectral, donde ambiento la mayor parte de la historia.

P.- Renunciar al mundo y a las tentaciones que éste ofrece… ¿Sería posible en una sociedad tan consumista como la que hoy nos gobierna?

La verdad es que a mí las tentaciones que ofrece el mundo me resultan poco tentadoras. Comprendo a Fausto cuando Mefistófeles le ofreció la juventud eterna, o a Dorian Grey por la misma razón. El diablo por lo menos le tienta a San Antonio y a las brujas con el don de volar… Pero generalmente las tentaciones mundanas me parecen bastante vulgares y previsibles. Espero que cuando por fin despertemos de esta pesadilla tan vulgar y criminal, nos atrevamos a vivir otros sueños y otras realidades que realmente sean interesantes y tentadoras.

P.- Misticismo y virtud frente a vicio y maldad… ¿Vivimos en un mundo de extremos?

Elisa profesa la mística de la virtud, y Bruno profesa la mística del vicio. Pero los extremos se juntan como la cara y la cruz de una moneda, y los destinos de los dos personajes al final convergen en el abismo de los sentidos. Elisa y su prima Aura son tan afines y aliadas como Bruno y su prima Ulla, pero los opuestos se atraen fatalmente, como los polos positivos y negativos de los imanes. El dualismo mente-cuerpo, simbólicamente es paralelo a las fuerzas que mueven el mundo. Actualmente no somos tan ingenuos para asociar el bien con lo espiritual, y el mal con lo material. Aunque el marqués de Sade le da la vuelta a la moral, utiliza los viejos conceptos sobre el bien y el mal en ‘Juliette o las prosperidades del vicio’ y en ‘Justine o los infortunios de la virtud’. Se podría decir que Sade y Santa Teresa, cada uno a su manera y de forma opuesta, desean lo mismo: gozar de los deleites supremos. Roland Barthes ya dijo algo parecido al referirse a Ignacio de Loyola.

P.- ¿Cómo puede llegar el hombre actual a una efectiva búsqueda espiritual?

Con ‘Conciencia de especie’. Todo lo que ahora existe, es real porque en el pasado alguien lo imaginó. Los aviones existen porque Dédalo y Leonardo soñaron con volar. La esperanza de vida se ha alargado porque nuestro primer deseo es burlar a la muerte como Orfeo. Quizás el deseo por ser recordado a través de nuestras obras o actos, que late en todas las personas, es la intuición de que en el porvenir se podrá viajar en el tiempo, y los humanos del futuro podrán rescatar del pasado a las personas que dejaron una huella imborrable. ¿Quien sabe? Todo puede ser posible… ¡Atrevámonos a imaginar un futuro prodigioso! Deseo que las personas extraordinarias que vivieron en el pasado puedan volver a vivir en ese futuro imaginario.

P.- Elisa es doblegada… ¿Es la voluntad la parte más débil del ser humano frente al maligno?

Creo que somos una mezcla de los dones con los que hemos nacido, diferentes dosis de buena o mala suerte, y la voluntad. Creo en el destino, y también creo que se puede modificar gracias a la voluntad.

P.- También eres pintora, ¿cómo influye la pintura en tu escritura y viceversa?

Todas las artes son vasos comunicantes. Me inspiro en escritores-pintores como William Blake o Dante Gabriel Rossetti, que combinaron las dos disciplinas artísticas.

P.- Irene, ¿el arte y la literatura son quizá tu religión?

Cierto, y la practico porque me parece la más honesta, ya que advierte a sus acólitos de que es una bella mentira que aspira a la verdad, un espejismo del paraíso. Para mí la Filosofía es el dios más verdadero.

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Por Benito Garrido (@benitogarridog).

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