Trífero, de Ray Loriga
David Martínez Garrido (@dmgarri)
Alfaguara ha reeditado recientemente Trífero, de Ray Loriga. Un libro que fue editado por primera vez en el año 2000 y que, pese a funcionar bastante bien en países como Alemania, en España no cuajó como se esperaba. Tal vez la explicación a este pequeño tropiezo podamos encontrarla en la trayectoria del autor, más que en la propia calidad del libro, que sin duda es altísima.
Los adolescentes y jóvenes que habíamos seguido a Loriga en los años noventa, absorbimos fácilmente su estilo directo y transgresor, y de alguna forma nos sentimos fuertemente identificados con sus historias, que casi podíamos reconocer como propias. Aquellos primeros libros de Ray fueron un auténtico descubrimiento para quienes nos aburríamos con la escritura convencional. No sabíamos que un libro pudiera hacer eso. No pensábamos que un tipo pudiera llegar tan lejos en el territorio de las palabras, y conseguir semejante impacto. Muchos nos quedamos enganchados con su sorprendente y original voz narrativa, convirtiéndole en un escritor de culto. Después de publicar Lo peor de todo, Héroes y Caídos del Cielo (novela que él mismo llevó al cine), Ray Loriga se había convertido en un rebelde literario a la manera de Kerouac y Bukowski.
Después de dirigir su primera película, venía Loriga de adentrarse en la ciencia-ficción con una novela ultramoderna (Tokyo ya no nos quiere) en la que se volvía a replantear la estructura de la narración usada hasta el momento, con frases impactantes y múltiples ramificaciones filosóficas. A pesar de suponer un cambio de registro (en realidad todos sus libros lo son) lo recibimos con agrado. Era una pirueta asimilable. Un libro repleto de viajes, sexo y concepciones futuristas, que cualquier fan en busca de transgresión podía digerir y disfrutar.
Y de repente, allá por el año 2000, se editó su esperada novela Trífero. Todos los críticos que calificaron el libro, hablaron de referencias fuertemente clásicas. Muchos seguidores nos sentimos bastante perdidos. La fotografía antigua de la portada encendía las luces de alarma de mi mente adolescente. Una captura de Frank Cappa (que además de ser una magnífica imagen, ofrece un perfecto resumen del libro) mostraba a un hombre elegante en un equilibrio imposible. Aquella portada no hacía sino confirmar las raíces clásicas del libro.
Al leerlo, me topé con un tipo de historia que no esperaba, y en aquel momento no pude valorar bocado tan exquisito. Esto no era un cambio de registro, era un salto al vacío, un bandazo, una curva cerrada. A pesar de la desilusión y la extrañeza, leí el libro con gusto. Resultó entretenido y divertido, pero al terminarlo tuve la sensación de no haber colmado todas mis expectativas, y mis ansias quedaron ligeramente insatisfechas. Mi primitiva mente no había captado la esencia de esta joya.
Recientemente he releído Trífero , y debo confesar que este libro fue injustamente recibido por mí y por muchos otros loriguianos. Es uno de sus libros más libres y, probablemente, está entre sus mejores obras. Está escrito con mucho mimo, es estilísticamente impecable, es divertido, con personajes exagerados pero sólidamente construidos. Se sitúa a medio camino entre la tradición del género y la innovación literaria. Trífero es un híbrido, un hito histórico que modificó por completo el lenguaje literario en España, adaptando elementos clásicos a una narrativa avanzada y contundente. Posee la malicia de Nabokov pero su estilo es mucho más fluido. Su escritura pulcra y cuidada, y sus constantes buenos momentos rítmicos, recuerdan mucho a escritores de la inestimable talla de Virginia Woolf o Truman Capote.
El protagonista, Saúl Trífero, representa a un pícaro renovado, un buscavidas, un farsante, un hombre de tres caras, con el que es fácil simpatizar, y su historia de amor con la patinadora de hielo es sencillamente deliciosa. La dulce Lotte es una creación irresistible y seductora, y las situaciones y los viajes que recorren las páginas del libro llegan a ser apoteósicas.
Qué duda cabe que Loriga, al escribir este libro, sufrió muchos riesgos. Pero al hacerlo, pudo conseguir ampliar su campo de batalla a otras generaciones y otros ámbitos. Se confirmó como un autor multidisciplinar, sacudiéndose las etiquetas que le adscribían al realismo sucio o a la generación Beat. Fue una apuesta honesta. En sus siguientes novelas, el estilo seguiría evolucionando, pero aquí nos encontremos con el cambio más brusco de su carrera, y con la novela que más influenciaría al resto, incluso a sus libros juveniles. También hay que recordar que este fue el primer libro en el que hizo uso del humor abiertamente. Quizá no de una forma tan delirante como en su reciente “Za Za, emperador de Ibiza”, pero sí tiene muchos retazos cómicos. De alguna forma, Trífero es el padre de Za Za, y merece revivir en una secuela.