Nat Tate 1928-1960. El enigma de un artista americano
Por Inmaculada Real.
La figura del desconocido Nat Tate queda testimoniada en un breve ensayo que el escritor William Boyd ha realizado sobre el pintor neoyorquino dentro de la denominada “novela de artista”. Prologada por Francisco Calvo Serraller, el autor del libro nos acerca a conocer la trayectoria enigmática que envolvió una vida azarosa cuyos orígenes están envueltos en la misma sombra del desconocimiento que el final de su existencia.
Sin embargo, la huella del olvido tiñe, a su vez, una producción artística que pese a enmarcarse en la reconocida Escuela de Nueva York, donde William Boy lo relaciona como “presunto miembro”, brilla por su ausencia en los estudios publicados. El motivo por el que se acusa este evidente desconocimiento se debe, según el autor, a que el propio artista premeditó su propia autodestrucción, pero no sólo de su vida, sino también de su obra. Uno de los factores a los que el autor atribuye el inicio de su declive vendría determinada tras el estado de insatisfacción impuesto por el propio Nat Tate ante su obra después de contemplar y conocer en París a Georges Braque y su pintura.
La tragedia envolvió y protagonizó esta suculenta vida que se inscribió en el ámbito del expresionismo abstracto de los años cuarenta y cincuenta. Conoció y se codeó con los artistas más consagrados de este periodo, como Jackson Pollock, De Kooning, Rothko, entre otros, muchos de estos coincidieron en el fin nefasto impuesto por ellos mismos.
El suicidio terminó con la vida de este protagonista cuyos excesos con el alcohol ya habían previamente comenzado a pasar factura en su obra. En palabras de Logan Mountstuart, cuenta cómo:
“Nat se plantó ahí contemplando los dos paneles bebiendo, y luego atacó literalmente el enorme lienzo con un pincel grueso y tubos de cadmio amarillo trazando grandes franjas de color. Me pareció bastante trastornado. Me fui al cabo de una hora con mi naturaleza muerta y aún estaba en ello, tratando de quitar con un trapo buena parte de lo que había hecho y luego volviendo a hacer lo mismo con decisión, esta vez en negro y verde“.
Una de las escasísimas obras que se salvaron de la destrucción fue expuesta en 1997 en la galería neoyorquina Alice Singer, en aquella ocasión William Boyd vislumbró en esta muestra colectiva el dibujo a tinta y collage Puente nº 122. Este reencuentro entre el autor de la biografía y el trabajo del protagonista, es el punto de partida de un breve análisis de la fugaz trayectoria que, sin embargo, fue dilatada en cuanto al vaivén de las experiencias vividas.