De pensamientos, delirios y alucinaciones
La gente creía confesarse más con las palabras que con la mirada. Y por más que los clientes hablaran y hablaran, mucho más decían con la mirada (que creían secreta).
Empiezo mi artículo transcribiendo un fragmento del pensamiento del Sr. Silva, el protagonista de “La ciclista de las soluciones imaginarias” de Edgar Borges. Durante estos últimos días he estado leyendo esta interesante obra y reflexionando sobre el modo en el que comunicamos los pensamientos de los personajes de nuestras obras.
¿Cómo pensamos? ¿Cómo podemos reflejar la complejidad de nuestro pensamiento en una novela? Sabemos que una novela hay una parte de realidad y una de ficción, pero… ¿Cómo podemos crear la ficción a partir de la realidad en lo que a pensamientos se refiere? ¿Qué riesgo corremos como autores al proyectar nuestro pensamiento al protagonista?
El proceso de pensamiento es muy complejo y sofisticado, no por nada somos la especie animal con el cerebro más grande, más complejo y más efectivo del planeta. Podemos pensar de muchas maneras diferentes. Hay quien piensa en palabras ya que su área del lenguaje presenta cierta dominancia. Posiblemente la mayoría de escritores lo hagan así, pero no olvidemos que hay muchas más maneras de pensar. Algunas personas piensan predominantemente en imágenes, otras en sonidos y algunas más lo hacen mediante sensaciones, lo que añade cierta complejidad a la hora de comunicar nuestros pensamientos. Si volvemos a la novela, veremos que el Sr. Silva, su protagonista, piensa en palabras, pero en muchas ocasiones también lo hace en imágenes. He aquí un nuevo elemento que añade complejidad a nuestra narración: la mezcla de canales. En este caso Edgar Borges resuelve este dilema de una manera magistral valiéndose de su habilidad para crear un recurso literario que añade tensión y riqueza a la trama. Cuando el Sr. Silva piensa en el pasado lo hace en imágenes, pero cuando piensa en el presente lo hace en palabras, lo que nos permite ubicarnos perfectamente en el tempo de la novela.
El tema del pensamiento es rico y complejo ya que además de pensar de modos muy distintos, somos capaces de pensar en paralelo. Es decir, no solemos pensar primero una cosa y después otra, sino que somos capaces de llevar varios temas a la vez. Ante una determinada situación, como por ejemplo en cualquiera de las conversaciones que mantiene el Sr. Silva con Oscar en su bar, podemos registrar inputs a partir de nuestras sensaciones que nos generan diferentes itinerarios de pensamiento. Como si de un ordenador se tratase, somos capaces de ir abriendo ventanas y de ejecutar varios procesos en paralelo sin ser conscientes de todos ellos. De nuevo he de reconocer la excelencia con la que Edgar ha ilustrado este complejo concepto.
Recuerda, cuando le des voz a los pensamientos de los personajes de tu novela no olvides que pensamos en paralelo y que debemos mezclar, guardando un cierto orden, los diferentes inputs sensoriales que está percibiendo nuestro protagonista así como los pensamientos que le sugieren.
Finalmente hay un tercer elemento que complica nuestra tarea de darle forma inteligible a los pensamientos de una persona en una novela. Nuestro protagonista puede pensar acertadamente o no. Cuando no pensamos acertadamente se está dando un proceso de desconexión de la realidad que puede desembocar en un delirio o incluso en una alucinación.
Entonces, como podemos diferenciar una delirio o una alucinación de la realidad. Es más, ¿Debemos diferenciarlos? Edgar Borges juega con la confusión, lo que genera una interesante tensión narrativa. Este recurso es interesante, muy interesante y nos permite enriquecer la trama de nuestra obra. No puedo hacer nada más que quitarme el sombrero y reconocer la maestría con la que Edgar ha trabajado y mezclado los delirios y alucinaciones con la realidad. Es sorprendentemente acertado. A lo largo de mi experiencia clínica he visto a muchas personas con delirios y alucinaciones y hay algo que cuesta mucho de entender si no se ha vivido de cerca, que es el áurea pre y post episodio de desconexión o episodio psicótico. Edgar describe con gran acierto y los momentos previos y posteriores, la confusión asociada, tanto del protagonista como de su entorno, la intensidad emocional, la lucha por intentar discriminar la realidad de la ficción. Pero es más, Edgar es capaz de jugar con ello y confundirnos de la misma manera que lo está el Sr. Silva. Genial, simplemente genial.
Una cosa más, destina un minuto a analizar los riesgos que corres al compartir los pensamientos de tus personajes. Si has leído bien, riesgos…Uno de los errores que me encuentro con más frecuencia en mis lecturas de ficción es que a menudo los autores damos demasiadas cosas por supuestas. Cuando estás escribiendo tienes un universo en tu mente, a menudo, resulta fácil olvidarte que tu universo no está en la mente del lector por lo que dejas demasiados elementos implícitos.
Otro error que leo con cierta frecuencia consiste en ir al grano sin haber puesto en contexto al lector. A introducimos un pensamiento importante o intenso sin haber proporcionado el contexto o el clímax adecuado, por lo que puede pasar desapercibido.
En otras ocasiones podemos perdernos en los detalles, podemos abrir demasiadas ventanas sin acordarnos de que nuestra capacidad de atención y memoria es limitada. Cuidado, a veces enriqueces, pero a veces podemos despistar a nuestro lector. Es más, incluso podemos darle más peso a algo accesorio que a algo importante.
En cualquier caso, querido autor, antes de plasmar un pensamiento de alguno de los personajes de tu obra, esquematiza bien que es lo quiere transmitir y piensa en cuál es la mejor manera para transmitirlo…dar cosas por supuestas, ir demasiado al grano, perdernos en detalles, incrementar la complejidad o dejar os cosas importantes como implícitos.