J.R.R Tolkien, el señor de las sagas literarias
Por Pilar Martínez.
El señor de los anillos llegó a nuestras manos en un tiempo en el cual, el mundo de la escritura perdió su afición y fe en las sagas literarias. A raíz de este nuevo tesoro novelístico, “La tierra media” se convirtió en el hogar de muchas almas y mentes enamoradas del arte de la literatura, “Sauron” en el enemigo más temible, y “los hobbits” en aquellos compañeros de viaje que todos y cada uno de nosotros querríamos tener.
El resurgir tanto del género maravilloso, como de las a veces olvidadas sagas literarias, se debió al empeño y talento de uno de los más conocidos escritores, filólogos y poetas del siglo XX. A lo largo de su vida, J.R.R Tolkien creó algo más que un gran número de obras, fue el causante del nacimiento de un nuevo mundo, un universo mágico que llegó a desafiar, y hoy en día desafía, nuestra credibilidad.
En este grandioso universo creado por Tolkien, todo tiene una inigualable profundidad histórica, derivado de ello encontramos el característico rasgo épico con el que el auto dota a la mayoría de sus obras. Desde el principio hasta la última página de la obra de Tolkien se nota la semejanza con la providencia divina. Tolkien juega a ser dios, y determina los destinos de todos sus personajes.
Una lectura más concienzuda y técnica de las obras de Tolkien podría mostrarnos algunas de sus debilidades, por ejemplo, la pobre descripción de las expresiones de los rostros. Sin embargo, todo lo anterior no es nada, en comparación con el genio inventivo de su escritor, que fue capaz de crear en transcurso de su vida lo que muchos pueblo demoran miles de años en hacer, arquetipos de casi todos y cada uno de sus personajes, como por ejemplo el de Gandalf. Si bien es cierto que el prototipo de mago a lo largo de los años fue el de Merlín, a Tolkien solo le bastó un par de años para posicionar a Gandalf en lo alto del podio, convirtiéndolo en el mago por excelencia.
A pesar de su escasa productividad literaria -producto de su desorganización y pereza -, le bastó “El señor de los Anillos” para transformarse en un escritor de categoría. Fue tal el éxito de esta saga que superó con creces a su precuela “El hobbit”, la cual surgió como un cuento para niños; supuestamente independiente del mundo y de la mitología que había creado, pero que en última instancia, tuvo cabida en la historia de la Tierra Media.
De la misma manera “El señor de los anillos” se convirtió en una historia épica la cual recogió muchos de los aspectos mitológicos de la cosmogonía creada por Tolkien años atrás, y los evoca a lo largo de las aventuras de los hobbits y la comunidad del anillo como recuerdos de épocas pasadas. La obra, separada en tres extensos volúmenes, narra la historia de la destrucción del Anillo Único, posesión del Señor Oscuro, ahora en manos de Frodo Bolsón, quien lo recibió de Bilbo, quien a su vez encontró el anillo mágico en una de sus aventuras narradas en “El Hobbit”.
A su autor le tomó por sorpresa el enorme entusiasmo que convirtió a este libro en un verdadero culto. En 1967 lo asediaban fabricantes de juguetes, jabones, compañías de cine y otras empresas que querían capitalizar la locura por sus personajes mitológicos. Él rechazaba todas las proposiciones. En estados Unidos e Inglaterra se formaron agrupaciones con sus miles de admiradores, los que incluso realizaron diversas fiestas de disfraces para celebrar el cumpleaños de los seres mágicos creados por Tolkien.
Sin lugar a dudas frente a nuestros ojos se erige un auténtico fenómeno de masas, una verdadera locura literaria, y uno de los mayores éxitos novelísticos de los últimos años. Gracias J.R.R Tolkien aprendimos cómo las obsesiones pueden transformar a las criaturas más nobles, cómo la ambición puede ser el ingrediente básico para una auténtica catársis personal, y cómo la pluma y el papel puede ser una de las armas más poderosas y movilizadoras del mundo.