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La hora de los adioses

 

Por José Luis Muñoz.

ANITA EKBERG¿Cuándo se mueren los actores, si es que se mueren, porque siguen brillando en las películas que interpretaron y que seguimos viendo? 2015, este año que acaba de nacer, está siendo especialmente terrible en muertes anunciadas mientras, al mismo tiempo, Hollywood planea entregar un Óscar honorífico, in extremis, a Maureen O’Hara, la hermosa pelirroja que fue tantas veces pareja de John Wayne. La volcánica irlandesa, de 94 años de edad, conocida como La Reina del Tecnicolor y que se retiró del cine en 1991, será sin duda uno de los platos fuertes de esa feria anual de las vanidades cuando recorra la alfombra roja y salga al escenario a recoger la estatuilla.

El pasado 7 de enero, un día después de Reyes, la Parca se llevó a Rod Taylor a la edad de los 84 años. El actor australiano, que se especializó, sobre todo, en films de acción como Último tren a Katanga de Jack Cardiff, y en westerns como Chuka de Gordon Douglas, y hasta en algún film de autor como Zabriskie Point de Michelangelo Antonioni, que será recordado sobre todo por su papel en Los pájaros de Alfred Hitchcock, se despidió del cine con un cameo de lujo en Malditos bastardos de Quentin Tarantino que lo convenció para que encarnara a Winston Churchill.

Cinco días más tarde moría un mito cinematográfico, que no una buena actriz, llamada Anita Ekberg, conocida con el sobrenombre Anitona por sus dimensiones físicas. Esta sueca volcánica y exuberante, que murió en Italia, pasará a la historia del cine, está ya en nuestro imaginario, gracias a su famoso baño en la Fontana de Trevi de la mano de Federico Fellini en esa obra maestra del cine que fue La dolce vita al lado del mayor seductor de la historia del séptimo arte, Marcello Mastroianni. La musa sueca respondía perfectamente a los fantasmas eróticos del director italiano amante de la desmesura carnal. La carrera de Anita Ekberg que incluyó algún western simpático como Cuatro tíos de Texas de Robert Aldrich con el clan Sinatra, o su intervención en Guerra y Paz de King Vidor, se disolvió en Italia con películas de serie B, o Z.

Jack Nicholson no ha muerto, pero, según parece, padece una enfermedad que lo incapacita para su actividad como intérprete. Quien, en tantas películas, sobre todo a raíz de su intervención en Alguien voló sobre el nido del cuco de Milos Forman y El resplandor de Stanley Kubrick, se especializó en personajes mentalmente desequilibrados, padece Alzheimer. Si se confirma tan terrible dolencia el cine perderá, en vida, a uno de sus intérpretes más extraordinarios y carismáticos, un actor que siendo siempre él mismo llenaba la pantalla con su personalidad arrolladora.

2015 empieza muy mal.

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