Gabor (2014) una película documental, de Sebastián Alfie

Por Arnau Palou

Gabor de Sebastian Alfie –una de esas películas obligatorias para quien reconozca el cine como su casa («la casa común»)– ha sido seleccionada para los VII Premis Gaudí para optar a mejor obra documental. El film ya había sido distinguido con varios premios y ahora, el 1 de febrero, sabremos si gana este galardón, la más importante de las distinciones para el cine catalán. Entre los distintos premios que ya ha recibido Gabor, cabe destacar el del  mejor documental español y el premio Canal + del festival Documenta de Madrid; o el premio del público y el del mejor director, en el Festival de Málaga 2014. A nivel internacional, fueron premiados como uno de los cinco mejores documentales en el Heartland Festival de Indianápolis.

El documental rinde homenaje a la figura de Gabor Bene, un director de fotografía húngaro, antiguo contrabandista de zapatillas de deporte, que se quedó ciego y dejó de rodar. En la actualidad vive en España dónde vende cámaras de vídeo, junto con otros materiales cinematográficos. La historia de cómo un día  se  le aparece  Sebastián Alfie, director de cine freelance residente en Madrid, y le propone filmar un corto publicitario con él para la fundación Ojos del Mundo es la excusa para contar la ceguera de una manera distinta, para mostrar la diferencia entre ver y no ver.

Se trata de una especie de making off donde el director es el narrador y protagonista activo  de esta historia hilvanada a partir de un guión de estructura clásica.  Sebas quiere  filmar, desde la mirada de un ciego, un corto sobre el programa Ojos de Bolivia, entre la ciudad de la Paz y el municipio de El Alto.

En ese formato, el cómo se hizo se transforma en el relato principal, y el qué, es decir, el  resultado final del video promocional, se plantea como el objetivo de la trama. En otras palabras, el encargo de la fundación se convierte en  la búsqueda de Sebas y Gabor en esta  aventura sin clichés.  Tanto el formato como el contenido funcionan, consiguen  conmover al espectador.

En cada fotografía, escena y acto se mantiene la energía y el ritmo no decae. El director sabe dosificar la información de manera lúcida, generando  expectativa durante toda la obra. En este sentido, la banda sonora le va como anillo al dedo. Aunque aparezcan complicaciones técnicas, desacuerdos de opiniones o tristes diagnósticos médicos, el tono de humor predomina en  el rodaje.

Las fuerzas antagonistas no paralizan la determinación del equipo. Lo consiguen. Filman un video promocional emotivo y, de paso, construyen una gran  película sobre un fragmento de la historia de vida de Gabor. Un personaje digno de rendirle tributo con este documental. Porque el cine es su casa y él, como nadie, la sabe iluminar.