¿Robó Conan Doyle El sabueso de los Baskerville y cometió un asesinato para encubrirlo?
Por Alejandro Gamero (@alexsisifo)
Pocos personajes han calado tan profundamente en la literatura universal como Sherlock Holmes y pocos escritores han influido en un género como Arthur Conan Doyle en la novela policíaca. Tanta importancia tuvo el personaje y tanto éxito le reportó que cuando decidió hacer aquello que tanto tememos los lectores, matarlo, recibió miles de cartas de admiradores para que le devolviera a la vida. Esto, unido a la presión de los editores, hicieron que Conan Doyle se viera obligado, en contra de su voluntad, a retomar las aventuras de Holmes y Watson en una de sus novelas más importantes, El sabueso de los Baskerville.
Sin embargo, la sombra de un crimen digno del mismísimo Holmes se cierne sobre la génesis de esta novela. Existe una teoría que dice que Doyle le habría robado la novela a otro escritor –y periodista– llamado Bertram Fletcher Robinson –sumándose así a la ignominiosa lista de autores plagiadores– y que posteriormente le habría envenenado para evitar ser acusado. Se sabe que Robinson, de hecho, ayudó a Doyle en la redacción de la novela, aunque su grado de participación no está del todo claro.
Entre marzo y junio de 1900 Doyle sirvió como médico voluntario en el Hospital de Campaña Langman en Bloemfontein, en Sudáfrica. De vuelta a Reino Unido desde Ciudad del Cabo Doyle coincidió en el barco con Robinson. Según la versión oficial, a lo largo de innumerables jornadas de viaje Robinson relató a Doyle una leyenda de perros fantasmales sobre el escudero Richard Cabell III, una narración a partir de la cual Conan Doyle escribiría El sabueso de los Baskerville.
Supuestamente Doyle quiso que el libro se publicara con el nombre de ambos, pero a los editores no les gustó la idea por miedo a que Robinson robara protagonismo a Doyle, la estrella principal, así que todo quedó en una sencilla y breve nota de agradecimiento que apareció solo en la primera edición de la obra. La dedicatoria decía: «A mi querido Robinson: fue su narración de una leyenda de la parte oeste del país lo que, por primera vez, hizo que la historia de este relato comenzase a surgir en mi cabeza. Por eso, y por toda la ayuda que me ha prestado durante la evolución de la novela, le doy las gracias. A. Conan Doyle». En ediciones posteriores, sin embargo, la referencia fue eliminada, quizá para eliminar cualquier sospecha del robo.
La teoría empezó a tomar cuerpo en 1989, cuando el psicólogo jubilado Rodger Garrick-Steele se mudó a Park Hill House en Ipplepen, Devon, donde había vivido el propio Robinson y donde se inspiró El sabueso de los Baskerville. Un día una fotografía que estaba colgada en la pared del salón y en la que aparecía Conan Doyle de niño se cayó de repente el suelo, sin ninguna razón aparente. Garrick-Steele interpretó ese fortuito accidente como una señal de que el fantasma de Robinson –o algún otro– trataban de comunicarse con él para revelarle el verdadero origen de El sabueso de los Baskerville. A partir de ahí y durante los siguientes once años el psicólogo desarrolló una investigación que le llevó a concluir que El sabueso de los Baskerville era una copia de un libro escrito por Robinson un año antes titulado Una aventura en Dartmoor, con el que presenta sorprendentes similitudes. «Debió ser extremadamente amargo para Robinson ver como su amigo se aprovechaba de su trabajo mientras que el nombre de su jardinero, Harry Baskerville, aparecía en la portada con letras de oro», dice Garrick-Steele.
A Conan Doyle, pues, le interesaba asesinar a Robinson para evitar que se conociera el secreto, algo que supuestamente no pudo hacer hasta seis años después de la publicación de El sabueso de los Baskerville. La hipótesis de Garrick-Steele incluye, además, un romance secreto de Conan Doyle con la esposa de Robinson, Gladys Robinson. Frustrada ante la imposibilidad de tener hijos con su legítimo marido, Galdys comenzó una relación con Doyle cuando este estaba casado con Louise Hawkins, que con frecuencia se veía obligada a estar recluida en casa aquejada de tuberculosis. Todo parece apuntar que a los dos les interesaba deshacerse de Robinson.
Robinson, que hasta el momento de su muerte tenía una salud de hierro, falleció a los 36 años el 21 de enero de 1907, oficialmente de tifus. Según el investigador Doyle contaba con los conocimientos médicos necesarios para envenenar a Robinson de forma discreta y eficaz –aunque su muerte también se atribuye a la maldición de un artefacto egipcio–. El veneno en cuestión, suministrado por Gladys, sería el laúdano, una sustancia que provocaba unos efectos similares a las fiebres tifoideas. La confusa versión de la muerte de Robinson ofrecida por Gladys y el hecho de que no llamara a ningún médico no hacían sino acrecentar el misterio. El jueves 24 de enero tuvo lugar el funeral de Robinson, al que acudieron importantes figuras de la época, con la notable ausencia de Conan Doyle, que en ese momento se encontraba muy ocupado haciendo campaña para la liberación George Edalji de la prisión. Aunque el escritor no dejó de mandar una ofrenda floral al servicio fúnebre con un mensaje que decía: «En amoroso recuerdo de un viejo y valorado amigo de Arthur Conan Doyle».
En el año 2000 Garrick-Steele solicitó al Ministerio del Interior y a la diócesis de Exeter un permiso para exhumar los restos de Robinson, enterrado en la Iglesia de San Andrés, en Ipplepen, Devon, y determinar la verdadera causa de su muerte. Sin embargo, en 2008 la diócesis de Exeter denegó la petición de Garrick-Steele. Para Sir Andrew McFarlane, canciller de la corte eclesiástica, la investigación de Garrick-Steele era algo ridículo.
Una opinión parecida es compartida por entusiastas y estudiosos de Sherlock Holmes. En general, la teoría del veneno está descartada, aunque se suele reconocer que el papel desempeñado por Robinson en la creación de El sabueso de los Baskerville ha sido subestimada. Para Heather Owen, miembro de la Sociedad Sherlock Holmes, la teoría es «muy poco probable y descabellada». Sobre su posible infidelidad añade: «Su vida amorosa ya era bastante complicada, pero fue fiel a su esposa moribunda. Tuvo una intensa aventura, aunque platónica, con Jean Leckie, que se convirtió en su segunda esposa. Ellos estuvieron felizmente casados el resto de sus vidas».