«Cita con los clásicos», de Kenneth Rexroth

Por Ignacio G. Barbero.
rexroth clásicos PEQUE

“La vida como comedia puede aprenderse, pero como tragedia solo puede asumirse”- K. Rexroth

La aparición de listas con los mejores libros del año 2014 es el pan nuestro de cada día desde hace varias semanas. Por un lado, los suplementos culturales más afamados y las revistas literarias de mayor tirada presentan las suyas; por otro muchos/as amantes de la lectura exponen, a título personal, sus preferencias bibliográficas. Difícil es que varias -mejor dicho: algunas- de esas obras venzan a la pujante y caudalosa corriente del olvido de los/las que las han elegido; tiempo mediante, muchas serán pasto de los lugares más recónditos de sus estanterías. Y nuestra memoria, la de aquellos/as que habíamos buscado en esas listas nuevas lecturas y quizá las habíamos hallado, nos jugará la misma pasada: casi ninguno de esos escritos formará parte de nuestra vida para siempre o nos impondrá una relectura. Casi ninguno se convertirá en clásico.

Los que pasan el difícil corte y alcanzan esa condición, los libros que terminamos pero nunca acabamos, que releemos una y otra vez, son espejos de nuestra identidad, lugares que nos permiten encontrarnos. Hablan elocuentemente de nosotros, sus palabras -y la manera en que están articuladas- definen nuestros intereses y desvelan qué queremos, qué odiamos, qué nos resulta indiferente; en definitiva: cuál es la cosmovisión que alumbra nuestra presente comprensión de la realidad. Leer cada uno de esos incunables propios e intransferibles supone una cita con nosotros mismos, con lo que somos y lo que podemos ser.

Estas confluencias, bellas y perturbadoras a la vez, se muestran en todo su esplendor en la obra que nos ocupa. En ella, el magnífico ensayista norteamericano Kenneth Rexroth hace un recorrido intelectual, breve y profundo, por varios libros que considera clásicos. Con amenidad y una gran capacidad de síntesis describe las cualidades más destacadas de esos escritos y el contexto cultural en el que fueron creados. La aguda inteligencia que el autor manifiesta en esta tarea se hace más palpable y meritoria cuando contemplamos los muy distintos pelajes de las obras tratadas, que abarcan desde el Poema de Gilgamesh al “Príncipe” de Maquiavelo, desde la “Ilíada” y la “Odisea”, de Homero, a la poesía de Du Fu; del “Beowulf” y la “Saga de Njal” a las “Memorias” de Casanova, del Libro de Job a la obra en verso de Baudelaire, de la épica del Mahabarata indio a los Diálogos de Platón, etc.

La intensidad y contenido de los comentarios expresan con diáfana claridad la fe de Rexroth en el poder enriquecedor de la lectura y en la capacidad de la cultura para ser fuente de mejora moral. Este humanismo progresista va de la mano de una concepción pesimista del mundo y la existencia. La vida no tiene ni “merece” un sentido: nos arroja como una efímera piedra al espacio circunstancial, que no deja de agitarnos e imponernos sus condiciones. Ahora bien, las creaciones clásicas, supremas, que son más allá de toda eventualidad, y, además, la sencilla compañía de los demás, son bienes comunes que iluminan un mundo violentamente hostil. Estas tesis tiñen la obra de un tono bellamente trágico, como se puede observar en esta selección de fragmentos:

  • “Llevamos casi tres mil años leyendo a Homero, y millones de personas le siguen leyendo hoy en día porque retrata a los hombres inmersos en un mundo tenebroso de circunstancias absurdas en las que la única luz que existe para cada cual es su semejante, y en las que todos lo son para el conjunto”.
  • «En Vidas Paralelas, Plutarco nos emplaza a creer que sus personajes han llegado a lo más alto porque nunca son mezquinos. No se puede decir que eso sea del todo falso, aunque se oponga diametralmente a los hechos. Pertenece a esa clase de verdades que, como la «Escuela de Atenas», la Sinfonía Júpiter o la Pasión según San Mateo, dan a la vida un sentido que esta no merece en absoluto”.
  • [A propósito de las «Memorias» de Casanova] “Estuvo apasionadamente enamorado de un presente efímero que había perecido hacía mucho tiempo. El mazo de la mortalidad golpea de continuo y va dictando un juicio moral sobre la existencia, a decir verdad, el juicio por excelencia: el de lo amoral».
  • [A propósito del «Príncipe», de Maquiavelo] “Él fue el primero en comprender que la historia no va hacia ningún sitio, que se reduce a lo que sucede, y que los únicos valores que operan en ella son los del bien común, es decir, los del bienestar elemental de hombres concretos. Ni la historia ni la política son lógicas».

La falta de sentido y lógica de la vida nos asfixia a cada momento. Por ello, entre otras cosas, hacemos listas: seleccionamos, ordenamos y justificamos nuestras preferencias. Otorgamos un valor definido a los elementos que las componen. Enfrentamos a la realidad el orden de un gusto innegociable con el caos y la estabilidad de una identidad personal y única que no se somete -sin luchar- a las circunstancias. Un acto que, en el fondo, resulta tan trágico como cómico.

Kenneth Rexroth nos lleva amablemente de la mano por los tragicómicos bosques de toda naturaleza humana (en este caso, la suya) mediante los libros que él ha elegido. Quizá descubramos alguno que se convierta en clásico para nosotros. Quizá no. En cualquier caso, la caminata habrá merecido la pena.

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«Cita con los clásicos»
Kenneth Rexroth
Pepitas de Calabaza, 2014
336 pp. , 21€

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