Por Horacio Otheguy Riveira

Perdona si te mato, amor, de Carlota Pérez-Reverte, es un policiaco humorístico atravesado por el disparate permanente. Un juguete cómico escrito con escaso vuelo y carente de personajes atractivos como manda la gran tradición de la comedia policiaca española. Sin embargo, en manos del director Castrillo-Ferrer y su encantadora troupe de comediantes, la función tiene de todo para parodiar con eficacia al más enrevesado policiaco. Recomendable para amantes del disparate cómico-festivo.

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Arranca con un espléndido toque de cine, con una presentación como de comienzo de película, y el enlace de las situaciones tiene un riguroso homenaje al clásico teatro humorístico-policiaco español en los detalles de época alterados, que lo mismo avanzan sobre años 50 que 60 con toque de época actual.

Los maestros Jardiel Poncela y Miguel Mihura, con sus herederos Alfonso Paso y Alonso Millán les miran con cierta complacencia, pero no tardan en abandonarles porque el texto es muy pobre y los personajes tan anodinos como poco graciosos. Les falta lo que todo gran teatro (y la buena comedia es gran teatro: aviso para prejuiciosos tenaces) ha de tener: gente interesante entre conflictos que dan risa, aunque podrían ser al mismo tiempo dramáticos.

En el texto de este Perdona si te mato, amor no hay nada realmente valioso, salvo una que otra situación chispeante. Conociendo la trayectoria del director Alberto Castrillo-Ferrer (Al dente, Cabaré de caricia y puntapié, Feelgood), un experto en el género, puedo ver con asombro y admiración el juego que saca a situaciones tramadas con el fuego incesante del teatro-circo y la comedia trepidante con guiños a los maestros citados, aquellos autores sensacionales de obras como Eloísa está debajo de un almendro, Los habitantes de la casa deshabitada, Melocotón en almíbar, Maribel y la extraña familia, Usted puede ser un asesino, El caso de la mujer asesinadita, Vamos a contar mentiras, Cianuro, ¿sólo o con leche?…: sin duda, la autora tiene de donde aprender a forjar emociones divertidas. En este caso ha tenido la enorme suerte de contar con un equipo que la deja bien parada porque potencia y desarrolla lo que el texto apenas apunta.

 

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Entre los muchos hallazgos de esta puesta en escena destacan la feliz simultaneidad de secuencias, la creación de varios personajes por la mayoría de los actores, la escenografía y la iluminación que facilitan el juego de cruce de caminos tan bien logrado, y una coordinación casi coreográfica entre los actores que hace posible un entrelazado permanente de encuentros y desencuentros bufonescos, a ratos circenses que permiten un lucimiento de situaciones que, en el papel, son demasiado convencionales.

Entre la eficacia del conjunto de intérpretes destaca ampliamente la ductilidad de Nacho Rubio como un pícaro que abre y cierra la función, y a la vez un fiscal con apuesta filigrana de falso asesino; Javi Coll (inolvidable en Feelgood con un soberbio personaje) en un policía uniformado con rendido homenaje —en la primera parte— al gran López Vázquez: admirable juego que va más allá de una imitación, lo borda, y me conmueve por lo mucho que admiré al ya fallecido gran actor; Silvia de Pé: una mujer fatal que avanza en despliegue de mujeres, es ridícula, es sublime, es hermosa y está loca: el único personaje que de verdad tiene ecos de los clásicos, que compone con personal distinción y espléndida vis cómica.

 

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Autor: Carlota Pérez-Reverte Mañas

Dirección: Alberto Castrillo Ferrer

Intérpretes (por orden de intervención): Nacho Rubio, Rafa Blanca, Javi Coll, Julián Ortega, Antonia Paso, Silvia de Pé

Escenografía: Manuel Pellicer

Diseño de luces: Alejandro Gallo

Vestuario: Arantxa Ezquerro

Animación de vídeo: Manuel Vicente

Fotos: Sergio Parra

Matadero-Naves del Español hasta el 18 de enero.