Deseando amar. Caso paradigmático en la producción de Wong Kar-Wai
Por Mariña Alonso.
Wong Kar-wai (Shanghái, 1958) parece valerse de sus películas para recrear historias poliédricas donde las emociones y las imágenes juegan un papel clave. El director asiático recupera una forma de hacer cine que había sido devorada por la superproducciones y el cine comercial. Kar-wai ha conseguido dotar al séptimo arte de un halo de sensibilidad extraña, poderosa, que no suele verse habitualmente. Sus películas son una mezcla de técnica y logradas representaciones, pero también una suerte de sublimación del amor que conduce a un paroxismo emocional mitigado por la delicadeza de la que tiñe cada una de las escenas.
El cine de Kar-Wai no sigue un guión preestablecido. Sus historias emanan de la improvisación, por lo que rara vez éstas coinciden con lo escrito. Como si se tratase de un pintor que permite volcar su mundo interior a través del lienzo, el cineasta hace lo propio con sus películas. La filmografía de Wong, en su totalidad, es en realidad una misma película desglosada en diferentes capítulos cuya significación final sigue todavía en construcción.
Otro punto fundamental de análisis es, sin duda, la relación con lo urbano que establece Kar-Wai en todas sus películas. Las calles, coches, interiores, objetos decorativos, teléfonos, vestimenta, locales, son elementos que configuran el espacio cinematográfico del director asiático. La ciudad, por lo tanto, pasa a tener un papel protagonista sólo compartido con los actores.
Por otro lado, la producción fílmica de Wong se caracteriza, también, por las continuas referencias temporales. Deseando amar (2000), objeto de análisis en este artículo, y 2046 (2004) están ambientadas en los años 60. Evocación del pasado, sí, pero de un pasado reconstruido, siempre bajo la mirada subjetiva del autor y siempre mediatizado por los propios recuerdos de éste.
Una constante más en el cine de Kar-Wai podría ser, y precisamente de ello hablaremos más abajo, esa relación casi inexistente que establece entre los protagonistas. El deseo latente que subyace en la historia no llega a materializarse en ningún momento. Deseo frustrado por la realidad.
En el caso de In the Mood for Love (Deseando amar) podemos decir, sin miedo a equivocarnos, que se trata de una obra de arte en sí misma. Es difícil contar una historia de amor entre dos personas con tanta sutileza, con tanta contención. Si al propio argumento añadimos un sentido estético extraordinario y la gran fuerza visual de los protagonistas en pantalla (Tony Leung Chiu Wai y Maggie Cheung) el resultado es eminentemente atractivo.
Al contrario de lo que pudiera parecer en un primer momento, la película huye de clichés asociados a la mayoría de las historias de amor. Los protagonistas nunca acaban de encontrarse, asumiendo desde el principio un destino impuesto. Durante los 98 minutos que dura esta historia, el espectador espera pacientemente a que suceda algo que resquebraje las apariencias, que le “abofetee”, y sin embargo nada de eso ocurre. Y eso es precisamente lo que hace que sienta una especie de nostalgia de amor cuando termina la película. De amor y de vehemencia. La visión y reflexión del amor que propone aquí el director va más allá de lo puramente físico y, sin caer en trascendentalismos, le da una vuelta de tuerca y nos regala casi dos horas de pasión incontestable a través de frases, gestos y ambientes de significado velado.
Chow y Li-Zhen (Leung y Cheung) representan la imposibilidad del amor y el triunfo de éste al mismo tiempo. Dos desconocidos que en un Hong Kong ambientado en la década de los 60 se encuentran al descubrir que sus respectivas parejas les están engañando. La compañía del otro se convierte en una dependencia emocional que conduce a una relación más profunda, menos prescindible. Ellos pasan a ser el verdugo y la víctima, los infieles y los traicionados. Ambos aceptan su realidad y deciden mantener un juego paralelo, que nunca llega a culminar de forma explícita, pero que se sugiere con cada golpe de calor de las escenas: una mirada fugaz, un objeto acusador, una caricia que no llega a suceder.
El hecho de que Kar-Wai tienda a rodar sus películas sin guión suma naturalidad y encanto a las representaciones. Los protagonistas de Deseando amar nos cuentan su historia en susurros, y gimen de dolor y de amor sin hacer ruido. Dejan en manos del espectador decidir qué ocurre o qué no ocurre, cuánto de adúltera y arriesgada es su relación. El director evita satisfacer el morbo de la audiencia para recrearse, en su lugar, en movimientos de cámara y atmósferas genuinas.
La película forma parte de una trilogía cuyo último filme es 2046. Si uno vuelve la vista hacia éste podrá darse cuenta de que la visión que In the Mood for Love se nos ofrecía sobre lo romántico, en 2046 se torna mucho más abstracta y futurista. También podrá observar la presencia de alguna que otra obviedad: Kar-Wai vuelve a convertir al espectador en agente activo dentro de la propia historia al tiempo que vuelve a hacer gala de una gran sensibilidad estética y visual.
In the Mood for Love es una historia que ahonda en las relaciones humanas y en nuestra propia necesidad de afecto. Ambos protagonistas dependen del otro para poder subsanar sus respectivas situaciones sentimentales. Una historia que, por otro lado, nos habla de temas intrínsecos a la sociedad actual: la alienación, la soledad o el aislamiento. La introducción en determinadas escenas de música con regusto latino como el conocido tema Aquellos ojos verdes con voz de Nat King Cole pone la guinda a una película que, fuera de toda duda, ha conseguido colarse en el mejor cine actual.
es que sí sucede, llegan a estar sexualmente juntos, es evidente, pero no se muestra en la versión final, es innecesario porque es evidente. sin embargo en la version extendida -inferior a comparación de la versión final- si se muestra.