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Discurso sobre el hijo-de-puta

Discurso sobre el hijo-de-putaAlberto Pimenta

Discurso sobre el hijo-de-puta

 

Logroño, Pepitas de calabaza, 2014.

 

 

Por Francisco Estévez

 

 

La distancia que media entre Portugal y España siempre fue psicológica más que física. Prueba de ello son los infructuosos intentos de aproximación interculturales realizados por Unamuno, Pessoa o Saramago, por citar algunos entre los últimos nombres señeros del siglo pasado. Este es uno de los posibles factores del desconocimiento en nuestras tierras de uno de sus poetas contemporáneos más insignes como es Alberto Pimenta, pero no el único. Cierto es que la contemporaneidad y radicalidad de su obra lo sitúan bajo ese marbete de “raro” que ya Rubén Darío concitara para la heterodoxia literaria en un libro revelador de la modernidad literaria, o al menos de la modernidad que al nicaragüense le interesaba subrayar, Los raros (1896). En definitiva, y como apunta Maria Irene Ramalho en el esclarecedor prólogo de este Discurso, “Alberto Pimenta no cabe en ninguna etiqueta”. He ahí el poeta contemporáneo, desgajado por fin de metros, formas o temas pero también de poses y triviales clichés. De solito, en vano intento se clasifica a Alberto Pimenta como ‘poeta experimental’, pero mucho antes que experimental, es poeta. Cierto es, sí, que el escritor portugués ya trasteaba experimentos en su poesía con acierto y sin fuga de la realidad social muchos años antes de que la turba poética se apuntara a las perfomances poéticas, a los collages o a cualquier desmedida caprichosa con tal de ocultar sus propias carencias. Sin embargo, Pimenta busca siempre con saña y agudeza un hermanamiento profundo entre forma y fondo con el fin de desbrozar nuevos caminos donde acaso poder añadir un matiz fugazmente original –memorable todavía su Homo sapiens (1977) o aquel juego explosivo con la tradición lusa de Luís de Camões, Obra quase incompleta (1990) –.

Yerra el lector que considere Discurso sobre el hijo-de-puta un ensayo poético pespunteado con ribetes escatológicos. Por más que el atrevimiento de su provocación invite a pensar lo contrario, Pimenta es un escritor de profundidad, nunca de superficies. Leído con atención el presente discurso contiene oculto entrelíneas gran parte del modo compositivo del poeta y explicada tal vez en alguna medida la poética trazada a lo largo de su vida. Presente está, claro, su recurso preferido, esas varias capas de humor superpuestas una encima de otra, humor concebido como potente diatriba contra la sociedad establecida. El libro queda anotado por Câpelo Filho, un supuesto Catedrático de “Literaturas Paradas”, sean estas literaturas quien diantre sean. El docente ficticio contrapesa con comentarios cristianos el Discurso, otorgándole un extraño aura dogmática. El Discurso se modela profundamente en cada nueva edición, a veces en detalles tipográficos, a veces en aumento de notas o alteraciones del propio texto, pues Pimenta no gusta nunca de repetirse. Por hablar del contenido, este hijo-de-puta es el nuevo “hombre civilizado”, recordemos el Bestiario lusitano (1980), de otro modo, diríamos, aquel que ha internalizado profundamente las reglas sociales para sacar tajada en el juego de la vida. No deseamos desvelar parte sustancial del Discurso por no estropear la sorpresa., pero al menos fijaremos quien pueda ser con vaga definición: “El hijo-de-puta, por sí mismo, nunca se distingue a primera vista, y ese es el primero y el principal de sus rasgos distintivos”. Sin embargo, a las pocas páginas tropezaremos con tremenda admonición: “Todo hijo-de-puta tiene vocación por lo público”, que en nuestra piel de toro parece tomar profundo relieve. Sin voluntad de particularizar, estos individuos disfrutan de innumerables ventajas fáciles de imaginar “las exenciones, las inmunidades, los privilegios, los créditos normales, los derechos excepcionales, las excepciones en general, las regalías, las alcabalas, las gratificaciones, las propinas, las subvenciones, las comisiones”. En fin, milenios atrás Plauto lo consigno en latinismo célebre “Lupus est homo homini, non homo, quom qualis sit non novit”, (Lobo es el hombre para el hombre, y no hombre, cuando desconoce quién es el otro). Hobbes intentó sacar rédito a la idea pero a la vista de nuestra actualidad parece que se enredó hasta la confusión en su análisis ya que, no la naturaleza sino nuestra sociedad parece más que nunca una “guerra de todos contra todos». Así las cosas este Discurso sobre el hijo-de-puta se convierte en un delicioso tratado a modo de guía para orientarse sobre las miserias de lado perverso del homus contemporaneus

 

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