9788496333376[1]Por Berta Delgado Melgosa (blog personal)

Yo siempre compro libros de segunda mano. Con Loriga hice una excepción porque costaba menos de siete euros y me pudo la curiosidad. No leía nada suyo desde Héroes y ya hace demasiado que dejé de tener dieciocho años. Héroes me gustó y El hombre que inventó Manhattan no está mal. O sí. O no, porque abusa de este recurso de decir una cosa y su contraria casi en cada frase y paradoja tras paradoja, en letanía, llegamos al final del libro. A mí me da que es un gran recurso para los grandes y pobretón para los mediocres, aunque lo que escribes te dé para vivir en Manhattan. Porque por bien que se escriba, y el señor Loriga escribe bastante bien, uno no deja de ser mediocre. Axioma este que, en boca de una autora autopublicada como yo, suena a envidia cochina. O no. Quizá solo sea una verdad como un puño.

Hacia la mitad ya me había cansado de estos cuentos medio inventados, medio ciertos, deslavazados y tontines, rellenos de topicazos que van y vienen, que suben y bajan y del estudiadísimo humor que funciona hasta que pierde fuelle, como le ocurre a tantos y tantos machos. Quizá si ese hombre hubiera inventado un lugar desconocido… a mí es que me parece que ya cualquier garrulo quiere pasar allí su luna de miel y poco queda de la fascinante metrópoli. Por eso estos cuentos me recuerdan mucho a mi adolescencia, cuando plagiaba sin rubor las canciones de Dylan y Springsteen. Digamos solo que la teoría del dominó, el Destino Manifiesto, el sueño americano y la estatua de la libertad, se me han atragantado. En este libro todo me suena a hueco.

Lo sé. Lo que yo escribo no me da para vivir ni en Manhattan ni en el barrio Salamanca y tampoco escribo guiones para Saura, pero una vez estuve en San Francisco. Había rubios bellísimos con pantalones de pinzas de color beige y camisas azules de marca. Cualquier día escribiré un libro: El gay que inventó San Pancho. Seguro que me forro. O no. De cualquier manera, y a pesar de que El hombre que inventó Manhattan está muy bien escrito, me alegré mucho de que me costara menos de siete euros.