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Entrevista con el hombre [hu]eco: Daniel Rivero Macías

Por David Acebes.

DANIEL-RIVERO-MACÍASDaniel Rivero Macías (Valladolid, 1992). Comienza su carrera pictórica con 8 años. Formado en un taller/escuela de un artista profesional, ejercita su aprendizaje como un camino para la autosuperación. De sus pinceles brotan la casualidad, la experimentación y el juego de colores, partiendo en cada cuadro del valor simbólico de objetos sencillos y paisajes urbanos.

D.A.: ¿Quién dice que el pop art ha muerto? Heredero de Andy Warhol, de Lichtenstein, de Alan D’Arcangelo, ofreces en cada uno de tus cuadros una pintura modernamente pop. Un pop revisado. Un pop cosmopolita que refleja nuestra sociedad consumista. ¿Crees acaso que la publicidad, el marketing publicitario, es la nueva divinidad? ¿Un Dios comercial que anhela vendernos «caprichos»?

D.R.: Llevamos décadas comprando y vendiendo todo aquello que nuestros ojos llevan hacia nuestra parte más consumista. Por supuesto que estamos en una era de ‘gastos’… Pero mis obras no se enfocan hacia esa ‘comercialidad’ de la que tú hablas, sino al propio ‘placer’ de plasmarlo en un lienzo en blanco.

D.A.: En «Noche en Seúl» bosquejas una ciudad vacía de seres humanos. Recurriendo al topos, diría que es el escenario de una película futurista y utópica. Sin embargo, en tu cuadro te alejas de esa visión distópica que en la actualidad triunfa en el mundo del arte y del cine. ¿Quizás es que tu pintura se contextualiza como el reflejo de un deseo esperanzador?

 HOMENAJE-AL-CINE

D.R.: No hay más escenario que la libertad de mi interior. Ver reflejada la paz y el silencio de un acogedor paseo en una ciudad abarrotada de edificios, pero desierta. Una ciudad que duerme a la espera de un despertar ruidoso. En definitiva, arte conceptual.

D.A.: En tu composición «Homenaje al cine» se aprecia la influencia de Edwar Hopper y sus casas hitchcockianas. Una casa inquietante. Cerrada. Lejos de las colmenas, de los edificios que nos encasillan como abejas en las grandes ciudades, la tuya es una casa que nos hace preguntar qué habrá dentro de ella. ¿Nuestra familia real o el fantasma de nuestra familia?

D.R.: No hay que buscarla donde no la hay. Simplemente me gustó. Me sentí cómodo trazando líneas, abriendo y cerrando ventanas, espacios…

D.A.: Por otro lado, «Posada del Príncipe» representa el sueño que no podemos alcanzar. Un sueño con un elevado poso de infantilismo. Digamos que es el complejo de Peter Pan. A modo de écfrasis, creo que le podrían ir bien unos versos del primer Panero. Versos como “Me pregunto dónde estará aquel traje de Arlequín, que llevé a la fiesta de disfraces”. Y es que tal vez pintamos (o escribimos) para intentar retener el tiempo de nuestra infancia…

 NOCHE-EN-SEUL

D.R.: ¿Y por qué dar la espalda al ‘infantilismo’ y ‘ensoñación’ que cada uno tenemos? ¿Por qué no avistar un bosque encantando, lleno de revoltosos ‘faunos’ jugando al escondite entre árboles parlantes? ¿No es maravilloso cerrar los ojos a la cruda y dura realidad del día a día? ¿Subir o descender por la escalinata de esa casa franqueada por sabios y fuertes árboles?

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