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Antonio Piñero y José Luis Corral a propósito de «El trono maldito», su último libro

«¿Quién es ese individuo tan especial? Su nombre es Jesús. Algunos dicen, erróneamente, que nación en Belén, pero en realidad se trata de un súbdito del tetrarca, un galileo oriundo del pueblecito de Nazaret, una pequeña e irrelevante aldea cercana a la ciudad de Séforis. Por lo que sé, hasta hace unos meses trabajaba como artesano en su aldea, pero decidió abandonar su taller para acudir junto al Bautista con un pequeño grupo de seguidores».

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El trono maldito, de José Luis Corral y Antonio Piñero.

Antonio Piñero (Chipiona, 1941) es catedrático emérito de Filología Griega y especializado en literatura e historia del cristianismo primitivo. Ha editado, con introducciones, traducción y notas, colecciones de textos nunca publicados en español, como Apócrifos del Antiguo Testamento, Textos Gnósticos o Hechos Apócrifos de los Apóstoles. Es autor también de cerca de treinta libros sobre el Nuevo Testamento y el cristianismo primitivo, como Jesús de Nazaret, el hombre de las cien caras, o Los cristianismos derrotados; de un centenar de artículos científicos en revistas nacionales e internacionales y de la novela histórica Herodes el Grande.

José Luis Corral (Daroca, 1957), escritor, arqueólogo y catedrático de Historia Medieval, ha sido profesor invitado en universidades españolas y extranjeras. Como historiador ha publicado Historia universal de la pena de muerte, Breve Historia del Temple o Una historia de España, entre otros trabajos. Está considerado un maestro de la novela histórica con títulos como El salón dorado, El Cid, Trafalgar, Numancia, El número de Dios, La prisionera de Roma o El médico hereje. Colaborador habitual en diversos medios de comunicación y revistas de divulgación.

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El trono maldito. José Luis Corral y Antonio Piñero. Editorial Planeta, 2014. 576 páginas. 21,90 €

Año 4 a. C. Cuando muere el cruel tirano Herodes el Grande, el trono de Israel queda vacante. Dos de sus hijos se lo disputan agriamente, pero en la pelea interviene una tercera persona con misteriosos planes y manejos. La lucha por el poder desencadena en la corte de Israel una truculenta historia de pasiones, perfidia, violencia y traición para ganarse el favor del emperador Augusto, quien tiene la última palabra. En medio de esa vorágine aparece Jesús de Nazaret, reconocido como el Mesías por sus seguidores, un predicador que revoluciona al pueblo judío con sus sermones sobre el reino de Dios, en los que cuestiona los planes del emperador romano y de la casta sacerdotal judía. Acabar con ese rebelde que solivianta al pueblo se convierte en el objetivo de los romanos y de los sacerdotes judíos.

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P.- ¿Cómo surgió el binomio Corral/Piñero para trabajar en esta novela? ¿Qué tal ha sido la experiencia?

Nos habíamos encontrado en algunos eventos profesionales anteriormente, por ejemplo, durante una invitación del Instituto Cervantes en Tánger, y habíamos mantenido largas conversaciones, en especial sobre Jesús y el cristianismo primitivo, temas que nos interesan mucho a ambos. Al final hemos ido ganando en confianza mutua y nos hemos hecho amigos.

Yo (A. Piñero) tenía escrita la continuación de mi primera novela La puerta de Damasco/Herodes el Grande, pero era un mero relato, que no daba la talla como novela. Esos folios, unos 400, estaban redactados a prisa y no eran una novela, que es algo más serio y también distinto que un guión. Guardé lo escrito en un cajón ¡durante 13 años! Hasta que ambos nos encontramos. Como con el tiempo nos habíamos hecho amigos, revisamos el manuscrito y empezamos a darle vueltas al texto. Al cabo unos días, José Luis dijo: “¡Hay materia para un gran novelón!”. El trabajo posterior ha sido en sí muy fácil, porque nos hemos entendido muy bien. José Luis corregía o reescribía unos capítulos, me los enviaba a mí por correo electrónico; y yo los volvía a corregir, de modo que cada uno trabajaba con el material que previamente había hecho el otro. Fue sencillo. Dimos cuatro o cinco vueltas a la novela completa, y a algunos capítulos les dedicamos más tiempo. En general hemos ido aceptando las propuestas del otro.

Al final ha resultado un producto que podemos firmar cada uno al 100%, y muchos lectores no serán capaces de percibir qué es de uno y qué de otro, porque todo se ha fundido y refundido en común. No hemos tenido necesidad ninguna de vernos físicamente y de discutir en común cosas del texto. Todo por escrito y por correo. Eso ahorra mucho tiempo y es muy eficaz.

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Antonio Piñero.

P.- Novela de gran realismo en la recreación tanto de la época como de los usos y costumbres (incluso los menos conocidos). ¿Era el objetivo de una novela histórica tan ambiciosa como esta? ¿Rigor histórico por encima de todo?

Nos alegra que se reconozca que es una obra ambiciosa. Ciertamente hemos deseado las dos cosas: que haya rigor histórico (hay que fabular mucho, pues la historia a menudo solo ofrece una indicación fugaz de un suceso; los diálogos están en la historiografía solo incoados, igualmente la descripción psicológica de los personajes), y a la vez que sea una novela de aventuras y de intriga sobre el desarrollo de los acontecimientos. Que la gente disfrute leyendo, y que a la vez aprenda cómo era la época en la que vivió Jesús. Una época axial, un tiempo eje, como diría Karl Jaspers, llena de sucesos, cargada de consecuencias. Lo que ocurrió allí ha marcado a la humanidad hasta hoy.

P.- En la novela aparecen recreados momentos que son ya conocidos de la Biblia. ¿Resulta difícil observarlos desde otro prisma que permita quizás nuevas e interesantes aportaciones históricas?

Así es. Ciertamente no es fácil aportar cosa nuevas sobre el siglo I en Israel, y sobre todo sobre Jesús y Juan Bautista. Pero como hemos leído muy bien y muchas veces las fuentes históricas, ante todo el Nuevo Testamento, Flavio Josefo, Suetonio, los Manuscritos del mar Muerto, otra literatura judía, etc., siempre se encuentra una perspectiva, a veces solo seminueva, que se puede explorar. Y así lo hemos hecho. La perspectiva de la novela es la visión de los personajes sobre todo desde la óptica de la situación política y social, más que religiosa. Naturalmente al tratar de personajes de la Biblia, casi siempre enfocados religiosamente, la perspectiva política, por ejemplo, es muy interesante

P.- Época de grandes crisis políticas, territoriales, religiosas… ¿Qué les atrajo de ella para decidirse a escribir El trono maldito?

En realidad porque yo (A. Piñero) llevo más de cuarenta años “viviendo en el siglo I”, conociendo y estudiando el ambiente, ese siglo I d.C., desde todas las perspectivas. Y también porque esta novela es la segunda parte de La puerta de Damasco / Herodes el Grande. Sin embargo, tiene entidad absoluta por sí misma; no hace falta haber leído la novela anterior. Precisamente el que la época fuera convulsa e interesantísima, y el que haya muy pocas novelas sobre Antipas y Arquelao nos movió a escribir esta novela. En parte es un territorio inexplorado, aunque los personajes sean teóricamente conocidos.

P.- ¿Por qué está maldito el trono de Israel? ¿Castigo divino?

No creemos que haya habido una maldición divina ni humana sobre el trono de Israel en la época que novelamos. Pero, en realidad el trono está maldito de hecho para los protagonistas, porque Augusto no ratifica el testamento de Herodes el Grande, ya que no se fía de sus hijos. Y todos se pelean contra todos. La novela transcurre con esa idea de fondo, la lucha por conseguir sentarse en el trono de Israel…, que nunca es posible para los personajes centrales. Sin embargo, sí lo consigue, aunque momentáneamente, otro personaje posterior, Herodes Agripa I, o Julio Agripa, amigo del emperador Claudio, que lo ocupa por poco tiempo: ni siquiera cuatro años completos. Los cristianos vieron la muerte de este último como un castigo divino por haber matado a algunos de sus dirigentes como Santiago el Mayor hijo de Zebedeo. Y en esto, el trono estaba maldito.

P.- Novela donde los personajes tienen gran fuerza y entidad, pero ¿tuvieron que recurrir a algún personaje ficticio para completar la trama? ¿Dónde podría marcarse la línea que separa la realidad de lo puramente ficticio?

Sí. Hay dos personajes ficticios, pero totalmente de su tiempo, absolutamente verosímiles en la época, que son el jefe de la policía de Herodes Antipas, que ciertamente existió, pero de quien no tenemos noticias directas, y su mujer Rut, que al final de la trama tiene un papel importantísimo. Los dos personajes, marido y mujer, son verdaderamente antagónicos en su apreciación de Jesús, pero a la vez se quieren mucho. Esta aparente contradicción produce una gran tensión, que en la novela se aprovecha para describir el conflicto por Jesús dentro de muchas familias de Israel en aquella época. Y estos dos personajes ficticios, de gran fuerza, están en el entorno de personaje históricos de tremenda personalidad, como Augusto, Livia, Calígula, Poncio Pilato, Caifás, potentísimos personajes cuyas vidas se entrecruzan. Además, hemos querido poner de relieve el papel de las mujeres en la historia: Livia, la mujer de Augusto, y Salomé, la hermana de Herodes el Grande son fundamentales en la trama.

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José Luis Corral.

P.- El lector puede contemplar cómo se produce la desintegración de un país como Israel. Algo que ya se ha ido ratificando a lo largo de la historia. ¿Errores, crisis y desequilibrios que se repiten con los siglos?

Es verdaderamente notable, y se percibe bien en la novela, cómo va aumentando en el siglo I la “temperatura” mesiánica, que al final es elevadísima. Ese mesianismo judío, muy nacionalista, que no tiene en cuenta el espíritu de los tiempos, los rasgos importantes de la historia de su época, en el que están enmarcados, es decir, el Imperio Romano, lleva a Israel a enfrentarse suicidamente a este imperio dos veces. Unos 25 años después de que termine la novela y en plena época de Nerón, Israel firma casi su sentencia de muerte. El final de la guerra judía contra Roma en el 70 supuso casi la desaparición del pueblo.

Pero los nacionalistas judíos no aprenderán de su trágica historia y se levantarán contra Trajano, más tarde, y finalmente contra Adriano. La derrota del 135 d. C. fue tan tremenda que Israel desapareció como nación hasta 1948. En la novela se perciben los inicios de esta tragedia. El mesianismo apocalíptico, que lleva a la catástrofe política, es indispensable para entender el pensamiento de Juan Bautista y Jesús de Nazaret. Y sus ideas en este ámbito aparecen en la novela. En realidad los errores de los gobernantes y los pueblos, clasificables por géneros, se repiten continuamente, porque en verdad no hay tantas variantes.

P.- Me da la impresión de que en este libro no sale muy bien parado el pueblo judío.

De ningún modo pretendemos eso. Como hemos dicho, el judaísmo es su tema de estudio… Pero de hecho los judíos se labraron en esa época su ruina política y social. Y no podemos dejar de reflejarlo.

P.- Tras la muerte de Juan Bautista, solo la llegada de Jesús como salvador del pueblo judío revuelve las conciencias ciudadanas. ¿Cómo llegó a tener tanta fuerza su palabra?

Porque Jesús conectó muy bien con la base del pueblo llano, los campesinos de villas y aldeas que deseaban la liberación del yugo de Roma y de los impuestos que conllevaba; y conectó también con algunas partes de las clases medias porque Jesús era un excelente maestro de la Ley, iba a lo esencial de ella y procuraba no cargar a las gentes con pequeñeces molestas. También porque estas gentes deseaban de igual modo la liberación de Israel. El mesianismo no es en el fondo, incluso con sus grandes diferencias entre unos autores de la época respecto a otros, más que un mensaje de liberación nacional, espiritual, militar y económica. Jesús era, además, un gran orador y un gran pedagogo. Sus parábola eran admirables y su poderío al arrastrar a multitudes, indudable. A esto se añadía que era sanador y exorcista. Un carismático completo, pero que predica la venida del reino de Dios en la que no cabrán más que los judíos o los que se conviertan al judaísmo.

P.- ¿Se está convirtiendo la novela histórica en el género “best seller” por excelencia? ¿Qué autores podrían destacarse?

No estamos seguros de que sea el “best seller” por excelencia, pero sí que está entre los géneros favoritos de la gente. La novela histórica tiene ciertamente un público fiel.

Es duro, desagradable para los no nombrados, y peligroso para cualquiera ponerse a señalar quiénes son los mejores en este género en España. Siempre habrá quien se sienta molesto y con razón. Sin embargo, sí podemos decir que los dos autores de esta novela estamos de acuerdo en destacar a José Calvo Poyato como un verdadero referente de la novela histórica contemporánea en nuestro país, a la cual le ha dado en los últimos años un impulso definitivo, y del que somos deudores. Afortunadamente, hay muy buenos autores de novela histórica en España.

P.- ¿Nuevos proyectos literarios a corto plazo?

A corto plazo cada uno vuelve a sus propios compromisos. Pero a largo plazo es posible que volvamos a colaborar, sobre todo si esta novela tiene éxito. Podría ser la continuación de El Trono maldito, que abarcara desde el reinado de Herodes Agripa I hasta el año 65, en el reinado de Nerón y antes del estallido de la Primera Gran Revuelta judía contra Roma, que ha sido novelada muchas veces. Naturalmente se novelaría a Pablo de Tarso y Pedro. Sería una historia trepidante de esos años en los que el nacimiento del cristianismo tiene un papel importante con esos dos personajes, sus seguidores y sus terribles opositores. Y si eso ocurre, el sistema de producción sería el mismo. Veremos qué decide el tiempo…

A. Piñero tiene entre manos algunas publicaciones importantes, como el último volumen de los Apócrifos del Antiguo Testamento y la conclusión de la serie de Hechos Apócrifos de los Apóstoles. Y J. L. Corral tiene también otras obras, como un ambicioso proyecto sobre una saga de cuatro novelas sobre la historia de España

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