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REC 4: Apocalipsis (2014), de Jaume Balagueró

 

Por Jordi Campeny.

REC 4Reinventarse. Ésta es la clave para que algo siga funcionando cuando –aparentemente– ya ha dado todo de sí. En el cine, seguro. Y puede que incluso en el grueso de la vida. Cuando un producto cinematográfico irrumpe con fuerza aportando novedad, frescura, desparpajo y convicción, tiene todas las papeletas para que resulte un éxito rotundo. Y, entonces, lo de siempre. ¿Cómo enfrentarse al éxito? Lejos de saborearlo y celebrarlo íntima y lentamente, el frenesí de nuestros días nos aboca y obliga a seguir explotándolo, alargándolo, hasta hastiarlo de sí mismo. Y el producto acaba languideciendo.

La saga de terror española más memorable de los últimos años, REC, no se escapa de esta tónica tan lamentablemente habitual, aunque resulta interesante su desarrollo y, a pesar de que ninguna de sus secuelas alcanza el vigor de su primera entrega, vamos descubriendo puntuales hallazgos en las siguientes, subversiones de sus puntos fuertes; descaro y músculo en todas ellas. Vamos a realizar un breve itinerario.

En 2007 irrumpió con fuerza REC. La reportera Ángela Vidal (Manuela Velasco) realiza reportajes por la Barcelona nocturna. Una noche acompaña a un grupo de bomberos, quienes, alertados por una llamada, acuden a un edificio de L’Eixample barcelonés. Una vez dentro se desata el espanto. La película, con dinámica de falso documental, tenía su referente en El proyecto de la bruja de Blair (1999) aunque la mejoraba, en todos los aspectos. Había verdadero talento, garra, originalidad y horror en esta primera entrega. El espectador seguía los avatares de sus personajes con el corazón encogido y el miedo en el cuerpo, y llegaba exhausto al final del recorrido. El film, auténtico cuento de horror, rezumaba tensión y autenticidad en cada fotograma y lograba que, una vez en casa, uno se sintiera ridículamente inquieto frente a los largos pasillos en penumbra.

Dos años más tarde aparecía la segunda entrega, en la que sus directores afilaron el ingenio, mejoraron la técnica y lograron incrementar el baño de sangre de su predecesora. Con algún giro argumental francamente sorprendente, Plaza y Balagueró consiguieron sacar partido al filón y seguir apasionando a los amantes del género. Además, tuvieron la astucia de hacer algo que sería marca de la casa en las películas siguientes: empezaron a transgredir las claves del género y llevar al espectador al terreno del humor. Se simultaneaban el horror y la risa; aunque ésta fuera puntual y se acabara helando. La mirada de sus creadores fue más irónica. Había continuidad entre estas dos primeras entregas, pero en este caso, obviamente, se echaba en falta algo que caracterizó a su predecesora: imaginación y novedad.

REC 3: Génesis supuso una clara ruptura con las anteriores entregas. Dirigida en solitario por uno de sus padres, Paco Plaza, la película (precuela de la saga) cambió de escenario y ofreció al espectador un banquete de boda sangriento, chalado, divertido, escalofriante. Pervirtió el tono y la esencia de la saga, pero sin traicionarla. El terror de, sobretodo, la primera entrega, quedaba ya lejos y desdibujado. Plaza mostró riesgo, técnica y falta de prejuicios y brindó a su protagonista, en esta ocasión Leticia Dolera, un personaje –una especie de novia cadáver– que forma ya parte del imaginario colectivo de los seguidores del género. Entre el espanto, el kitsch y el gore, REC 3 supuso un inteligente y tonificante zarpazo de irreverencia.

rec-4Ya estaba, pues, todo dicho. Era muy difícil culminar esta saga con un producto apabullante y creativo. Su director, esta vez el otro padre, Jaume Balagueró, tenía dos opciones a la hora de enfrentarse al supuesto clímax. Una, exprimirse las neuronas para ofrecer un arrebato nuevo de creatividad que sorprendiera a la parroquia y demás espectadores. Otra, utilizar los mimbres ya conocidos (y reutilizados) de sus predecesoras y cerrar la saga de forma aleatoria y caprichosa; una fórmula que probablemente iba a satisfacer a sus incondicionales pero que raramente suscitaría el interés cinematográfico del resto. Optó por la segunda opción. Tampoco vamos a reprochárselo; el talento, músculo narrativo, ingenio y generosidad tienen un techo de cristal si los limitamos al territorio del género. Y es comprensible que tuviera ya la mirada puesta en otros proyectos.

REC 4 tiene, probablemente, más defectos que virtudes. Para empezar, se demora innecesaria y vacuamente en prolegómenos que poco aportan a su desarrollo. El baño de espanto que los fans esperan tarda en llegar. Y, una vez alcanzado ese punto, todo se precipita de forma un tanto arbitraria y caótica. Salvo alguna excepción, los personajes de la película son poco verosímiles y su actuación resulta forzada, llegando a rozar el ridículo en algún momento. También la resolución del inicio de la infección que atravesó toda la saga se resuelve de forma un tanto incoherente y precipitada. A pesar de todo ello, el seguidor logrará pasarlo bien y se entregará a la locura una vez desatado el caos. Balagueró pisa terreno más que conocido y acaba ofreciendo entretenimiento eficaz para sus fans. Sin más. La película, auténtico tour de force de alta tecnología, ofrece gore y cachondeo a partes iguales, y no se toma demasiado en serio a sí misma. Además, se cierra con una desternillante y absurda secuencia dentro de un taxi que pone de manifiesto las nobles intenciones de su creador y, encima, funciona como brillante metáfora de la saga entera y, si me apuran, de la vida.

Concluyendo: la saga de REC, con sus altibajos, le ha proporcionado a uno algo tan básico y tonificante como la posibilidad de  sumergirse en la oscuridad de una sala de cine para entregarse al horror con la única finalidad de olvidar el miedo.

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