Sujeto fragmentado, individuo poliédrico
Por Oriol Alonso Cano
La plasmación de la subjetividad fragmentada y configurada por los múltiples vértices se ha erigido en una de las temáticas más célebres de la historia de la literatura. Ya desde la tragedia griega, con Sófocles, Esquilo o Eurípides, como figuras más representativas, hasta llegar a Joyce, Beckett o Burroughs, la recreación de los vestigios de la explosión de la identidad individual se ha convertido en un elemento temático y narrativo fundamental.
Y es, precisamente, en el seno de este paradigma que ahonda en los restos de la metralla de la subjetividad esencialista, donde debe ubicarse la lectura de la totalidad de la obra del escritor austríaco Werner Kofler que, de la mano de la pulcra y fantástica edición de Ediciones del Subsuelo, llega por vez primera en lengua castellana.
Para iniciar la ardua empresa de editar las joyas de Kofler a nuestra lengua, Laura Claravall y Xavier Grass, han decidido apostar por la publicación de la primera obra que configura su trilogía alpina: Al escritorio. Un libro que apuesta decididamente por un incesante juego de personalidades que nuestro narrador plantea al lector, hurgando en la multiplicidad de perspectivas que una misma individualidad puede poseer en sus entrañas.
Este ejercicio que, en el fondo, no deja de ser otra cosa que poner en circulación el sentido etimológico del concepto persona (máscara), y que se ha desarrollado en los últimos años desde otras expresiones culturales (por ejemplo, recordemos hace un par de años la película de Leos Carax, Holy Motors), se recrea en la necesidad de eliminar todo anquilosamiento, tanto por parte del autor como del espectador, que, en cierta medida, nos conducen necesariamente a una banalización y burocratización, por un lado, de la experiencia del receptor, y, por el otro, de la actividad creativa del autor.
La cuestión clave es la necesidad de apostar, como diría John Cage, por el sendero del arte como experiencia. Debe eliminarse todo prurito de intencionalidad unívoca del ejercicio creativo, por un lado, y de recepción pasiva y mimética de dicha intencionalidad por parte del espectador, por el otro. El arte, si pretende gozar de algún estatuto de cierta validez en nuestra voraz sociedad, debe ser creatividad, apertura, dinamismo, plasmación de la irreductible multiplicidad y riqueza de lo real. El arte, por consiguiente, debe ser generación de experiencia. Por ese motivo, trazadas estas coordenadas experienciales en la topografía del arte, la lectura de Kofler, como comprobará el lector cuando penetre en las profundidades abismáticas de su obra alpina, puede considerarse, sin ambages, un ingente y perpetuo hontanar de experiencia.
Información de los libros:
Al escritorio. Autor: Werner Kofler. Editorial: Ediciones del Subsuelo. Precio: 18€.