Distópico, pero no tanto: «NOSOTROS», de Yevgueni Zamiátin

El escritor ruso Yevgueni Zamiátin.
El escritor ruso Yevgueni Zamiátin.

Por Ignacio González Orozco.

Uno de los primeros intelectuales rusos decepcionados por el rumbo autoritario de la Revolución de 1917 fue Yevgueni Ivánovich Zamiátin (1887-1934), ingeniero naval –diseñador de buques rompehielos– que amó por igual las ciencias y las letras. En 1905 se sumó a los bolcheviques pero nunca tuvo una participación política relevante, discreción que le permitió emigrar a Chevoslovaquia (1932) y de ahí a Francia, en cuya capital falleció. La esencia de su desencanto revolucionario quedó plasmada en Nosotros (1921), una de las mejores novelas distópicas de la historia, en la que se presenta una sociedad futura dominada por el cientifismo y completamente deshumanizada.

Presenta el autor a una colectividad aislada entre los márgenes protectores del “Muro Verde”, que la salvan del caos exterior de la naturaleza, y organizada en un “Estado Único” cuya ley responde a principios matemáticos. Los súbditos del sistema –de otro modo no puede considerárseles– son los “números”: carecen de nombre y solo los distingue una clave alfanumérica, por ejemplo D-503, correspondiente al ingeniero aeronáutico que protagoniza la novela, narrador en primera persona.

Más datos sobre ese mundo poco ideal: el clima está manipulado dentro de la ciudad, la alimentación se obtiene del petróleo, los niños son propiedad del Estado, las personas (números) viven solitarias en cubículos transparentes y todos los ámbitos de la vida –incluso las relaciones sexuales– están minuciosamente pautados por la autoridad, porque, como dice el protagonista, la libertad es “un estado de desorganización salvaje” que difiere de la felicidad matemáticamente infalible, el “sistema de ética científica basado en las cuatro reglas” aritméticas. Solo se aprecia el conocimiento científico y técnico, más aún, el conocimiento científico de utilidad práctica, y la doctrina oficial considera las humanidades como propias de salvajes sin autocontrol, que antaño mostraban lo peor de sí mismos –la debilidad, la pasión, el dolor… todo cuanto escapa a las riendas del raciocinio– a través de la literatura, y en especial de la poesía. El hambre y el amor dominaban el mundo antiguo, “Ergo para dominar el mundo, el hombre debe someter a los señores del mundo”, sirviéndose para ello de “La gran fuerza de la lógica [que] purifica cuanto toca”.

En un momento dado aparece citado el símil de la pestaña en el ojo –una ínfima partícula puede perturbar toda la función visual– para justificar la existencia de “los Guardianes”, comparados con los míticos ángeles de la guarda, un cuerpo de vigilancia implacable que demuestra la poca confianza del Estado Único en la inalterabilidad de su perfección matemática. Y al estilo del Dios judaico, el Estado Único aplica la muerte a quienes reniegan de su perfección, prueba de que esta no existe, pues un ente de tamaña sapiencia debería tener más recursos para enmendar los errores de su grey.

El narrador no puede ocultar su emoción obsecuente ante las maravillas de este mundo-máquina, por lo que algunas de sus reflexiones traslucen un extraño sentimiento lírico, tan intenso como el que pudiera contener la antigua y denostada poesía. Tal vez en esta facilidad para la exaltación radique el origen de la posterior caída, porque todo su entusiasmo se desmoronará conforme vaya descubriendo dos yoes distintos que habitan en su interior: uno racional y apolíneo, automatizado, y otro dionisíaco, que le llama a la pasión y, lo que es peor, al instinto de posesión, origen natural de la propiedad. La pasión, el amor, los celos le hacen pensar: “¡Ojalá supiera quién soy yo!” ¿Y cuál es el efecto de esa pasión amorosa? Él mismo nos lo dice: “Sé que tengo fantasías y que estoy enfermo, pero también sé que no quiero curarme.” Tal como diagnostica el médico: “Se le ha formado el alma”, la misma que lo llevará al desastre.

Zamiátin hace una descripción detallada y no por ello menos amena de los altibajos en el estado del ánimo de su protagonista, así como de la sucesión de pensamientos que lo atormentan, y muestra gran imaginación en las reflexiones y ensueños que jalonan la narración, con uso recurrente de sus conocimientos científicos. Las metáforas físicas y las técnicas descritas son de un primitivismo que despierta ternura, pues habla de piezas y sistemas obsoletos hace décadas (no podía imaginar en esa época las modernas tecnologías, capitaneadas por la informática). Sin duda, la obra emparenta con la vanguardia futurista, tanto por su estética antirromántica, preocupada por la precisión económica del lenguaje, como por su entrega narrativa a un ritmo vertiginoso, equiparable al dinamismo de los entes mecánicos.

Nadie niega que nuestro autor criticó ásperamente el sistema soviético; los propios censores que impusieron el interdicto a Nosotros así lo entendieron también (el manuscrito salió clandestinamente de la URSS, fue publicado en el Reino Unido en 1924 y hasta 1989 no pudo ser leída por los ciudadanos soviéticos). Pero no son aventurados los parangones entre muchas de las situaciones y criterios distópicos presentados por en la novela y el mundo formalmente democrático en que vivimos. Además, Nosotros está repleta de claves que remiten no solo a la política, también a la filosofía y la religión. Veamos unos pocos pero significativos ejemplos.

Para empezar, ¿tanto media, en cuanto a los propósitos, entre el cientifismo del Estado Único y la tecnocracia actual? Dicho de otro modo: ¿no serán los tecnócratas de nuestros días los precursores de esa ciega y manipulada creencia? No faltan voces de hoy que pretenden subordinar la democracia, sistema de participación universal y decisión conjunta, al dictamen pretendidamente neutral de una élite de técnicos. Su mejor ejemplo es la subordinación de la política a las leyes –discutible rango– del mercado.

En la misma línea: contrapuesto al salvajismo de una flor, ”Solo es hermoso e inteligente lo que es útil: las máquinas, las botas, las fórmulas, los alimentos, etcétera”… En nuestros días nos preparamos para tal opinión, pues solo es válido a efectos sociales –en cuanto a prestigio y estatus– lo materialmente productivo, en detrimento de lo humanístico.

Se lee en otro pasaje de la novela: ”(…) nosotros siempre vivimos a la vista de todos, eternamente bañados por la luz. Entre nosotros no tenemos nada que ocultar. (…) Puede que, precisamente, las extrañas y opacas moradas de los antiguos engendraran esa lamentable psicología celular suya.” La luz en oposición a la antigua oscuridad, la conciencia natural frente a la conciencia ilustrada… La cita podría ser un manifiesto masónico, y tal vez haya en su formulación una crítica implícita a los ideales de la masonería, que son los de la Ilustración. Porque lo cierto es que la luz, a pesar del pensamiento colectivo que domina a los “números”, solo ha traído consigo la eficiente insularidad del robot, así que la piedra se pulió en demasía, hasta su erosión.

Y qué decir de esta cita: ”Los sueños son una grave enfermedad psíquica.” En distintas versiones, nos hallamos ante la frase más manida de la política actual. No hacen falta fantasías para esgrimirla porque ya vivimos en la distopía, cuando la religión neoliberal de nuestro tiempo solo admite el uso de la imaginación para la especulación financiera, en el plano social, y para la masturbación en el ámbito privado.

Por último, cabe señalar que D-503 está preparando un cohete espacial para una misión civilizatoria que mostrará a los habitantes de otros planetas las bondades del régimen matemático. En su reflexión se admite la legitimidad de declararles la guerra si no abrazan la nueva fe positivista; por su bien, para hacerles partícipes de la sabiduría. Es decir, su planteamiento resulta típicamente colonialista y tecnócrata en el pretexto: la salvación es el disfraz de la explotación. La civilización, como la letra, con sangre entra.

Estas y otras muchas razones hacen de Nosotros una suculenta lectura desde un prisma crítico con nuestro tiempo.

6 thoughts on “Distópico, pero no tanto: «NOSOTROS», de Yevgueni Zamiátin

  • el 23 mayo, 2015 a las 8:30 pm
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    Buenas tardes, amigos de culturamas soy de Perú y estoy muy interesado en adquirir un ejemplar de Nosotros de Zamiatin pero por mas que lo busco no lo encuentro en ningún sitio. Por favor si de alguna forma pueden ayudarme se los agradecería gigantemente

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  • el 9 julio, 2015 a las 7:23 am
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    Acabo de adquirir una edición la cual tiene 38 anotaciones. Sin embargo, las ediciones que me bajé en pdf de la web tienen 40. Saben porqué puede ocurrir esto? Gracias

    Respuesta
  • el 9 julio, 2015 a las 7:23 am
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    Acabo de adquirir una edición la cual tiene 38 anotaciones. Sin embargo, las ediciones que me bajé en pdf de la web tienen 40. Saben porqué puede ocurrir esto? Graciass

    Respuesta
  • el 2 septiembre, 2016 a las 10:57 pm
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    Yo acabo de leeruna versión que descargué de la Red, tiene 34 anotaciones, ¿cuántas son entonces?, que alguien responda, no sean cabrones si tienen la respuesta.

    Respuesta
  • el 2 septiembre, 2016 a las 10:58 pm
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    Yo acabo de leer una versión que descargué de la Red, tiene 34 anotaciones, ¿cuántas son entonces?, que alguien responda, no sean cabrones si tienen la respuesta.

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  • Pingback: Días perfectos para El cuento de la criada | Ceremonias

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