Ty Segall y la noche que Batman hizo crowdsurfing
Por Nil Rubió
Me voy a la playa.
(Ty Segall, Sala Apolo 23 de octubre de 2014)
Marty McFly cogió una guitarra eléctrica e hizo una demostración en los años cincuenta, frente a sus jóvenes padres, y una generación atónita, de lo que significaría el rock, años antes que llegara, entre espasmos, solos y riffs desquiciados. Asistir a un concierto de Ty Segall y su banda, para esta gira con la denominación “The Manipulator Band”, produce un efecto similar al de la ficción de Zemeckis. La de contemplar un genio loco que rasga, puntea y aporrea las seis cuerdas como si le fuera la vida, se come el micrófono en frases que a duras penas puede terminar, y ya menos afinar, por el dispendio energético que realiza. Él y sus compañeros, Charlie, Mikal y Emily, atormentando las cuatro paredes de la Sala Apolo de Barcelona (igual que en Madrid o Donostia) a decibelio pelado, bien secundados por unos teloneros de lujo como J.C.Satan.
Si en sus dos actuaciones del Primavera Sound repasó de forma más o menos extensa su ya amplia discografía, la mayor parte del concierto giró alrededor de Manipulator, el álbum que presentaba. Introducidos por un colega que los acompaña, vestido de decadente cowboy moderno, cubata en mano y acento redneck paródico, iniciaron el aquelarre con el tema homónimo del disco, reducido y al grano. Un inicio más bien frío que sirvió en sus primeras canciones para ir calentando motores y oídos, amplificadores y articulaciones. ‘Manipulator’, ‘It’s Over’ y una atropellada ‘Tall Man Skinny Lady’ (que subió la presión al límite del estallido) que limpiaron y acondicionaron la pista de aterrizaje en que se convirtió la Sala Apolo. Luego sonó la acojonante ‘Feel’ y se desató la pura locura.
Con semejante tema es muy difícil resistirse al acoso decibélico. Te arrolla. Te impulsa a moverte si no te deja clavado y abrasado por lo que se suelta desde el escenario. Con solos kilométricos en concatenación, un muro de sonido de puro garage en llamas. Ty Segall en directo aparca toda precisión y acabado en pulcritud, para que las aristas se conviertan en cuchillas, la estridencia en acero fundido, con los tímpanos en trepanación. ‘The Faker’ incitó al bote masivo mientras iban sucediéndose vuelos sin motor de asistentes, entre el público, pasando por el escenario, de la primera fila a mitad de pista. ‘The Singer’, una más eléctrica y juguetona ‘Green Belly’, ‘Do You Want To Know?’, ‘Susie Thumb’, ‘The Feels’, ‘The Crawler’, siguieron con el extenso repaso a su última referencia discográfica. Aparecieron también miradas a los primeros discos (que en Ty Segall se comprimen en el espacio de seis años) como ‘Imaginary Person’, una ‘You Make the Sun Fry’ llena de glam, o un final de fiesta que sumó pinceladas de los dos álbumes más presentes en la mente de quien vino, los inconmensurables Twins y Slaughterhouse. Con el mismísimo Batman balanceándose entre les cabezas del público, y una muleta volando que se hartó de sostener la lesión de su usuario, cayeron ‘Thank God For The Sinners’, ‘You’re The Doctor’, ‘Slaughterhouse’ y ‘I Bought My Eyes’, cuatro razones al desquicio colectivo que fueron coreadas, sacudidas y disfrutadas con avaricia, con el propio Segall terminando solos encima de la marabunta. Después de ‘Wave Goodbye’ se fue. Y manifestó por tercera vez que se iba a la playa.
Los bises fueron mera formalidad, el pescado se había vendido y fueron solo dos temas, los ecos a The Cramps de ‘I Wear Black’ y un ya clásico como ‘Girlfriend’, los que pusieron el lazo a una velada que nos mostró, de mano de un rubio de mano frenética, mirada perdida y pelo enmarañado, el pasado, presente y futuro del rock.
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