Melvins: Hold It In
Por Miguel Andúgar Miñarro. @Mandugar
Pasar un rato investigando la discografía de Melvins, así como su trayectoria, puede ser un trabajo arduo. Sus múltiples formaciones, sus continuas reinvenciones y el extendido abanico de colaboraciones de todos sus miembros es enorme. El resultado es una larga lista de discos en diferentes reencarnaciones. Teniendo como miembros fijos a Buzz Osborne (King Buzzo) y a Dale Crover, por sus filas han pasado como miembros o colaboradores ocasionales genios como Jello Biafra o Trevor Dunn. En Hold It In, su trabajo más reciente, forman junto a Jeff Pinkus y Paul Leary, de Butthole Surfers, para dar forma a su trabajo más extraño. Y por extraño queremos decir «normal». Lo bizarro constituye la esencia del grupo, y aquí resultan extrañamente comedidos. A ratos. Hay sludgecore, hay psicodelia, y por supuesto, esa eterna atmósfera de peli de terror. Pero entre los cortes más ortodoxos como «Bride of Crackenstein» o «Sesame Street Meat», se cuelan joyas rock («Nine Yards»), rock n’roll («I get along») y dos maravillas como «You can make me wait» y «Brass Cupcake», que me atrevería a clasificar como Pop -no el pop de Miley Cyrus, claro-. En estas canciones podemos encontrar vocoders, ritmos trotones, y una cierta ingenuidad que pese al contraste con el resto del disco no resulta impostada. Podríamos creer incluso que «Brass cupcake» ha salido directamente de una sesión de power pop de los 90. Suena a los mejores Dinosaur Jr., pero entraría en el Awesome Mix de Guardianes de la Galaxia. Si no fuese, por supuesto, por los estallidos punk que se pasean por el tema con toda comodidad.
No es este el disco que les va a hacer sonar en la radiofórmula. No sonarán en la fiesta de tu colega pseudoindie festivalero. Sin embargo, si el grupo ha sido uno de los pocos en sobrevivir al grunge sin convertirse en una parodia de sí mismo o convertirse en una coda conservadora como Pearl Jam, se puede permitir asomarse brevemente por el precipicio de lo convencional y salir indemne. Porque transitan esos lugares como han transitado muchos otros. Y por supuesto, porque para ello están canciones como «House of Gasoline». Considerar a Melvins como una banda de metal es ignorar su capacidad de experimentación y su juego con referencias tanto clásicas como contemporáneas.
Es todo un logro sonar como Kiss, es decir como un grupo de divas pop disfrazadas de malotes a ratos, o como un grupo de tipos duros como una piedra. A ellos les da igual, son Melvins.