Winesburg, Ohio de Sherwood Anderson
Winesburg, Ohio, es sin lugar a dudas una de los obras más importantes y representativas del escritor estadounidense Sherwood Anderson. Claramente su composición realizada a través de relatos de duración variable, nos muestra de manera semioculta una descripción detallada y exhaustiva de la ciudad que ante nuestro ojos se erige, Winesburg. Cada relato, tiene como principal punto en común con los demás, su desarrollo en dicha ciudad. A su vez obstentan como protagonistas a los diferentes habitantes de Winesburg y sus variadas historias, ejemplificando en ellos el claro prototipo de hombre, en este caso americano, del siglo XX.
Si bien los diferentes relatos como hemos dicho están relacionados entre sí de un modo u otro, el hilo conductor que se puede observar a lo largo de esta obra, es la figura del reportero George Willard. Este se nos muestra como un joven periodista del periódico local del pueblo, pero más que como periodista su figura se podía definir como la de un confidente, pues así es como es tratado por la mayoría de sus vecinos, y de estas confidencias nacen la mayoría de relatos. A pesar de que podemos encontrar una serie de hilos que se encargan de unir unos relatos con otros, debemos observa que la mayoría de ellos pueden leerse de manera independiente, sin influir en la trama del siguiente.
Con una detallas descripción tanto de la ciudad como de sus habitantes, física y emocionalmente, Anderson consigue que en el lector, a medida que se adentra en cada relato, nazca un hermoso sentimiento de empatía hacía todos aquellos personajes que componen la obra. Estos son situados por el autor en un ambiente generalmente de pobreza económica y ansias de prosperar, que en la mayoría de los casos se queda en eso, en un sueño. A pesar de que casi en su totalidad, la mayoría de los personajes se presentan ante nosotros con tintes de desolación, tristeza y soledad, el lector puede llegar a sentir una cierta calidez e incluso cariño y comprensión por todos ellos. Sin embargo el punto de mayor coincidencia de todos los personajes es el fracaso, ya sea profesional o sentimental. Cada personaje que el autor nos presenta se conforma ante nuestros ojos como una criatura abandonada a su suerte en múltiples sentidos, sin ganas de vivir o reír, vagando por esa pequeña ciudad, por ese rincón del mundo como fantasmas, anhelando aquel pasado que siempre fue mejor o aquellos sueños que nunca se hicieron realidad.
La mirada de Anderson sobre la ciudad está llena de estima, de afecto. Incluso parece que pudiéramos caminar sobre las calles de Winesburg que tan explicitamente detalla el autor, sus paisajes, su gente, sus casas nos envuelven de una manera intensa y profunda, haciendo que por unas horas aquella acogedora ciudad se convierta en nuestro hogar, en nuestro oasis de tranquilidad. Sin embargo, lo que para el lector desde fuera es un remanso de paz, cuando los protagonistas entran en juego se convierte en hastío y tedio, y ese fracaso que tanto caracteriza a los personajes como bien hemos comentado, sale a plena luz desde la primera frase que describe a cada uno de ellos.
Esa dulzura secreta que compone a los habitantes la ciudad, como “la dulzura de las manzanas de Winesburg que nacen en otoño”, junto con su calidez y añoranza por tiempos pasados es una de las principales sensaciones que Anderson consigue adentrar en nuestra alma, a través de esa sutileza que tanto le caracteriza. Unos personajes anclados en unas vidas aburridas y desaprovechadas y cierto regusto de tristeza y soledad será lo primero y último que encontramos en esta obra que se muestra ante nuestros ojos y nuestra mentes.
A pesar de todo ello, en nuestras manos encontramos un libro tierno, hermoso, sútil, y sobre todo humano y empático. Anderson lo vuelve a hacer, con su prosa sencilla, sensual y su sensibilidad para los detalles y las descripciones, nos hace participes de Winesburg y nos convierte en uno de más de sus habitantes. Y es que a veces las personas que viven en las ciudades, las que caminan por sus calles, las que encienden la chimenea en su casa y mira por la ventana aquel lugar que se convirtió en su hogar, son los verdadero protagonistas de sus historias y quienes llenan sus rincones de auténtico encanto.