Alfredo Sanzol alcanza «La calma mágica» en el Valle Inclán
Por Horacio Otheguy Riveira
La música comienza —y se mantiene— con un aire juguetón que cautiva mientras se ilumina un espacio amplio, medio vacío, color madera, por donde se moverán unos personajes que siempre irán descalzos, y —siempre también— sabrán moverse entre las tinieblas inquietantes de algunas emociones y la trepidante comedia que se mueve detrás de una fotografía de un tipo que se queda dormido ante el ordenador, y desespera por la difusión de esa imagen.
Narración teatral pura en la que las palabras discurren con rara libertad en voces muy musicales. No cantan, pero como si lo hicieran, porque cada actor/personaje tiene su propia musicalidad según las situaciones que le toca interpretar, y no es lo mismo la sencilla simpatía de una conversación banal, que el éxtasis provocado por unas pequeñas raciones de hongos alucinógenos, o el momento desternillante en que se canta La gallina turuleca como si fuera un tango al estilo de Gardel, o el conmovedor traslado de la chica que, sentada en una silla, descubre un mar donde todos sus seres queridos —muertos y vivos— se reencuentran y se abrazan desnudos, sin vergüenza alguna, vergüenza que ella misma no tiene cuando llega el loco joven que dice quererla, aunque la trastorna una y otra vez, y ella se queda bellamente desnuda con una mochila pequeña en la espalda como todo vestuario, o aquel que de repente confiesa que tiene miedo de quedarse dormido en público, indefenso ante los que le rodeen…
El mundo de Alfredo Sanzol se expresa en obras singulares donde su propia experiencia vital encuentra cauces poéticos que arrasan con los tópicos de los géneros teatrales.
Autor y director inclasificable, crea situaciones y personajes que entrelazan acciones realistas con imaginarias en un contexto de reflexiones cotidianas de donde surgen propuestas profundas, de extraña belleza.
La mayoría de sus obras tienen unos finales que invitan más a la reflexión que al entusiasmo, finales que no son abiertos ni cerrados que se quedan suspendidos entre los recuerdos, las angustias y las alegrías del autor, quien con mano maestra dirige a unos actores que hace cómplices, que parecen respirar y moverse al son de historias que han hecho propias.
Si bien hay una trama con un protagonista clave (Oliver, el muchacho obsesivo con su imagen pública, aunque en realidad está obsesionado con su propio ser, perdido en busca de su padre muerto), el espectáculo atrapa por sus varias subtramas divertidas e ingeniosas, y nos deja conmovidos con el encuentro final, la resolución de un conflicto secreto.
La calma mágica tiene un poderoso encanto muy bien realizado e interpretado por todo el conjunto de intérpretes, desempeñándose con una soltura y un placer que tiene mucho que ver con el hecho tan significativo de sus pies siempre descalzos, que no suenan por mucho que se muevan o corran porque parecen flotar en el singular espacio creado por Alejandro Andújar, felizmente musicado por Iñaki Salvador, y por donde los actores se entregan con la transparente sencillez con que el propio autor-director se entrega siempre, ocupando escenarios con actores catalanes (Delicadas), castellanos (En la luna) o ahora vascos, que se expresan en un lenguaje común de preciosa composición, haciendo del mestizaje de regiones, de mundos culturales y emociones diversas un único cauce al servicio de Sanzol, el creador de un río que nos lleva a experiencias insólitas de donde no queremos volver.
La calma mágica
Texto y dirección: Alfredo Sanzol
Ayudantes de dirección: Aitziber Garmendia, Vito Rogado
Intérpretes: Sandra Ferrús, Mireia Gabilondo, Aitziber Garmendia, Aitor Mazo, Iñaki Rikarte
Escenografía: Alejandro Andújar
Vestuario: Ana Turrillas
Música: Iñaki Salvador
Fotos: Manuel Díaz de Rada y marcosGpunto
Lugar: Teatro Valle Inclán. Sala Francisco Nieva
Fechas: Del 10 de octubre al 9 de noviembre de 2014. Los días 1 y 2 de noviembre las funciones se representarán en euskera con sobretítulos en castellano.
Encuentro con el público el jueves 23 de octubre con la presencia del equipo artístico. Entrada libre, hasta completar aforo.
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