La elegancia del erizo
Por Javier Úbeda Ibáñez.
La elegancia del erizo, de la escritora y profesora de filosofía Muriel Barbery (Bayeux, 1969), se convirtió rápidamente en Francia en un fenómeno literario, en un auténtico best-seller, corroborado por sus ventas millonarias; de hecho, se mantuvo un año entero en la lista de los más vendidos. Y, de un día para otro, Muriel Barbery pasó a convertirse en una escritora revelación, a la que se le concedió el “Premio de los Libreros” en el año 2007.
La elegancia del erizo, libro valorado positivamente por la crítica y apreciado por los lectores, fue la segunda novela de Muriel Barbery, la primera sería Una golosina, publicada en el año 2000.
Esta segunda novela de la autora nos narra la historia de unos personajes solitarios que viven escondidos en un caparazón que, sabia y voluntariamente, se han ido tejiendo con el transcurrir del tiempo, y que de alguna forma enmascara una crítica implacable hacia la clase alta francesa; estrato social que vive atrincherado en unos férreos convencionalismos caducos, y que juzga a las personas según sus apariencias y su poderío económico. Por ese motivo, en La elegancia del erizo nada es lo que parece, y lo que parece, absolutamente nada tiene que ver con la realidad.
Para crear esa atmósfera ácida, la escritora rescató de Una golosina a un personaje que aparecía sólo de forma fugaz o episódica, y lo convirtió en el protagonista indiscutible de La elegancia del erizo.
Renée, portera de un edificio burgués, situado en el Nº 7 de la calle Grenelle de París, es el eje por el que se comienza a tejer la trama de este libro mordaz, repleto de cavilaciones filosóficas, citas literarias rusas, máximas francesas y cultura japonesa. La solitaria portera ha creado un cerco insondable alrededor de su apariencia —es gorda, fea y antipática— y de su personalidad. Por un lado, y de cara a los vecinos para los que trabaja, ejerce a la perfección el rol que se espera de ella; entre otras muchas cosas, mantiene siempre encendida una televisión que nunca ve mientras esconde bajo sus faldones su verdadera pasión, la cultura.
De puertas para dentro, la realidad es bien distinta; Renée es una amante incondicional de la literatura, del arte y de la música. Escucha a Mozart, lee a Proust y a Tolstoi —su gato responde al nombre de León en honor al gran escritor ruso—, saca con asiduidad libros de filosofía de la biblioteca, es una experta en gramática, sabe apreciar la sensibilidad de las naturalezas muertas holandesas, y es una admiradora incondicional del cine del director japonés Ozu, lo mismo que la autora de libro, Muriel Barbery.
Nadie podría imaginar que la antipática y poco agraciada portera del Nº 7 de la calle Grenelle es un pozo de sabiduría. Sólo una de sus vecinas, Paloma, una niña adinerada de doce años, es consciente de la excelsitud de Renée; ella puede ver su coraza protectora:
“La señora Michel tiene la elegancia del erizo: por fuera está cubierta de púas, una verdadera fortaleza, pero intuyo que, por dentro, tiene el mismo refinamiento sencillo de los erizos, que son animalillos falsamente indolentes, tremendamente solitarios y terriblemente elegantes”.
Paloma es una solitaria como ella, dotada de una inteligencia privilegiada, que harta de la hipocresía de la sociedad que la rodea, vive aislada en su particular mundo y en su cuaderno de haikús, y es que todo el libro rinde pleitesía a la cultura oriental, ciertamente apreciada por la autora. Agotada de la superficialidad y la falsedad de su entorno, decide suicidarse el día que cumpla trece años, el 16 de junio. Como Reneé, también representa con esmero un papel en la función llamada vida.
Renée y Paloma se protegen, como el erizo, por una fortaleza de púas fabricadas a conciencia por ellas mismas; púas que las impermeabilizan de lo que se cuece en el exterior. Ninguna de las dos tiene el mínimo interés por integrarse y darse a conocer a los demás, y se limitan a transitar por la clandestinidad de los afectos.
Las dos poseen dificultades para establecer relaciones personales porque no se sienten capaces —en las distancias cortas— de dar una versión distinta de lo que son, y también por un hondo temor hacia lo desconocido; por ese motivo, son capaces de reconocerse, mutuamente, y de establecer entre ellas una conexión al nivel de las almas gemelas.
La existencia de las dos mujeres —una niña y, la otra, una señora madura— que se sienten marginadas por una sociedad que las etiqueta. Por dos mujeres, como decíamos, que comparten idénticos anhelos intelectuales: “La inteligencia es algo transversal a todos los estratos sociales”, según palabras de la autora, dará un giro de 180 grados cuando aparezca en escena un nuevo vecino en el número 7 de la calle Grenelle: el japonés Kakuro Ozu, un jubilado emparentado, de lejos, con el conocido director japonés Yazujiro Ozu; director por el que Renée siente verdadera devoción.
Kakuro Ozu consigue reblandecer, poco a poco, las corazas emocionales de Paloma y Renée, y cuando ésta última se quita sus púas y sus miedos para dejarse conocer por el culto y afable japonés, la tragedia llama a su puerta de una forma cruel e inesperada.
La elegancia del erizo, contada en capítulos cortos —estrategia narrativa que define la particular forma de escribir y de contar historias de Muriel Barbery—, es un canto a la amistad y a la complicidad entre personas que, aparentemente, no tienen nada en común.
Información del libro:
La elegancia del erizo. Autor: Muriel Barbery. Traducción del francés: Isabel González-Gallarza. Editorial: Seix Barral. Colección: Biblioteca Formentor. Portada: Serifa / Aurora Iraita. Género: Narrativa / Ficción literaria / Novela. Año de edición: 2007. ISBN: 978-84-322-2821-6. Encuadernación: Tapa blanda. Páginas: 364
Una reseña muy interesante y magníficamente escrita.
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