Priscilla, reina del desierto: en busca de la felicidad
Por Mariano Velasco
Comencemos por el final: hay que decir bien alto que los diez últimos minutos de Priscilla, reina del desierto, el musical basado en la película del mismo título que se representa en versión española en el Nuevo Teatro Alcalá de Madrid, son, dicho con mayúsculas, A-PA-BU-LLAN-TES. Un derroche de iluminación, colorido, impresionante vestuario, plumas, pelucas, maquillaje, tacones, buena música, baile, alegría, locura, alboroto… Todo lo que cabría esperar de un musical sólo por el simple hecho de serlo, pero más aún por tratarse de una historia de drag queens en la que los tres personajes principales recorren el desierto -toda un metáfora- en busca de su propia felicidad.
Cierto es también que el resto del espectáculo queda por debajo de este último número que sirve como broche de oro a un musical que, no obstante, acaba resultando entretenido y ameno, aunque no alcance todas las expectativas puestas en ese explosivo cóctel de partida que promete su tarjeta de presentación como “espectáculo drag”. Y el listón lo mantiene sobre todo gracias a las buenas interpretaciones de sus tres protagonistas; a una excelente banda sonora, con títulos tan clásicos en el universo drag queen como It´s Raining Men, Go west, Material Girl, Don´t Leave Me This Way, Girls Just Wanna Have Fun o el inevitable I Will Survive; a tres magníficas divas –Patricia del Olmo, Rosana Carraro y Aminata Sow– que cantan como los ángeles (y que bajan del cielo como tales), y a un verdadero derroche de medios técnicos, con el robotizado autobús que da nombre al musical a la cabeza.
Bajo el pretexto de esa huida por el desierto, cada personaje busca su objetivo a su manera: a Tick (Jaime Zatarain) se le enciende el testigo de “papi” y añora abrazar a ese hijo al que nunca llegó a conocer; Bernardette (Mariano Peña) ansía encontrar un hombre que por fin le haga feliz, y Felicia (Christian Escuredo),.. qué busca Felicia… Felicia se diría que más bien se anda buscando a sí misma.
No deja de resultar curioso que este último personaje, que se une casi a última hora al viaje y que a primera vista se nos antoja como cogido con alfileres, como un añadido más para el lucimiento de un, por cierto, excelente Christian Escuredo, acaba siendo, sin embargo, el más representativo de aquello que se nos quiere contar, pues no necesita excusa alguna, ni hombres, ni niños, ni nada, para desesperarse en busca de su propia felicidad. Sólo necesita llegar a aceptarse tal cual es.
Esta catarsis interior es, a mi juicio, el mayor acierto y la reflexión más profunda que permite hacer el guión de Priscilla…, por otra parte bastante descafeinado, sobre todo por la escasa trascendencia de la mayoría de sus diálogos, por lo repetitivo de sus chistes de temática gay y, en definitiva, por el débil aliento que en ocasiones transmite la historia bajo ese manto de maquillaje y tacones que la encubre. Ahí reside su punto débil.
De arriesgada al menos cabría calificar la elección del televisivo Mariano Peña para encarnar a uno de los protagonistas, teniendo en cuenta sus más que evidentes carencias melódicas. Hay que reconocerle que, por lo demás, está excelente en su papel de drag queen de las de antes, pero que en efecto, y sobre todo en alguna que otra escena más sentimentalota en la que le toca cantar, no hubiera venido mal una voz más dulce y agraciada que arrancara alguna que otra lagrimita al respetable. Por su parte, Jaime Zatarain cumple con nota en ambas facetas, la interpretativa y la melódica, mientras que Chistian Escuredo, ya lo hemos apuntado, brilla con luz propia sobre el resto del elenco.
Pensando en el público, la pregunta es inevitable: ¿es Priscilla… un espectáculo dirigido al colectivo homosexual?, ¿se trata, sencillamente, de lo que podríamos llamar un “musical gay” o es algo más? Pese a sus carencias, que las tiene, sus notables aciertos me hacen concluir que no, que Priscilla… es mucho más que eso, que se trata de un espectáculo que -sería absurdo negarlo- contiene numerosos guiños dirigidos a un público gay, pero que quiere y puede llegar mucho más allá. Su magia reside en algo tan sencillo como lograr que entre canción y canción todos nos calcemos por un momento los tacones de estos alocados personajes para pararnos a reflexionar acerca de la importancia de sentirnos a gusto con nosotr@s mism@s y encontrar, en definitiva, la felicidad.
Priscilla, reina del desierto
Lugar: Nuevo Teatro Alcalá
Fechas: A partir del 2 de octubre
Muy buen resumen y a mi parecer acertado análisis de la función, que ofrece mucho buen rollo y alegría, yo he visto el personaje de Bernadette hecho por Mariano Peña y Jose Luis Mosquera y son dos espectáculos completamente diferentes, la forma de abordar este personaje es definitorio de la impresión final de la obra en su conjunto, y te sorprendería muy positivamente verlo con Jose Luis