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La sibila de Antequera

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Por Silvia Pato.

La poetisa Cristobalina Fernández de Alarcón (1576-1646), cuya especialidad era la gramática y el latín, fue galardonada con tantos premios en diversos certámenes, que le granjearon la enemistad de muchos escritores de la época, como Góngora y Quevedo. No obstante, fue admirada también por muchos otros que elogiaban la maestría de la autora.

Entre estos últimos se encontraba Lope de Vega, quien la conoció en 1602. La admiración que le profesó provocó que la alabara en la Silva III de su obra Laurel de Apolo, como la Sibila de Antequera.

Mas ya por la extendida Andalucía
ríos de menos fama nos previenen,
que ilustres hijos tienen,
y se opone con lírica poesía
doña Cristobalina tan segura,
como de su hermosura,
de su pluma famosa,
Sibila de Antequera,
que quien la escucha sabia y mira hermosa,
allí piensa que fue de Amor la esfera (…)

Casada con Agustín de los Ríos, cuando enviudó en 1603 mantuvo una relación más o menos platónica con Pedro de Espinosa. La figura de la poetisa aparece en los versos de este, bajo el nombre de Crisalda, pero su especial amistad terminó cuando ella se volvió a casar con Juan Francisco Correa. Pedro de Espinosa se ordenó entonces sacerdote.

Como suele ser habitual en la producción de las autoras de la época, solo han llegado hasta nosotros algunos de sus poemas. Entre todos ellos, se encuentra el dedicado a Santa Teresa de Jesús, escrito con motivo de su beatificación, con el que ganó la justa poética celebrada en Córdoba, donde fue la única mujer participante.

MÁS INFORMACIÓN: Centro Virtual Cervantes

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