62 Festival de San Sebastián: Loreak, La voz en off, Aire libre

 

Por David Garrido Bazán.

Loreak - AneLOREAK – Pequeña gran historia intimista

Les confieso que me acerqué con cierta prevención a ver estas Flores –es la traducción del Loreak original– que con su sola presencia han hecho historia del Zinemaldia: es la primera película enteramente hablada en euskera que llega a la Sección Oficial a Concurso. Precisamente esta condición era lo que la hacía sospechosa ¿estaría a concurso como una especie de cuota impuesta de ese cine vasco que San Sebastián potencia –a la par que el español, ojo– tanto? Dicho de otro modo ¿reuniría Loreak méritos suficientes para justificar su inclusión en una categoría A? La sospecha flotaba en el ambiente… y duró justo los 100’ de metraje de su primer pase de prensa, tras los cuales se disiparon por completo. Estaba por derecho propio. Vaya que sí.

Loreak cuenta la historia de una mujer casada que comienza a recibir cada día en su domicilio flores de un desconocido, sin tarjeta ni explicación alguna. Esas flores enervan al marido al tiempo que ilusionan a su destinataria. Al tiempo un compañero de trabajo busca la mejor forma de conciliar las difíciles relaciones entre su mujer y su madre, que como corresponde al arquetipo universal de nueras y suegras se llevan a matar. Hay un suceso luctuoso y más flores que cambian de sitio sin que se sepa quién es el porteador de la misma ni el objetivo que persigue. Y gente que intenta rehacer su vida como puede sin que se le note mucho que su mundo ha cambiado por completo. Vidas que más que entrecruzarse se rozan suavemente unidas por un hilo conector del que no son conscientes, pero que el espectador aprecia en toda su firmeza, que no es poca. Depositario de la información que los personajes desconocen, solo él alcanza a comprender los lazos profundos que les unen y acaso entender sus actos.

Loreak es una película sobre el dolor, la pérdida y cómo lidiar con ella. Pero aun más que eso es una película sobre la forma en la que los seres humanos tendemos a ocultar lo que consideramos importante y mostramos solo aquello que pensamos que no va a hacernos daño que los demás conozcan. Pedimos a los demás que descubran lo importante sin atrevernos nosotros a decirlo, por miedo, por pudor, por prudencia, por lo que sea. Jon Garaño y José Mari Goeanaga se aplican en la caligrafía de una obra que lejos de aspavientos y subrayados emocionales despliega de forma eficaz una historia mucho menos sencilla de lo que parece a simple vista y que juega de forma admirable con la contención y el buen ojo para el detalle, confiando en que la emoción acabará surgiendo a flote a su debido tiempo, macerándola a fuego lento, sin prisa pero sin pausa.

El resultado es una película que quizás llegue al nivel de belleza formal que exhibe el cartel que la anuncia –éste sí unánimemente considerado como el destinatario de una Concha de Oro que no existe al poster más hermoso– y que tampoco inventa nada desde el punto de vista formal sino que con buen criterio mantiene la realización en segundo plano y siempre muy al servicio del rostro de los actores (todos ellos estupendos) en plano corto, pero que sin duda se ha ganado por derecho propio el ser considerada como la revelación de lo que va de certamen: una pequeña gran película que no trata de desentrañar los misterios de esas vidas que retrata, sino que nos habla de lo que sentimos y lo que nos hace recorrer y avanzar, a veces por caminos muy extraños, por esa corriente tan extraña que llamamos vida. No es poco logro.

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Voz en Off - TenisLA VOZ EN OFF – Los huecos de la vida cotidiana

Que el primer plano que uno ve en una película sea un parto en primerísimo primer plano debe ser una declaración de intenciones. Yo les confieso que aún no he averiguado cuál es esa declaración, pero estoy en ello. El caso es que por suerte el chileno Cristian Jiménez no se prodiga en más declaraciones de intenciones por el estilo, sino que se decanta por hacer que esta historia de tribulaciones familiares transcurra por caminos que huyen del tremendismo y se acomodan en una especie de humor surrealista de difícil catalogación que descoloca bastante. Veamos: tenemos a un par de hermanas, una recién divorciada que obliga a sus hijos a profesar un vegetarianismo indeseado y otra recién regresada a la casa familiar que busca financiación para el próximo proyecto de su francés esposo, que no es otro que traducir al mapuche las grandes obras de la literatura universal para establecer un puente entre su cultura y la nuestra ¿Ya han asimilado la última frase? Pues sigo: la primera hermana profesa un extraño voto de autocastigo cibernético/comunicativo que implica no usar internet, ni móvil, ni tele pero no le impide pedir a su hija que lo haga en su nombre y tiene un exmarido devoto de las frases de autoayuda que se pasea con un turbante y al que dan ganas de abofetearle bien fuerte cada vez que abre la boca. Así han salido los chiquillos, claro

Semejante familia de tronados se completa con un padre que anuncia su intención de separarse de su esposa siguiendo el ejemplo de la mayor de sus hijas y una madre –la siempre excelente Paulina García, inolvidable actriz de Gloria– a la que dicha separación forzada la deja en una situación tal de descoloque que se pasa el resto de la película haciendo una pelotudez detrás de otra. Lo que transcurre en pantalla es poco más que una sucesión de gags algunos más logrados que otros –justo es reconocer que hay dos o tres momentos impagables– mientras las dos hermanas tratan de lidiar con esa decisión del padre que, ante esa jaula de locos que parece ser su familia, parece haber decidido abandonarles de forma indefinida. En defensa propia.

La voz en off no carece de cierta originalidad en su planteamiento y tiene una escena final brillante que justifica con acierto su título. También es cierto que gran parte de lo que los personajes dicen y hacen no parece tener demasiado sentido y rozan peligrosamente el terreno de lo absurdo sin disponer de la ternura de un Aki Kaurismaki o el estilo de un Wes Anderson, por poner como ejemplo a dos cineastas con los que Cristian Jiménez podría encontrar puntos de contacto. La película dedica gran parte de su metraje a retratar cierto miserabilismo que uno diría inherente a la condición familiar. La cosa tiene a ratos gracia. Y más ratos irrita, creo. El resultado es demasiado desigual como para ser tenida en cuenta de cara al palmarés final, con la posible excepción del estupendo trabajo de su desnortada protagonista, una Ingrid Isensee que tiene pinta de ser perfectamente capaz de aguantar lo que le echen a su personaje por inconexo e incoherente que sea.

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AireLibre - JardinAIRE LIBRE – Que corra el aire, que corra

No estoy siguiendo por temas de agenda la sección Horizontes Latinos donde las producciones argentinas Ciencias Naturales, Dos disparos, Historia del miedo, Jauja, La princesa de Francia, Refugiado, La Salada y La tercera orilla son una mayoría aplastante y desconozco si alguna de ellas podría haber formado parte de la Sección Oficial a Concurso. Pero lo que sí tengo claro es que probablemente haya entre ellas alguna que supere en interés a Aire libre, que es la única  argentina que compite por la Concha de Oro. Y que visto lo visto, resulta bastante improbable que rasque algún premio en el palmarés.

La historia de Aire libre es la de una pareja joven con un niño que decide adquirir una casa alejada de la ciudad para reformarla y convertirla en la casa de sus sueños. Pese a que parecen ser conscientes de lo que quieren para su futuro, muy pronto resulta evidente para el espectador que son mucho más las cosas que les separan que las que les unen. Y la tensión que genera tener que reformar por completo una casa que además se encuentra un tanto alejada de la ciudad hace que estas diferencias, malentendidos y tensiones se vayan acentuando más y más con lo que la pareja cae en una espiral que les aboca de forma inevitable hacia la incomprensión y el alojamiento.

La pareja formada por un Leonardo Sbaraglia que no muestra el más mínimo recato en reírse de su imagen de galán a base de aparecer en pantalla preocupado por su peso y la atractiva y caprichosa Celeste Cid no parece desprender mucha química ni siquiera para mostrar la progresiva falta de ella en la pareja. Muy al contrario cada uno parece ir en un tono distinto al otro, algo que hace que se resienta la credibilidad de una historia que va poco a poco deslizándose por caminos cada vez menos interesantes para un espectador que puede anticipar sin problemas el proceso de deterioro de la pareja. Anahí Berneri parece muy preocupada por mostrar las distintas fases de ese alejamiento en base a pequeñas anécdotas que cree determinantes pero que en realidad se revelan insuficientes para que el espectador empatice de alguna forma con la suerte de sus protagonistas, a cual más odioso por momentos. El niño incluido.

Se oyeron no pocos silbidos y bufidos a la finalización de un pase de prensa que se contagió del tono de la película y acabó siendo bastante mortecino. La sensación generalizada es que no se entendía bien si hay tanta abundancia de producciones argentinas en secciones como Horizontes Latinos qué había visto el comité de selección en este Aire libre como para preferirla por encima de otras candidatas. Y por mucho que uno se lo preguntara, nadie ofrecía una respuesta válida. Supongo que, al contrario de lo que pensaba la pareja protagonista de la película, hay cuestiones que mejor no plantearse.

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