La temporada comienza en el Teatro Real
Por Eloy V. Palazón
El Teatro Real ha comenzado la temporada programada a medias por el director artístico saliente, el fallecido Gerard Mortier, y el entrante, Joan Matabosch. En general, es una temporada que no pasará a la historia, desde luego, pero puede haber interesantes propuestas como La muerte en Venecia, de Willy Decker, o la ópera de estreno El público, de Mauricio Sotelo, y dirigida por Pablo Heras-Casado (la otra ópera de estreno se ha pospuesto, sin saber muy bien por qué).
El inicio de temporada no ha sido muy acertado. Por segundo año consecutivo, Emilio Sagi abre la temporada con una ópera basada en una texto de Beaumarchais, esta vez con Le nozze di Figaro en una producción que ya cerró la temporada de 2009 y que se volvió a ver en 2011 (tres veces en menos de diez años…). No voy a discutir a aquellos que dicen que la puesta en escena de Daniel Bianco, los trajes goyescos de Renata Schussheim y la dirección de Sagi nos trasportan a la Sevilla del siglo XVIII (podríamos discutir cuánto hay de real o de impostura en lo que tenemos en el escenario, una idea del siglo XVIII un tanto superficial tal vez, llena de imágenes típicas y tópicas en exceso); sin embargo, Sagi, como de costumbre, no dice nada, no nos plantea para nada un reto, sólo un pasatiempo, una escena vacía de contenido. Lo teatral se reduce a una serie de estereotipos que a veces cansan y que hacen de la ópera de Mozart, muy compleja en su factura, algo superficial. Están los típicos personajes bufonescos que, si no son ya así de serie, él los hace aún más (que el público no se aburra, ¡por Dios!), con una dirección bastante plana y predecible. Si Da Ponte, el libretista, ya rebajó el tono revolucionario contra el Antiguo Régimen que Beaumarchais inyecta en la obra de partida (aunque esto se puede discutir), Sagi aniquila por completo esta narrativa encubierta.
Lo más destacable, sin lugar a dudas, es el trabajo de Ivor Bolton con la orquesta, una lectura plena de matices que nos muestra un Mozart vigoroso, pero que no suple las carencias escénicas. Aún así, Bolton y la orquesta necesitan rodar un poco más, pero lo que se ha podido ver en este caso es que es una orquesta con un potencial enorme y que atrás quedan, de alguna manera, los años desastrosos.
Las voces están divididas en dos repartos: el conde de Almaviva entre Luca Pisaroni y Andrey Bondarenko, la condesa de Almaviva es interpretada por Sofia Soloviy y Anett Fritsch, el papel de Susanna lo cantan Sylvia Schwartz y Eleonora Buratto y el de Figaro por Andreas Wolf y Davide Luciano. En el caso de Cherubino, Elena Tsallagova y Lena Belkina serán las encargadas de darle vida.