Martes con mi viejo profesor
Por Elena Saavedra Siles.
Martes con mi viejo profesor es una novela biográfica publicada por primera vez 1998, escrita por Mitch Albom. Es un extraordinario bestseller internacional traducido a 42 lenguas, con 12 millones y medio de ejemplares vendidos en todo el mundo. La historia fue adaptada más tarde por Thomas Rickman en una película de televisión (dirigida por Mick Jackson), la cual fue presentada el 5 de diciembre de 1999, y protagonizada por Hank Azaria.
Esta obra que nació de los encuentros de cada martes entre el periodista Mitch Albom y su antiguo profesor de la universidad, Morrie Schwartz. Es el libro de memorias más vendido de todos los tiempos. Se trata de un libro sencillo e intenso a la vez que nos lleva a reflexionar por las profundas verdades que encierra y porque constituye un extraordinario testamento espiritual y una formidable lección de vida para todos.
La edición que he leído conmemora el 10º aniversario de la publicación del libro e incorpora nuevas reflexiones de Mitch Albom.
Introducción:
En su época de estudiante Albom desarrolló una relación muy especial con su profesor, incluso le llamaba “Entrenador” a lo que su profesor contestó: “Y tú serás mi jugador”.
Albom tuvo un mentor y amigo en la Universidad de Brandeis, su profesor de sociología, Morrie Schwartz. Con una gran capacidad para el cuidado de sus alumnos y que instó a Albom a mantenerse en contacto con él después de graduarse, pero durante 16 años Mitch no lo hizo. Por casualidad, mientras que veía la televisión, Albom vio a su antiguo profesor en Nightline, hablando acerca del inminente deterioro de su salud y de su próxima muerte por la enfermedad de Lou Gherig (ELA), y allí es cuando comienza su aventura. Albom decide que debe ir a verle, aunque no sabe que toda su vida cambiará por completo. Su profesor le impartirá entonces la última asignatura de su vida.
“La clase se impartía los martes. Comenzaba después del desayuno. La asignatura era el Sentido de la Vida. Se impartía a partir de la experiencia propia.
No se daban notas, pero había exámenes orales cada semana. El alumno debía responder a varias preguntas y debía formular preguntas por su cuenta. También debía realizar tareas físicas de vez en cuando, tales como levantar la cabeza del catedrático para dejarla en una postura cómoda sobre la almohada, o calarle bien las gafas en la nariz. Si le daba un beso de despedida, ganaba puntos adicionales.
No se necesitaba ningún libro, pero se cubrían muchos temas, entre ellos el amor, el trabajo, la comunidad, la familia, la vejez, el perdón y, por último, la muerte. La última lección fue breve, de sólo unas pocas palabras. En lugar de ceremonia de graduación se celebró un funeral. Aunque no hubo examen final, el alumno debía preparar un largo trabajo sobre lo que había aprendido. Aquí se presenta ese trabajo. En la última asignatura de la vida de mi viejo profesor sólo había un alumno. Ese alumno era yo”
Este fragmento del libro expresa con claridad la intención del propio libro, una recopilación de las enseñanzas de Morrie, para enseñarnos a nosotros a morir, pues como él mismo decía: “cuando aprendes a morir, aprendes a vivir”.
El libro comienza con la graduación de Albom, cuando realiza su promesa, que más tarde incumple. En el siguiente capítulo comienza a narrar la historia de su viejo profesor: nos describe su vida, su personalidad y cómo sufrió el diagnóstico de su enfermedad y cómo la fue enfrentando, y su particular celebración de un funeral en vida, que se hicieron especialmente famosos.
A continuación, Albom narra su propia vida de cómo echó a perder todas las enseñanzas que su viejo profesor le había enseñado. Se había convertido en una de esas personas ciegas y ambiciosas de las que Morrie se compadecía. De hecho sino fuera por el programa de televisión Nigthline jamás se hubiera enterado de que Morrie tenía ELA, probablemente jamás se hubiera puesto de nuevo en contacto con él, según él mismo reconoce en el libro.
El libro salta de vez en cuando del presente al pasado, recordando la época de estudiante de Albom, y cómo todo aquello en lo que creía se había desvanecido por completo.
Crítica:
Cuando comencé este libro de inmediato me impactó, esta historia me llegó hasta lo más profundo de mí. He llorado y he reído, pero sobre todo he aprendido. Me ha conmovida la historia, y no sólo por la enfermedad de Morrie -que ha sido sin duda una de las partes más duras de toda la historia-, sino por la enseñanza que nos imparte a todos.
“Cuando aprendes a morir, aprendes a vivir”, esa frase se me quedará marcada para siempre, como muchas otras. Una de las frases de Morrie que más me han llegado:
“Son muchas las personas que van por ahí con una vida carente de sentido. Parece que están medio dormidos, aun cuando están ocupados haciendo cosas que les parecen importantes. Esto se debe a que persiguen cosas equivocadas. La manera en que puedes aportar un sentido a tu vida es dedicarte a amar a los demás, dedicarte a la comunidad que te rodea y dedicarte a crear algo que te proporcione un objetivo y un sentido” y no es por nada, sino simplemente porque tiene razón.
Cuando veo los videos de “Ice bucket challenge” de distintos famosos y personas normales, comprendo que en su mayoría son como para intentar empatizar de alguna manera con aquellas personas que de verdad sufren la terrible enfermedad del ELA, pero la mayoría de las veces ni siquiera donan dinero a la causa. Aparte de estar mojados y con frío durante un tiempo, no sienten nada más.
¿Cómo pueden comparar algo así con una enfermedad tan terrible como el ELA? Sinceramente es lo más hipócrita que he visto nunca, es como si yo me diera dos puñetazos en las piernas y dijera que es para empatizarme con los que están en silla de ruedas. Como si el hecho de echarse un cubo de agua fría encima fuese a cambiar algo.
Si de verdad quisiera empatizarse lo que harían serían donar sin miramientos a la causa, la verdad si yo tuviera la mitad de dinero que tienen los famosos lo haría sin dudarlo. La investigación es la única formar de poder ayudar a estas personas, quizás en un futuro puedan entonces desarrollar una cura contra esta temible enfermedad.
Cuando hagas este reto- si decides hacerlo- dona a la causa –aunque creas que es poco, será mucho- y no sólo porque esté de moda sino porque de verdad quieras. Lo máximo que puedes hacer por alguien es darle amor. Morrie tenía razón cuando decía: “Que lo más importante de la vida es aprender a dar amor y a dejarlo entrar”.
En conclusión, debo decir que este libro me ha cambiado la vida y por lo tanto os invito que también cambie la vuestra. Es uno de esos libros que tienes que leerte sí o sí. No sólo para conocer la increíble historia de Morrie, sino para aprender de él. Espero sinceramente que os llegue como me ha llegado a mí, que aprendáis a morir para aprender a vivir.
Información del libro:
Martes con mi viejo profesor. Autor: Mitch Albom. Editorial: Embolsillo. Precio: 12,90€