Por Silvia Pato

L.N.Tolstoy_Prokudin-Gorsky

«Lev Tolstoy in Yasnaya Polyana», 1908, the first color photo portrait in Russia (L.N.Tolstoy Prokudin-Gorsky)

El pasado día 9 de septiembre se cumplieron 186 años desde el nacimiento del gran autor ruso Lev Tolstói (1828-1910), cuya biografía se encuentra salpicada de anécdotas de todo tipo.

Este descendiente de familia de zares fue un apasionado del ajedrez desde su juventud, llegando a tener una gran cantidad de volúmenes sobre la materia en su biblioteca. Se cuenta que, cuando el escritor sirvió en el ejército en el Cáucaso, la unidad a la que pertenecía fue honrada con la medalla al valor; sin embargo, Tolstói no recibó la condecoración, pues estaba arrestado por haber estado jugando al ajedrez mientras se encontraba de guardia.

Tres días antes de la Navidad de 1858, fue mordido en la cara por una osa; suceso que dejó recogido en su diario y al que apenas otorgó ninguna importancia.

Tolstói comenzó a escribir su obra magna, Guerra y paz, en 1864. Un año después, empezó a publicarse por entregas en la revista El mensajero ruso, finalizando el folletín en 1869.

Sus grandes novelas son la punta del iceberg de una enorme producción literaria en la que encontramos obras de teatro, cuentos, obras filosóficas, pedagógicas y todas las de carácter epistolar, además de su mencionado diario.

Con poco más de ochenta años, Tolstói decidió repartir entre sus sirvientes todos sus bienes; aunque su familia impidió que tal decisión fuera llevada a efecto. Abandonó su casa entonces, acompañado de su hija y su médico, y a los tres días cayó enfermo de una neumonía, falleciendo en una estación de tren.

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Yasnaya Polyana Tolstoy Grave

Cuando murió, su entierro fue multitudinario. Las iglesias, no obstante, habían cerrado sus puertas para que nadie entrara en ellas, puesto que habían excomulgado al autor de Ana Karenina mucho tiempo antes.

Su tumba se encuentra en el claro del bosque de Yasnaya Polyana donde el escritor jugaba de pequeño.

Inevitable es recordar una de sus citas más famosas:

Hay quien cruza el bosque y solo ve leña para el fuego.

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