Too Much Johnson (1938), de Orson Welles
Por Miguel Martín Maestro.
Ahora resulta muy fácil decir que Welles ha sido uno de los grandes del cine, sin embargo en los 60 y 70 se arrastraba de estudio en estudio, de productor en productor, intentando que alguien financiara alguna de sus ideas (seguramente ruinosas), o aceptando papeles de escasa calidad para conseguir dinero con el que subsistir y continuar rodajes imposibles.
La especial personalidad de Welles se percibe atendiendo a la fecha de rodaje de este boceto de película, 1938, y a su desarrollo formal, nadie podría decir que esta película, o lo que pretendiera ser, por su montaje, por su forma, por su interpretación, pertenece al mismo año en el que Lubitsch estrena La octava mujer de Barba Azul, Capra Sucedió una noche, Hitchcock The lady Vanishes, Wyler Jezabel, los Marx El hotel de los líos, Hawks La fiera de mi niña y Curtiz Robin de los bosques. Welles da un salto hacia atrás para volver a los alocados 20, al cine del “slapstick”, a las comedias de Mark Senett, a los referentes actorales de Buster Keaton, y sobre todo, de Harold Lloyd, al que Joseph Cotten emula, saliendo muy bien parado jugándose el físico.
Esto no es una película, pero es una película, para el espectador cinéfilo del s. XXI es un reencuentro con un viejo amigo, no es una película porque no está acabada, la idea originaria de Welles era rodar para hacer una especie de mediometraje que se proyectara durante las representaciones teatrales del Mercury de la misma obra de teatro en la que se basa la historia de la película a modo de prolegómeno de cada acto, y así, el material recuperado en Italia en 2013 lo que nos ofrece son bocetos, pinceladas, experimentaciones, tomas repetidas desde distintos ángulos, variaciones y repeticiones de unos mismos elementos buscando la mejor solución fílmica. Del mismo modo que nadie discute la valía escultórica de Los esclavos de Miguel Ángel, pese a no estar culminados, las tomas que conforman unos 65 minutos de rodaje y que pueden verse en la red de manera pública y gratuita, ofrecen a los amantes del cine de Welles muchos de sus hallazgos formales posteriores.
Apenas tres años separan este Too Much Jonshon de Ciudadano Kane, obviamente la perfección del primer largo de Welles no es comparable con lo que vemos en este conjunto de planos, pero sí están algunos de los signos identitarios de su cine, sus planos escorados, los escorzos de cámara, los picados y contrapicados de su cine, sus tomas desde las alturas, los rostros en primerísimo plano, su profundidad de plano conformando escenas en distintas capas que suceden simultáneamente. Welles utiliza el humor de vodevil para experimentar, la historia que se percibe en lo rodado es nimia, es una comedia de enredo, amantes sorprendidos, marido que quiere vengarse persiguiendo interminablemente, como si de un cartoon se tratara, al playboy encarnado por Joseph Cotten, por calles, almacenes, tejados, escaleras, muelles, manifestaciones sufragistas… hasta terminar en el puerto donde ambos terminan embarcándose hacia Cuba manteniendo la persecución inagotable. Mientras tanto la fisicidad de la propuesta y la plasmación en imágenes del control corporal por parte de Cotten, como en esos estudios de anatomía pictórica que los grandes de la pintura y la escultura han dejado, Welles parece querer filmar las expresiones y movimientos del cuerpo en tensión, cuáles sean naturales y cuáles pierdan naturalidad en su forzamiento, el cuerpo solo o con elementos, como esa escalera infernal que agotaría la resistencia física de Cotten, o moverse entre cajas de madera o sombreros tirados al suelo.
Una ocasión para ver, legal y gratuitamente, la primera obra inacabada de Welles para el cine, y de paso su corto previo.