Los mercenarios 3 (2014), de Patrick Hughes
Por José Antonio Olmedo López-Amor.
Llega la tercera parte de Los mercenarios, con aumento de plantilla y acción trepidante a la antigua usanza.
No es por desmerecer la estimable labor del director Patrick Hughes (Red Hill, 2010) en la película, pero los seguidores de la saga y los seguidores de Sly, como se conoce a Stallone, saben que la alargada sombra del creador de Rocky es la que guía las ideas y razón de ser de ésta y todas las secuelas. En el año 2010, el propio Stallone, quien no necesita presentación, se encargó de escribir y dirigir el primer episodio de los mercenarios; aprovechando su fama mundial en películas de acción y echando mano de su larga lista de colegas de puños y armas, decidió homenajear al género que tanta popularidad le propició en los ochenta. Su destreza, tanto en el aura, enfoque y ritmo de la trilogía, hacen de su creación un producto que es próspero en taquilla y que contenta a buena parte de sus muchos seguidores.
Nombres como los de Mila Jovovich, Nicholas Cage, Steven Seagal o Clint Eastwood, perfiles de tipos duros por excelencia de Hollywood, no han podido participar en este capítulo –Eastwood por incompatibilidad de agenda, ya que pronto estrenará film– pero posiblemente lo hagan en entregas posteriores. Y es que, uno de los factores fundamentales de esta apuesta es contar con un elenco de caras conocidas que lo han sido todo en el género de acción. En este episodio, Hughes cuenta con Mel Gibson, como malo muy chic, Harrison Ford, como homólogo de Iglesia, Wesley Snipes y Antonio Banderas, que vuelca toda su vis cómica en su personaje, como fichajes estrella para entremezclarlos con algunos de los mercenarios de las anteriores partes y otro grupo de mercenarios, más jóvenes, que Sly recluta por temor a perder a sus grandes amigos. Aunque resulte atípico, el personaje encarnado por Stallone, a la cabeza del grupo de luchadores, intuye demasiado peligro en la nueva misión encomendada; Stonebanks (Mel Gibson), uno de los fundadores de los mercenarios que se pasó al lado oscuro como comerciante de armas, y que por ello fue asesinado por Barney (Stallone), o al menos, eso creía, ha resultado estar vivo y el encargo es eliminarlo. Stonebanks, multimillonario, despiadado y elegante, es una presa muy complicada para el grupo de mesnaderos demasiado maduros, así que Sly decide prescindir de su grupo y contratar savia nueva para llevar a cabo la operación.
El momento de la película en que Stallone y Kelsey Grammer realizan el casting itinerante de candidatos a mercenario, es de lo más divertido. Recuerda a momentos a Los siete magníficos (John Sturges, 1960) o Doce del patíbulo (Robert Aldrich, 1967). Una de las mejores bazas de la película es su tono desenfadado y alegre, tanto, que la segunda frase del film ya es un chiste malo. Hay que dejar muy claro que la película no tiene pretensiones más allá de entretener y divertir al espectador, según los propios fanáticos de la saga, superar el nivel de la segunda entrega rodada por Simon West era difícil, sin embargo, aunque quizá no unánimemente, la película ha salido airosa del envite.
El grupo de jóvenes mercenarios son soldados habilidosos, sobre todo, en las nuevas tecnologías; hasta se incluye una mujer en el grupo, Ronda Rousey, que hace alarde de su destreza en el cuerpo a cuerpo en una discoteca y se revela como un miembro con mucho que ofrecer. Los mercenarios 3 es una buena muestra de cómo hacer cine de acción sin saturarlo de efectismos digitales que convierten las películas, casi, en películas de dibujos animados. Un punto a favor del film es el tono, digamos clásico, en el tratamiento de sus escenas –excluyendo el aterrizaje de la lancha motora y el salto de Sly desde la azotea del edifico en explosión–, los personajes son empáticos, por más pendencieros y chulos que sean respetan un código de honor inquebrantable y su valentía es digna de héroes.
Las dos horas de película están llenas de acción y humor, una acción inteligentemente dosificada, ya que podemos decir que las grandes escenas son al principio y al final, lo que permite al director desarrollar los personajes y no caer en lo caótico y absurdo. El humor, también dosificado, llega a su momento culminante con la aparición de Galgo, el personaje encarnado por Antonio Banderas; el actor malagueño se mete al público en el bolsillo con su verborrea y sus escaramuzas, y quizá gracias a ello, la atención del espectador no decae en ningún momento, cosa que es muy de agradecer en películas de este género. Wesley Snipes tampoco está nada mal en su rol de expresidiario con brotes psicóticos. Harrison Ford también tiene su momento en la película. En general, el protagonismo se reparte equitativamente entre el elenco estelar, la química y el buen rollo –además del éxito en taquilla– que amenazan con ampliar la trilogía.
Pese a quien pese, quien vaya a ver Los mercenarios 3 reirá a carcajadas, empatizará con el carisma de sus personajes y vivirá dos horas de entretenimiento sin tregua; sin duda, un buen ejemplo de los mejores baluartes de este tipo de películas.
Que buena peli, las dos anteriores me han encantado. Nada mejor que las pelis de acción.