Las memorias de Lillian Hellman, una mujer con atributos
«No pienso recortar mi conciencia para ajustarla a la moda de este año.» Lillian Hellman
A los treinta años de su muerte, vuelven a publicarse las memorias de una de las mujeres más inteligentes del siglo XX.
Lillian Hellman se definía como una persona arisca y de carácter difícil. Dejó buena muestra de su peculiar temperamento en los dos libros de memorias que a finales del próximo mes de septiembre se presentan: Una mujer inacabada y Pentimento, y que Lumen reúne ahora en un único volumen titulado Una mujer con atributos. Un adecuado homenaje a Hellman cuando se cumplen treinta años de su muerte.
Lillian Hellman (1905-1984) fue una famosa dramaturga estadounidense, protagonista indiscutible de la vida intelectual del siglo XX y compañera sentimental del escritor de novela negra Dashiell Hammett, con quien mantuvo una relación de treinta y tres años. Como autora de obras de teatro, se dio a conocer con La calumnia, una historia que versa sobre dos profesoras víctimas de la homofobia, que Audrey Hepburn y Shirley McLaine protagonizarían en el cine. Consolidó su fama con otro drama, La loba, que también sería adaptado a la gran pantalla y tuvo como protagonista a Bette Davis. Hellman fue acusada de comunismo por el senador Joseph McCarthy, un hecho que la obligó a renunciar a su carrera como guionista en Hollywood al negarse a declarar acerca de sus actividades políticas.
No es que los acontecimientos de su vida fueran material de novela: es que ella supo narrarlos de modo que lo parecieran. La vida de Lillian Hellman fue intensa y peculiar, pues estuvo presente en los conflictos más importantes de su época como la Guerra Civil española, la resistencia anti-nazi en Austria y Alemania, la oficialidad soviética o la persecución de los cineastas de izquierdas por el senador McCarthy, pero lo fundamental fue su capacidad de seleccionar los mejores momentos de cada experiencia y relatarlos en un cuadro perfecto que nos absorbe y nos coloca a su lado en plena acción.
Quizá lo menos relevante de cuanto Hellman nos cuenta en estas páginas sea su carrera, las once películas y doce obras de teatro de éxito que escribió, y lo crucial sean en cambio las relaciones humanas de cuantos intervinieron en ellas, empezando por su larga y particular historia con el novelista Dashiell Hammett, un vínculo que alternó lo amoroso con la amistad y que estuvo marcado, como casi todo en su vida, por reglas propias.
Ni romántica ni sentimental, Hellman fue una mujer con atributos muy suyos: le gustaba cazar, pescar, y desde luego beber y fumar con su amiga Dorothy Parker, pero más que nada le gustaba narrar.
Estas memorias, que llevan un prólogo de Ángeles González-Sinde, son un homenaje a una gran mujer y una gran escritora, que pisó fuerte y siguió andando hasta el final de sus días. En dicho prólogo González-Sinde comenta: «Enfrentarme a las memorias de esta gran mujer me ha llevado a enfrentarme casi sin querer a mi propia biografía. Viéndome con el ejemplar de Pentimento en la mano, mi madre me recordó que mi padre había conocido personalmente a Lillian Hellman. Yo no lo recordaba, pero sí recordaba el entusiasmo que mi padre, el productor, guionista y director de cine José María González-Sinde, tenía por la obra y la vida de Hellman.
»Hasta 1979 no se publicaron sus memorias en España, pues se dice que ella tenía prohibido publicar o representar sus obras mientras viviese Franco y en España hubiese una dictadura. Mi padre corrió a comprarlas y se las regaló a mi madre en el día de San Valentín, con el jocoso ruego en la dedicatoria de que no se tomase lo de “una mujer inacabada” personalmente. Que no iba con segundas, vamos.
»Debió de ser entonces, en los primeros ochenta (Hellman murió en junio de 1984), cuando mi padre logró entrevistarla. […] Al recordarme mi madre que mi padre había pasado una tarde con Hellman en su casa de Martha’s Vineyard, sentí una enorme alegría…».
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