UNA MANERA DE MIRARSE
DE DONDE NO SE VUELVE
(GUIÓN CINEMATOGRÁFICO)
Voz de Alberto García-Alix:
Vean ustedes: tenemos ojos. Mirar nos compromete. En el fotógrafo este compromiso se hace aún más acusado: lo visto por él se materializa. La cámara es un poderoso artilugio capaz de generar un campo magnético donde modelo y fotógrafo sostienen un singular pulso. Con la imagen, el fotógrafo se cobra siempre el esfuerzo de su intencionada mirada. Una mirada que se detiene más tiempo del que normalmente empleamos es sospechosa. Si alguien te sostiene la mirada más rato del necesario, te observa con atención, te estudia… O sea, en definitiva, no te quita los ojos de encima, o es un provocador, o un tonto, o, quizás… un fotógrafo. Esa parada, obligatoria y terriblemente necesaria para la construcción de una imagen, nos lleva por fuerza a la comprensión de lo que tenemos enfrente. Crear una fotografía va más allá de poner un carrete, enfocar y apretar el disparador. Es el producto de un intenso romance interior. La voluntad de entenderme a mí mismo. El oficio del fotógrafo consiste no sólo en mostrar lo que se ve, si no en convertirlo en verídico y emocionante. ¡Aportarle un aliento! El retrato es un encuentro entre seres humanos que lleva consigo la alegría y el dolor de lo que ya es memoria. Verse en una foto es como contemplarse en el espejo: la forma y el reflejo se observan; tú no eres el reflejo, pero el reflejo eres tú. Una vez apretado el disparador, el sujeto queda preso en la imagen. Es pasado. Ya no somos como somos, somos como éramos. Ciertamente, en la fotografía hay un elemento fatalista. En cien años todos calvos. Quiero decir que una colección de retratados es una colección de futuros cadáveres… De futuros cadáveres. De futuros cadáveres.
Alberto García-Alix «resucita» en sus fotografías. Sus autorretratos solemnes, como fantasmas surgidos de un abismo de su memoria, nos obligan a mirarlos desde las paredes. Observar su decadencia, la luz emanada de ese reflejo radiante, sincero, y al mismo tiempo, irrecuperable.
Actos de comprensión de sí mismo, del sentido de una vida a través de los otros, de sus miradas, sus poses, del recuerdo de un abrazo en la cama o de un condón usado, manchado de sangre.
Las sombras de las tapias en la noche, la luz en las ventanas, el lado femenino de su herida, un pájaro posado, algún reproche… Todo puesto así, congelado en un instante.
Autor, protagonista y espectador de su obra, siempre autorreferencial, siempre estética e infinita, mas por ello inexplicable, sus casi cuarenta años de tránsito vital y búsqueda artística se condensan en esta exposición con imágenes dotadas de un lirismo desarraigado, evolucionado, visceral.
Entre habitaciones vacías, bajo el cielo plomizo, García-Alix se reinventa en estos personajes y paisajes verídicos, casi filosóficos, siempre insatisfechos.
Ausencias, recuerdos, poemas incrustados en sales de plata dotados de un lenguaje lúcido y preciso. Su eterna búsqueda encuentra respuesta en las calles deshabitadas, en las historias ocultas, en la fabulación que encierran los cruces de miradas con un cíclope devastado.
Fotografía exhibicionista, un íntimo itinerario autobiográfico donde cabe todo, el eterno carnaval de celebración y muerte, el encuentro y la memoria, el trance continuado, la vida y ese viaje interminable hacia el misterio de lo que no se ve y el arte muestra, desnudo y atento, retratado.
Alberto García-Alix. Autorretrato
Círculo de Bellas Artes – Sala Picasso
Alcalá, 42 28014 Madrid
Del 31 de julio al 28 de septiembre
Por Marvic Otaiza