Fargo
Por Fernando J. López.
¿Una serie sobre una de las mejores películas de los hermanos Coen? ¿De verdad era necesario? Confieso que la propuesta de Fargo no podía inspirarme mayor desconfianza. Mi pasión por el film del que partía me hacía sospechar de su resultado. El piloto, además, muy apegado al largometraje original tampoco hacia prever que, episodio a episodio, Fargo iba a convertirse en una de las mejores series de esta temporada.
Alejada del vacuo engolamiento de otras (sobrevaloradas) propuestas como True Detective (cuya autoconsciente semántica aguanta mal un segundo visionado), Fargo ha sabido captar la esencia de ese mundo de los Coen y traducirlo en un universo propio gracias a un guión que arriesga sin perder nunca pie y que, además, sostiene sus giros más imprevistos en la creación de unos personajes difícilmente olvidables y tan sólidos sobre el papel como en la pantalla.
Magnífico reparto en el que sobresalen, por derecho propio, un Martin Freeman y un Billy Bob Thornton inmensos. Sus creaciones -psicóticas en diferente escala pero idéntica peligrosidad- han pasado desde ya al repertorio de personajes emblemáticos de la nueva televisión. Difícil será olvidar la secuencia de los disparos -dentro del edificio- de Lorne Malvo, un prodigio de planificación que recuerda a aquel (brillante) inicio de The Wire (¿recuerdan ese “Fuck”?). La estética de la serie, contundente y -a ratos- manierista, tiene algo del aliento de Hannibal, otra de esas propuestas supuestamente menores que, sin embargo, no dejan de crecer y de convertir algo que podría ser un mero entretenimiento en una opción mucho más compleja.
No sé qué nos deparará Fargo en su segunda temporada, planteada como una precuela y ambientada -parece ser- en los 70, pero desde luego pienso darle una oportunidad para comprobar si mantiene el aliento narrativo, el humor negro y la fuerza épica de estos primeros diez episodios en los que han conseguido algo que, a priori, parecía imposible: Hacernos olvidar cuál es su origen y valorarla como una obra autonóma y, además, redonda.
No dejen de verla.