Algazel : «¿Qué puedo conocer con plena certeza?»
“Se me presentó como evidente que el conocimiento cierto es aquel en el que se descubre lo conocido de un modo que no deja lugar a dudas, no es compatible con la posibilidad de error ni de ilusión y no puede la mente suponer siquiera tal eventualidad. (…)
En segundo lugar, sé que lo que no conozco de esta manera y de lo que no tengo esa clase de certeza es un conocimiento en el que no hay garantía ni seguridad, y todo conocimiento en el que no hay seguridad no es un conocimiento cierto.
Escudriñé a continuación mis saberes y me encontré desprovisto de un conocimiento que pudiera ser descrito de esta manera, a no ser el relativo a los datos sensibles y a los primeros principios y me dije: “ahora, habiendo llegado a desesperar de poder conseguir un conocimiento cierto, no hay posibilidad de abordar las cosas problemáticas si no es a partir de las claras, que son los datos sensibles y los primeros principios”.
No obstante, era preciso, en primer lugar, probarlos a éstos también para cerciorarme de si mi confianza en los datos sensibles y mi seguridad de estar a salvo del error era del mismo género que la que tenía anteriormente en las cosas a las que seguí ciegamente, o del tipo de confianza que la mayor parte de la gente tiene en las cuestiones teóricas debatidas por los teólogos, o si se trataba de una seguridad probada en la que no había ni engaño ni trampa.
Acto seguido dediqué una gran atención a considerar los datos sensibles y los primeros principios y a ver si me era posible ponerlos en duda. Aquellas largas vacilaciones me determinaron a no dar crédito tampoco a los datos sensibles pues empecé a extender la duda a éstos también, ya que me decía: “cómo voy a confiar en los datos sensibles cuando el más seguro es el que procede del sentido de la vida y siendo así que ésta, cuando contempla una sombra, la ve quieta e inmóvil y juzga que no hay movimiento. Sin embargo, luego, al cabo de una hora, mediante una comprobación visual, reconoce que se ha movido, y que no lo hizo, desde luego, de golpe, sino gradualmente, milímetro a milímetro, de manera que la sombra no estuvo nunca en estado de reposo. Igualmente la vista mira a una estrella y la ve pequeña, del tamaño de un dinar pero las demostraciones geométricas prueban que es de un tamaño mayor que el de la Tierra.
Sobre estos y otros datos sensibles semejantes decide el árbitro de los sentidos, mas el árbitro de la razón lo declara falso y engañoso de un modo que no admite apelaciones. Por consiguiente me dije “ha resultado vana también la confianza en los datos sensibles, tal vez ésta sólo sea posible en los inteligibles, que pertenecen a los primeros principios como cuando decimos: diez es más que tres; la afirmación y la negación no son posibles sobre una misma cosa; tampoco algo puede ser a la vez creado y eterno, existente y no existente, necesario e imposible”.
Pero los datos sensibles objetaron: “¿qué garantía tienes de que tu confianza en los primeros principios no sea como la que tenías en los datos sensibles?, pues te fiabas de nosotros, pero vino el árbitro de la razón y nos declaró falsos. Si no hubiera sido por este árbitro todavía seguirías dándonos crédito. Quizá más allá de la percepción de la razón haya otro árbitro que cuando aparezca declare falso el juicio de la razón de la misma manera que apareció el árbitro de la razón y declaró falso el juicio de los sentidos. El que esa otra percepción más allá de la razón no haya aparecido no prueba que sea imposible su existencia”.
Me quedé entonces un tiempo sin saber qué responder y el ejemplo del sueño afirmó aún más mi perplejidad, pues me dije: “¿no me veo en sueños dando crédito a una serie de cosas e imaginando situaciones, creyéndolo todo firme y decididamente, sin dudar, y luego cuando despierto me doy cuenta de que todas aquellas cosas a las que daba crédito no tienen ningún fundamento ni valor? ¿Qué garantía tengo de que todo aquello a lo que doy crédito por medio de los sentidos o de la razón estado despierto, sea verdadero en relación al estado en el que estoy? Pues es posible que me sobrevenga un estado cuya relación a mi estado de vigilia sea como mi vigilia a mi sueño y con relación al cual mi vigilia sea un sueño, de modo que si me sobreviniese dicho estado estaría cierto de que todo lo que he concebido con mi razón son imaginaciones inútiles.»
(Fuente: Confesiones, Algazel, Alianza Editorial)