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John Stuart Mill: un victoriano precoz

Por Silvia Pato

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John Stuart Mill by Leslie Ward (Vanity Fair, 1873/03/29)

John Stuart Mill (1806-1873) es una de esas personalidades victorianas cuya biografía interesa a cualquier inquieto lector. Basta leer que este filósofo, político y economista acuñó el término «distopía» a finales del siglo XIX para que la curiosidad se avive.

Mill fue un alma precoz. Con tres años conocía parte del vocabulario griego; con ocho, leía en su escritura original a Herodoto, Jenofonte, Platón y Esopo, comenzando a estudiar álgebra y latín; y con doce, incluyeron en su educación la economía.

Sin embargo, a los veinte años, la visión de Mill cambió y abrió la mente a pensamientos más románticos, lejanos al utilitarismo absoluto en el que había sido fundamentada su educación, ajena a las diversiones infantiles y los juegos.

En 1850, después de que el historiador Thomas Carlyle publicara en Fraser’s Magazine for Town and Country una defensa de la esclavitud y de la superioridad británica, Mill envió una carta anónima contraria a aquella postura, apoyando la libertad del ser humano en todas sus formas.

Al año siguiente, después de una amistad de veinte años, se casó con la escritora Harriet Taylor (1807-1858).

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Harriet Mill, by unknown artist © National Portrait Gallery, London

La obra más famosa de Harriet fue The Enfranchisement of Women (1851), que su marido desarrollaría en su ensayo La esclavitud femenina (The Subjection of Women, 1869), cuyo prólogo en la edición decimonónica española fue escrito por Emilia Pardo Bazán.

Mills reconoció en su autobiografía que su esposa había sido coautora en muchas de sus obras y artículos publicados solo con su nombre, y todavía sigue siendo fuente de polémica qué parte de autoría hay de Harriet en la obra del político y economista y qué parte no.

Cuando su esposa falleció en 1958, Mills escribió:

Were I but capable of interpreting to the world one half the great thoughts and noble feelings which are buried in her grave, I should be the medium of a greater benefit to it, than is ever likely to arise from anything that I can write, unprompted and unassisted by her all but unrivalled wisdom.

MÁS INFORMACIÓN: Stanford Encyclopedia of Philosophy

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